Sergio Gómez Montero*
Borrascoso año aquel. Los Huracanes sobrevolaban
El país entero. Se desataban los nubarrones
V. I. Lenin: “Poema”
Librando las actualizaciones del Covis-19, escribo desde casa notas sobre una realidad política terca y obsesiva, que se niega definitivamente a admitir la realidad que desde diciembre del 2018 vive el país. Quizá porque no la esperaban así: quizá porque pensaban iba a ser diferente: más negociadora, menos rígida con los cambios que se están registrando. En fin, sólo ;os conservadores conocen en realidad cuáles son sus pensamientos. Pero de que hay cambios, sin duda los hay y varios habitantes del país, que antes se beneficiaban con el antiguo régimen, se resisten, sin duda, a admitir las transformaciones que se están registrando en el país y que genéricamente se conocen como la Cuarta Transformación..
Lo que no ha cesado desde entonces, como respuesta conservadora, constante y que no se transforma, es la provocación continua como estrategia que busca el descarrilamiento eventual de la 4T para abrir por esa vía opciones que permitan el regreso de ese viejo régimen, el neoliberalismo, y que tantos y tan graves males acarreó durante 38 años a la gran mayoría de la población del país.
Es cierto, existen sectores de la población que no aprueban aún los cambios promovidos por AMLO, por el estilo poco terso (y a veces equivocado) con que dichos cambios se llevan a cabo. Quisieran que la transición que se impulsa (sobre todo hoy, en el marco de una pandemia tan terrible como la actual) no fueran ajenos a la falsa ternura de otras épocas y que, entre otras cosas, le costó al país endeudarse virtualmente toda su vida y estar en el umbral de otras guerra de los pasteles, ante la impotencia de poder pagar una deuda impuesta por el capitalismo voraz de la época contemporánea. Hacerle el juego a quienes quisieran que el país, como el gobernador jalisciense Alfaro, se niegan a actuar en el marco legal que hoy el país tiene establecido, y que buscan, malévolamente, el descarrilamiento del país antes mencionado, como vía corta para acceder a; poder sin cumplir con los requisitos que la Constitución establece y que son aquellos que, al margen de las provocaciones que se instrumentan quieren, a priori, lograr que el régimen de AMLO se interrumpa por esa vía cargada de ilegitimidad, como es lo que quieren hoy quienes se agrupan en Futuro 21 y cuyas ansias de poder son insaciables, como siempre lo ha mostrado, entre otros, Dante Delgado Rannauro.
La lucha que hoy existe entre nosotros entre cambio y permanencia se realiza en una coyuntura de provocación continua, que requiere por parte del gobernante la paciencia de Joa para evitar las trampas de que está tapizado el camino que tiene que recorrer y que también lo obliga ocasionalmente, como ya se dijo, a torcer de manera brusca el volante para evitar las minas y baches de que está plagado el camino, más aún porque, dichas maniobras se realizan al borde del precipicio, causando desconcierto y estupor entre quienes seguimos de cerca la trayectoria de la Nación.
¿Qué era lo que esperábamos de la 4T, un camino tapizado de rosas? No, desde luego que no. Sabíamos, sí, de una oposición pertinaz que no se iba a estar tranquila nunca; lidiar con ella era parte del juego de gobernar. Pero todo tiene sus límites y gobernar, entre otras cosas, implica orden. De allí entonces la pregunta: ¿no llegó ya la hora de poner orden para gobernar?
*Profesor jubilado de la UPN
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