Sergio Gómez Montero*
y se sueñan uno al otro
hasta que son tan reales
que despiertan
I. Vitale: “Acto amoroso”
¿Cuándo comenzó el sueño? ¿Cuando cada quien lo soñó por su cuenta y por eso entre ambos tuvo que haber acuerdo? ¿Quien lo supo desde antes porque alguien cercano a ellos pasó el chisme o porque alguien elaboró la estrategia y dijo que la iba a poner en práctica? En fin, nada importa el cómo sino que ese cómo causa hoy sorpresa y estupor. ¿Por qué los dos gobiernos?
Sí, es extraño. Nunca había pasado. Por el contrario, lo más común era que el que mientras uno terminaba con bombo y platillo, el otro, paulatinamente fuera surgiendo y consolidándose, atrayendo cada vez más sobre sí el resplandor de los reflectores, mientras el otro palidecía poco a poco. Eran las reglas de antes. Por eso hoy extraña el que mientras uno no termina de morir, el otro brilla ya con una intensidad inusitada, como si él gobernase desde ya, opacando de manera brutal a quien se encargará de sustituir, y desde luego, la paradoja no es sólo un juego de luces y sombras, sino un juego político que uno como observador no termina de entender: ¿cuál es el sentido de ese actuar paralelo?, ¿quién manda realmente en el país?
El poder es un ejercicio fundamental en términos de gobierno desde épocas muy remotas, y por ende su estudio se convierte en una de las partes centrales de la política para entender cómo es, precisamente, que los gobiernos a través de la historia se van conformando, y así, el poder al gobierno le reclama singularidad. Por eso suena a inexplicable la existencia de un gobierno dual que comparten el poder amigablemente, por más que eso sucediese para que uno de los poderes se fuese entrenando como gobierno mientras el otro termina de gobernar. Tremendo galimatías, la verdad. Como a galimatías suena lo que hoy sucede en el país en donde la existencia de dos gobiernos no termina de explicarse como una realidad política congruente, toda vez que el poder se concibe unívoco y por ende incompartible. De allí lo extraño de la paradoja que parece estar afectando hoy a toda la vida política del país, desde la reconformación de la vida partidaria, hasta la integración que, desde el ámbito de los equipos de trabajo, genera conflictos desde el quién sí y el quién no, hasta el qué haré y qué no haré una vez que fui ungido por el toque divino del poder.
Pero no sólo eso, un problema más genera el gobierno paralelo desde el momento en que las peticiones no se sabe hacia dónde canalizarlas: hacia el gobierno que va o hacia el que apenas va llegando. En ese confuso tin marín el confundido peticionario se queda siempre temeroso de que nadie vaya atender a lo que a él urge, más aún cuando un cargo tan trascendente como el de fiscal general de la nación no se sepa aún como se va a definir.
¿A quién finalmente favorece la paradoja de los gobiernos paralelos?
*Profesor jubilado
gomeboka@yahoo.com.mx