viernes, abril 19, 2024

ISEGORÍA: Los dolores del país

Sergio Gómez Montero

Si salgo un día a la vida

mi casa no tendrá llaves:

siempre abierta, como el mar,

el sol y el aire

  1. Ana: “Mi casa, mi corazón”

 

He escrito muchas veces anteriores que son múltiples las cosas que al país duelen. Enumerarlas me llevaría el total de este artículo y quizás un poco más. Todo lo que le duele al país lastima y ocasionalmente hace llorar por la impotencia que uno siente ante esa tragedia, dada la inmensidad de la problemática que ello conlleva. ¿Quién, por ejemplo, no se inquietó con la desaparición del joven Marco Antonio Sánchez, tanto porque iba de por medio la vida de un ser humano que comenzaba a participar activamente en la vida diaria de la ciudad, como por –lo que más dolía quizá– la total impunidad con la que actuaron, en la desaparición temporal de ese joven, los policías de la CDMX y del estado de México? ¿Dio eso asco o no, añadiéndole a ello la cobertura cómplice y de connivencias de las autoridades de gobierno tanto del antiguo DF, como del estado de México?

            Es decir, en un país de miserias ¿qué no duele, qué no lastima, qué no causa vergüenza; a quién, ese país, lo deja incólume?  Corrupción, asesinatos, desaparecidos, marchas de migrantes, prostitución a montones, drogadicción; con un sólo caso que lo fuera o hubiera, eso, sin duda, dolería y nos llevaría a preguntarnos y bueno, ¿qué pasa entre nosotros que seguimos en silencio?

            ¿Qué tan acostumbrados estamos a vivir en tal tipo de país? Bastante, buena parte de nosotros (es muy difícil dar cifras al respecto) cree que esa es nuestra manera natural de vivir: entre el dolor, y por eso se nos hace natural el dejar pasar el cúmulo de tropelías que arrastran consigo las violaciones a la ley y a los derechos humanos que cotidianamente se registran en el país. Pero el que poco a poco sale a flote la conciencia es indudable. Quizá todavía no de manera masiva; pero sí ya, a partir de este año electoral ha sido posible que la sensibilidad al dolor ha ido en aumento, de la misma manera en que la informidad crece y crece el sentimiento de que hay que hacer algo para motivar a las autoridades a actuar como a ellas corresponde hacerlo. Es decir, hay conciencia, entre la ciudadanía, de que el papel de la autoridad, como lo dice la ley, debe cumplirse de manera pacífica para que haya paz, pues si la autoridad actuara con la fuerza (como lo quiere establecer la nueva Ley de Seguridad Interior), el caos en el país seria de dimensiones imprevisibles (ojalá y lo tomen cuenta los ministros de la SCJN).

            En términos de vida social, los esquemas suelen gastarse. El esquema de partido único de Estado en México tiene la friolera de cerca de 90 años, pues los doce de PAN fueron lo mismo de lo mismo, y eso, sin duda, implica el que ese esquema comienza a pasar aceite y ya no le es funcional al país, y esa es la razón que explica el por qué hoy la población muestra no sólo cansancio sino irritación.  

            ¿Hasta qué punto esa irritación puede aguantarse? Puede ser que en julio de este año tengamos una respuesta para esa pregunta…

*Profesor jubilado

gomeboka@yahoo.com.mx

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