Sergio Gómez Montero*
Yo soy América.
En su conjunto de caotismo
la refundo toda
L Castro: “Yo soy América”
Amanecí de buen humor cuando supe que el premio Nobel de Economía le había tocado a dos distinguidos economistas norteamericanos, a quienes El País (8-X-18) reconoce con las siguientes palabras: “Los estadounidenses William D. Nordhaus y Paul M. Romer han sido galardonados con el Nobel de Economía 2018. El primero por integrar el cambio climático en el análisis económico determinando los costes y beneficios de reducir las emisiones contaminantes. Y el segundo por hacer lo mismo pero con las innovaciones tecnológicas, explicando qué hace que una economía innove y, por tanto, crezca más que otras”, ambos, pues, son dignos de reconocimiento, aunque para los fines de esta nota en particular el primero se destaca, pues por primera vez se resalta el peligro que conlleva el cuidado del mundo, si es que no le otorgamos al medio ambiente nuestra atención plena, todos, todos los habitantes de este planeta. Es obvio que precisamente de México hacia el sur, particularmente hoy el cuidado del medio ambiente ocupa desde tiempo atrás un lugar estratégico, aunado ello con el decaimiento paralelo que registra el ambiente político de los países del sur, indistintamente en Brasil, Argentina y Paraguay, aunados a países europeos como Italia, Inglaterra, Austria u Holanda donde el renacimiento nazifascista es impresionante.
Ello, si bien asusta para el caso de nuestro país, también nos hace ver que nosotros no estamos exentos de esos quebrantos, pues día con día se incrementan nuestros malestares políticos, sociales y medioambientales que afectan al país todo: para el 2019 no habrá agua que alcance para la ciudad de México, los feminicidios de Ecatepec y Acapulco espantan, como espantan los 2000 homicidios por año de Tijuana o el crecimiento de homicidios en Ensenada, o el robo de autos y casas en todo el país. ¿Qué se requiere entonces para que esas cifras disminuyan o se modifiquen también las tendencias que hablan de un mundo que, cotidianamente, tiende aceleradamente al Armagedón y no hay manera de pararlo. ¿Qué se requiere para modificar esas tendencias negativas?
Si fuera sólo tendencias de gobierno, pudiéramos decir que el mundo pudiera cambiar con relativa facilidad, aunque el costo económico tienda a incrementarse cada vez más tanto en términos medioambientales como robóticos, dado el alto costo de los cambios que en esos ámbitos se registran, aunque, sin duda, la recomposición del tejido social, hoy seriamente deteriorado, es también otro gasto que tiene virtualmente roto a todos los países del mundo.
Jugar a los países rotos, ver cuál de ellos está más roto, no tiene sentido. Si los gobiernos quieren jugar a ello, que lo hagan. Los habitantes de esos países ya no tenemos por qué hacerlo.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx