Sergio Gómez Montero*
¿Cómo abordar, hoy, las complejidades del mundo actual? ¿De qué instrumentos teóricos debe uno valerse para rascar, por abajito de la superficie, para saber de qué está hecha esa realidad amarga que se sucede todos los días? Lo digo angustiado porque no logró aún descubrir el cómo interpretar lo intrincado de una realidad que no deja de moverse y conmovernos (palabras parecidas pero no iguales) cotidianamente. ¿Quién le mete hoy mano a la realidad, con certeza. a la hora d interpretarla?
Es cierto, quienes practicamos el periodismo sabemos que ese ejercicio –leer la realidad– siempre representa dificultades múltiples, por la cantidad de componentes que allí convergen y combaten los unos con los otros, convirtiéndose continuamente en fake news destinadas a distorsionar en todo lo que se pueda a esa realidad que se trata de leer, convirtiendo a la lectura en una tarea más complicada, pues ahora uno, si quiere conocer la verdad, tiene que enseñarse a quitar la cantidad de basura que se acumula alrededor de ella. Pero, con todo, finalmente, ¿con qué finalidad ensuciar de tal manera la realidad?
Si uno, por ejemplo, centra su atención en la campaña electoral que se desarrolla en México, con facilidad se da cuenta de que ella, por parte de los conservadores, una y otra vez se ha estado buscando hundirla en una serie de guerras sucias como táctica que permita así reducir la ventaja inalcanzable que separa a su candidata de la candidata de la otra coalición, la que propugna por darle continuidad al proyecto que busca deslindarse definitivamente del neoliberalismo, que tanto daño hizo al país. En ese afán de guerra sucia los conservadores del país no caminan solos: en esa tarea se han entrometido varios personajes (agencias estadounidenses, medios de comunicación diversos, agencias y partidos políticos de origen extranjero) que se identifican todos con una tendencia que desde tiempo atrás, en todo el mundo, trata de ganar terreno: una derechización creciente de la política (la neoderecha europea, partidos como Vox, PP y varios otros, Milei y sus libertarios, Bolsonaro, Macron, Netanyahu, etcétera) como brazo político de una economía capitalista que, como hoy lo afirma Varoufakis, se ha vuelto un verdadero fantasma tecnofeudal que polariza la posesión de la riqueza de una manera aterradora: menos del 2 por ciento de la población acumula más del 50% del ingreso, mientras más del 60% de la población vive sólo con el 18% del ingreso global. Una locura.
Es mucho, pues, por lo que hoy se lucha en las próximas elecciones del país. Es decir, no sólo por ganar unas elecciones que se tienen ganadas de antemano, No, sino defendiendo un proyecto de país que se aleje del neoliberalismo y si es preciso se radicalice más (el siguiente escalón de la 4T).
A menos que, claro, como los argentinos queramos vernos por las principales calles del país (como los ches por la Plaza de Mayo) exigiendo que se deroguen las leyes que enriquecen más a los ricos y siguen incrementando así, allá, el número de pobres de ese pobre país..
*Profesor jubilado de la UPN