JUEGO DE OJOS: Recuerdo de un cronista septentrional

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Miguel Ángel Sánchez de Armas
Este mes conmemoramos el 89 aniversario del natalicio y el 19 de la muerte de uno de los grandes periodistas mexicanos de nuestro tiempo, Jesús Chucho Blancornelas. Los viejos y sobresalientes periodistas tienen un no sé qué macarturiano y no mueren, pero sí se desvanecen si su memoria no se refresca de tiempo en tiempo. Eso me dijo en septiembre de 1984 don Paco Martínez de la Vega poco antes de la primera asamblea de la Fundación Manuel Buendía. De aquella mesa don Paco se levantó rumbo a su viaje sin retorno.
No recuerdo la fecha ni el lugar en que conocí a Jesús. Quizá en el despacho de Manuel Buendía en los setenta, en alguna gira o en una conferencia. Durante años nos vimos con regularidad, en las oficinas de Zeta en Tijuana o en encuentros cordialísimos en muchos rumbos. Una tarde sabatina se reunió con un grupo de mis alumnos e inspiró a varios a seguir por el camino del periodismo. Le preocupaba que no fuera yo un reportero de tiempo completo: tal era el afecto que me guardaba.
Nació en San Luis Potosí en 1936, en una generación que dio a buenos del oficio, como Benjamín Wong Castañeda. Pero a diferencia de quienes sentaron plaza en los medios “nacionales”, Chucho tomó la decisión de permanecer en los abruptos terruños alejados del altiplano, en donde el ejercicio del periodismo crítico es una profesión de alto riesgo. Fue la misma decisión que tomó otro gran amigo mío también ya desaparecido, Elías Montañez, en Chihuahua.
Jesús era bajo de estatura, hiperactivo, muy simpático, con mirada de duende y dueño de un enorme valor personal y profesional. Cuando fue víctima del ataque de unos sicarios que quisieron silenciarlo y quedó malherido, por su mente nunca pasó la idea de tirar la pluma.
En ese atentado perdió la vida Luis Valero, el escolta que le había asignado el estado mayor por la naturaleza de las amenazas que recibía. Durante su recuperación en el hospital un colega le sugirió retirarse, alejarse del oficio, “dejarlo por la paz”. Blancornelas lo escuchó y solo respondió: “Mira, no me dispararon para que dejara de escribir; me dispararon porque escribí. Si dejo de hacerlo, les doy la razón.”
Durante su convalecencia tuvo a la mano la libreta que había usado antes del ataque. No la hojeaba para inspirarse: era el recordatorio de que el trabajo inconcluso tenía que continuar. En las páginas del cuaderno había manchas de sangre seca, restos de aquella mañana en que lo balearon. “Me ayuda a no olvidar por qué estoy vivo”, dijo una vez. Fue lo más que se permitió confesar sobre el miedo que sin duda sintió.
Jesús fue el primer y durante mucho tiempo el único periodista que poco después del episodio de Lomas Taurinas entrevistó a Mario Aburto, el asesino de Luis Donaldo Colosio, en la prisión de Almoloya. Pero cuando tuvo entre sus manos una información sobre el magnicidio que a primera vista parecía una exclusiva mundial y comprobó que tenía inconsistencias, no la publicó. “Prefiero perder una nota que perder credibilidad”, me dijo por teléfono desde Tijuana, en una lección que jamás olvidaré. La noticia aquella en efecto resultó falsa, pero estuvo en la primera plana de todos los periódicos, menos en Zeta. Ni uno de los diarios que la recogieron, hasta donde sé, aceptó su error ni ofreció disculpas a los lectores.
En mi memoria Chucho es como un litoral norteño donde el viento no concede tregua. No fue solo el fundador de un semanario incómodo, Zeta, sino alguien que nunca confundió el silencio con la prudencia ni la amenaza con la derrota. Sobrevivió a las balas de un asesino no para celebrar la vida, sino para seguir escribiendo, porque entendía que uno no abandona la crónica así nomás.
Lo recuerdo como se recuerda a los viejos jefes de taller: sin solemnidad, pero con el respeto que se guarda a quienes enseñan con el ejemplo. Era como Hormisdas Cobos entre las rotativas. Siempre lamenté no poderlos reunir: se habrían identificado a primera vista. Como Buendía, su nombre se volvió una referencia en el mapa moral del oficio. Cuando otros desviaban la vista de los peligros, ellos miraban de frente, como manda el deber íntimo que los movía.
Pero lo que más me impresiona, tantos años después, no es tanto su valentía -que la tuvo a raudales- sino su terquedad para creer que el periodismo debía ser una herramienta de claridad en un país con una clase política que se resistía a ella. Su lección sigue allí, intacta: un norte en medio de la marejada.
Jesus fue un muy combativo, muy recto y muy responsable reportero. A lo largo de su carrera formó generaciones y fue reconocido. En 1988 la Universidad de Columbia le otorgó la medalla “María Moors Cabot”, el más antiguo reconocimiento internacional en periodismo. En 1999 recibió el Premio Mundial de la Libertad de Prensa de la UNESCO y en 2001 el Premio Nacional de Periodismo.
Y para redondear el propósito de recordarlo en cada aniversario, recupero y comparto algo que escribí en 1997 con el título “Zeta, Blancornelas, libertad de prensa” a propósito de uno de los acosos del poder que sufrió.
“La tentación de citar a Martin Niemöller de memoria es más fuerte que el peligro de equivocarme: … un día vinieron por los socialistas, y como yo no soy socialista, no dije nada. Luego apresaron a los comunistas, y como yo no soy comunista, guardé silencio. Hoy vinieron por mi … y ya nada puedo hacer …
“En la pradera de la libertad de expresión brotan de vez en vez, como chispas que buscaran combustible, hechos que a todos nos deben poner en guardia. Un reportero despedido por lanzar a la autoridad preguntas incómodas; una cuenta publicitaria cancelada horas antes de la transmisión de un reportaje sobre la vida poco edificante de un dignatario de la iglesia; un edil que ordena el retiro de revistas de los puestos … o el ataque al director de la más influyente publicación de la frontera norte a quien se quiere involucrar en un asesinato ante el asombro e indignación de los ciudadanos.
“El periódico es Zeta y el periodista es Jesús Blancornelas. En el más reciente intento por silenciar a este reportero, atestiguamos cómo un brutal crimen -el asesinato de dos personas- pretende ser utilizado como ariete en contra de Blancornelas y su casa editorial.
“El caso ha tenido amplio eco en la prensa nacional e internacional, por el olor a censura e intento de reprimir la libertad de expresión que tiene el asunto.
“¿Qué hacer para alertar a ese ciudadano que, como en el poema de Niemöller, da la espalda cuando otros, embozados o no, declaran abierta la temporada de caza de periodistas? ¿Cómo hacerle comprender que esas agresiones son contra él mismo y pueden dañarlo más pronto que tarde? Lo único que podemos hacer es no renunciar a nuestro derecho a la palabra.
“Joel Simon, en el Columbia Journalism Review, publicó un artículo que explica al lector del otro lado de la frontera los pormenores de este intento por silenciar a Zeta.
“Durante los 36 años de una carrera profesional como uno de los principales editores y periodistas de una de las ciudades más turbulentas en cuanto a noticias, J. Jesús Blancornelas ha experimentado el asesinato de un colega, la clausura de su periódico por oscuros líderes sindicales, y todas las copias de una edición periodística denunciatoria confiscadas por el gobierno.
“Como tenaz editor de uno de los periódicos más combativos de México, Blancornelas ha hecho bastantes enemigos. Al paso de los años, mientras otros periódicos locales reproducían boletines y alimentaban el oficialismo, Zeta investigaba el narcotráfico, el tráfico de ilegales y la corrupción de las autoridades -dando incluso nombres […]
“[…] A pesar de un avance dramático en la manera en que se hace periodismo en los medios mexicanos […] los señalamientos y recriminaciones en los diarios tijuanenses demuestran que para algunos la prensa sigue siendo un vehículo para atacar a los enemigos políticos. Y los crímenes, por sí mismos, reflejan un clima de creciente violencia que provoca miedo en mucha gente, incluyendo a los periodistas”.
El ejemplo de Jesús Blancornelas permanece entre nosotros. Lo recordamos siempre.

juegodeojos@gmail.com

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