Sergio Gómez Montero*
De pronto, mi padre detuvo
su caballo y preguntó si yo sabía a dónde íbamos.
Le contesté que no. Entonces vamos bien, me dijo
E. Chirinos: “Lo que mi padre quiere realmente de mí”
En recuerdo de Manuel Mejido
Es difícil, sin duda, jugar a la democracia en los márgenes estrechos de lo electoral, que en sentido estricto tiende (o ha tendido históricamente) ha anularla, al reducirla sólo al juego de los perfiles de los candidatos, provocando por lo común el olvido de lo sustantivo del proceso: qué es por lo que realmente se lucha, qué se disputa, cuáles son las ofertas políticas que allí, en la palestra, existen para que el ciudadano escoja. Es decir, hoy, pareciera que los procesos electorales no le otorgan ninguna importancia a los principios políticos en que se sustentan los diversos partidos políticos, como si ello no fuera una parte esencial que se ofrece al electorado a la hora de votar. Todo se reduce a quién es el candidato, no importa en qué crea o qué principios políticos sustente.
Eso, que sucede desde mucho tiempo atrás y que hace que una elección se parezca a la anterior (cuando el PRI gobernaba y hoy parece sucederá lo mismo con Morena), anula pues, de raíz, la democracia que se sustenta en la lucha por principios políticos y se reduce a ser una lucha de candidatos que sostienen, en diversa medida, listas de falsas promesas con las cuales engañan a los votantes, hasta que, en 2018, era tanto el hartazgo y el cansancio de los votantes con el neoliberalismo, que ese hartazgo y ese cansancio se concentraron en una votación masiva en favor de López Obrador, en quien vieron, con esperanza, como el operador que iba a lograr que la raíz del hartazgo se extirpara (el neoliberalismo) y lograra así el país salir adelante. No hubo, pues, proyecto de país sustentado en principios políticos, hubo, básicamente, esos hartazgo y cansancio hacia el neoliberalismo. Hoy, pareciera ser que lo mismo se repite.
Se repite porque Morena (ese cúmulo de grupúsculos pertenecientes a diversos sectores de la sociedad y de diversas creencias) sigue careciendo de principios e ideario políticos y se mueve de acuerdo a como soplan los vientos de la 4T, o en otras palabras, a cómo se mueven los proyectos que se impulsan unilateralmente desde Palacio Nacional, que sigue siendo la sede que decide unilateralmente el quehacer del hoy partido dominante.
¿Podrá en el poco tiempo que queda lograrse que Morena cambie su dinámica actual y surja como el partido político con ideario y proyecto de país diseñado colectiva y colegiadamente que hagan suyos los militantes y sobre todo candidatos de Morena –que previamente participaron con sus saberes en el diseño de ideario y proyecto de país– que defiendan los colores del partido primero en las elecciones de 2022 y luego en las importantísimas de 2024?
Los milagros, a veces, están a la vuelta de la esquina.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx