viernes, abril 19, 2024

ISEGORÍA: La política: olla de porquerías

Sergio Gómez Montero*
Cuando emprendimos el camino
no nos preguntamos
adónde íbamos
V. Vergilov: “Humanidad/1”

¿Por qué la política, de ser una actividad socialmente muy útil –central, por ejemplo, en la vida diaria de la Grecia clásica– se ha convertido hoy, en la vida cotidiana del país, en una actividad degradante y que implica corrupción en todo sentido (“El que no transa no avanza”)? Puede uno, al respecto, mencionar hoy ejemplos varios al respecto (Toledo, Téllez, Castillo, Mancera, más varios que están a la espera: Lozoya, Duarte, Videgaray y la lista es larga) que se han encargado de degradar el quehacer político de una manera brutal y que hoy, en época electoral, se ven acompañados por aquellos que por estos días optan por un puesto de elección popular, confundiendo a la justa electoral como concurso de belleza, como sucede en Baja California, en donde la política desde tiempo atrás olvidó sus bases retóricas y es hoy sólo un juego de tristes desfiguros.
La kakistocracia (el poder de los peores), pues, se ha apoderado de la política y le ha quitado a ésta las bondades que durante tanto tiempo la acompañaron, dado que prefigurar leyes, por ejemplo, era una tarea revestida de virtudes, lo cual, hoy, pareciera ser una tarea menor entre quienes se supone salvaguardan el orden de la ciudad.
¿Cuándo se podrá, entonces, recuperar el carácter magnificente del hacer política? ¿Cuándo los políticos volverán a ser personajes relevantes de la vida pública? ¿Cuándo su voz, emitida en los foros públicos, marcará el camino a seguir por la sociedad toda?
Dura, ingente tarea será y es la que habría que llevar a cabo para darle de nuevo a la política los vuelos que tuvo en épocas pasadas. Dejar atrás esta época de silencios dolorosos o de clamores cínicos de los políticos es urgente, pues hoy el ambiente público que se vive, en el cual un galeno rastacuero puede decretar la muerte de un paciente, por más que éste sea el Presidente de la República, es un ambiente de tristeza infinita, porque el respeto a la vida humana, por ejemplo, puede patearse como si fuera una pelota con la que se jugara fútbol. De ese tamaño es hoy, entre nosotros, el ambiente político en el que vivimos.
No se pide, desde luego, poner aquí en juego las palabras de Aristóteles, para quien la ciencia política se debía regir con base en datos empíricos, organizados de la misma forma taxonómica que en el mundo natural o recordar cómo en Shakespeare el objetivo de sus dramas es el poder o sea el mismo objetivo que el drama de la política, que hoy, entre quienes se preparan en búsqueda de un puesto electoral, confunden política sólo con la posibilidad de figurar en la vida pública para hacer y decir todo tipo de tonterías y barrabasadas.
Sí, vivimos tiempo de tristeza infinita entre enfermedad y política. Ni para dónde hacerse, el tsunami de la descomposición pública parece que ya nos alcanzó.

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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