viernes, abril 19, 2024

ISEGORÍA: Revertir el pasado

Sergio Gómez Montero*

No permitas Altísimo que los banqueros

y sus óxidos tóxicos

pasen por el ojo de la aguja

J. Ghashghaie: “Plegaria por el virus H1N1”

Criticar, muchas veces, es una tarea sencilla. Sobre todo cuando, como hoy, se quiere destruir al adversario por el puro hecho de destruirlo, sin tener argumentos válidos para hacerlo, sino sólo hacerlo por consigna, por la indicación expresa de hacerlo para así crear la falsa conciencia de que se está actuando para hacer el mal o para hacerlo mal. Díganlo si no, la gran mayoría de las críticas vertidas estos días en contra de López Obrador y su gobierno (extrañamente comandadas por Margarita Zavala), las cuales, aprovechando lo sucedido el jueves pasado en Culiacán, han buscado crear un estado de pánico generalizado en todo el país, con objeto, otra vez, de desestabilizar a la Nación.

Es decir, destruir al neoliberalismo no es fácil. Hoy lo mismo se demuestra en España, que en Chile, Bolivia o México, en donde las fuerzas neoliberales se resisten a soltar el control gubernamental de esos países, por el temor que les causa el ir perdiendo paulatinamente el control del mundo globalizado que construyeron con el capitalismo y que consideran no debe tener vuelta atrás. Tal periodo de lucha, desde luego, no va a ser fácil. Por el contrario, allí las luchas tácticas se vuelven amargas y dolorosas pues no hay reglas allí que respeten quienes buscan recuperar el poder que perdieron y es por eso que ponen en juego todo tipo de argucias y malas artes para volver a dominar lo que ya una vez estuvo bajo su dominio. Verlo de manera diferente, es cometer un grave error estratégico que, como en Brasil y Ecuador, puede causar retrocesos dolorosos que no debemos permitir se repitan en Bolivia ni mucho menos en nuestro país.

En este nuevo periodo de lucha, nunca antes registrado en América Latina ni a nivel mundial –lo cual es muy importante tomarlo en cuenta–, se registran ajustes geopolíticos muy significativos (Turquía atacando impunemente a los kurdos; Rusia acordando con Arabia Saudita), al mismo tiempo que tienden a agudizarse los enfrentamientos en aquellos países que buscan con afán desprenderse del control neoliberal que durante más de 30 años los mantuvo sumidos en la miseria, la desigualdad, la corrupción y la impunidad. En esa lucha se tiene que ser muy cuidadoso, pues como se da en el marco de la falaz democracia representativa, ello obliga a hacer concesiones de naturaleza múltiple a quienes defienden con todo los intereses neoliberales, mientras que, del lado contrario, se tiene que ser sumamente cuidadoso con las tácticas de lucha que se emprenden a la ofensiva pues siempre limitan, para bien y para mal, con el fin de no lastimar ni con el pétalo de una rosa (ya no se diga de una margarita) a nuestros enemigos.

Los dilemas que plantea el establecimiento de tácticas y estrategias ha sido desde tiempo atrás un problema mayúsculo para los marxistas de todo el mundo (díganlo si no hoy, los rusos y los chinos), y por eso hoy, cuando ese dilema se repite entre nosotros, de hecho no debiera sorprendernos. Lo que sí sorprende es que luego de la Comuna de París, cuando ese dilema se vuelve a presentar, las fuerzas de la denominada izquierda aún tengamos dudas sobre quiénes son nuestros enemigos y enemigas y cuáles son las tácticas de lucha a emplear para combatirlos, sin necesidad de hacer uso de la violencia para contrarrestar sus malas artes.

¿Será que 150 años son nada?

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

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