Sergio Gómez Montero*
No mucho de nuevo trajo consigo la marcha rosa del domingo en la Ciudad de México. Tampoco el tercer debate (poco inteligente, la verdad). Algo que sí sorprendió es la toma de estafeta, abiertamente, de Claudio X. González como encargado y líder indiscutible de esa fuerza que desde tiempo atrás está presente en el ambiente político del país y que, en muchos sentidos, les ha quitado fuerza y representatividad a los partidos políticos que agrupa esa tendencia ultraderechista y reaccionaria que ella representa. De allí la interrogante: ¿nuevo partido político en México?
¿Para qué formalizarlo? ¿Para darle el poder formal a su líder hoy virtual, el mencionado Claudio? En la vía de los hechos, tanto el PRI como el PRD se encuentran casi tácitamente desaparecidos (el primero gracias a Alito Moreno, el segundo gracias a los Chuchos), en tanto que el tercero, el PAN, se mantiene gracias a los recursos que vía fraudes y gansterismo (negocios inmobiliarios, crimen organizado) obtiene, pero que mantienen la marca para así seguir obteniendo los jugosos recursos que el patrimonio nacional aún les canaliza vía el INE. Ellos tres, en el Legislativo, son una fuerza unificada en la que no se distinguen los unos de los otros, discuten con argumentos comunes, votan siempre lo mismo, y afuera de allí ellos representan a la burguesía y a sectores de la pequeña burguesía que viven el sueño de un iluso capitalismo idílico y sin conflictos: sectores de la población retrógradas y conservadores.
¿Qué ventajas obtendría esa burguesía y pequeña burguesía si es que decide agruparse en un solo partido político? Pocas, es cierto, mientras subsista la actual legislación electoral, cuya reforma está anunciada tan luego comience a operar la nueva Legislatura, una vez que se conozcan los resultados de la votación del 2 de junio próximo que, se espera, con una mayoría ampliada permita que tanto la reforma electoral como otras igualmente significativas se aprueben para darle continuidad a los cambios sociales que consoliden la presencia de la tendencia social que desde el 2018 le puso un alto al neoliberalismo que tenía agobiado al país y que hoy, como tendencia, se alinea cada vez más con las corrientes ultraderechistas que a nivel mundial quieren, a toda costa, no sólo que el capitalismo siga dominando, sino que luchan abiertamente en contra de todos aquellos que, en la vía de los hechos, tratan de poner un freno a todos los desmanes que acompañan hoy a ese capitalismo, que siempre ha sido un capitalismo salvaje que, indistintamente, no respeta ni a la sociedad (a la clase obrera en particular), ni a la naturaleza, ni a todo aquello que tiene a su alcance.
Puestos en la carrera, los nuevos fascistas que asoman la cara (el nuevo partido que se vislumbra) mandaron ya a sus intelectuales orgánicos a que firmaran un desplegado en donde claman por el fin de sus privilegios y de los regímenes que los propiciaban y por el fin de las instituciones que ellos levantaron para impulsar sus designios perversos.
Mucho van a decir y definir, pues, los votos del próximo 2 de junio. Sin duda.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada