Sergio Gómez Montero*
No es fácil, nunca, decir la verdad. Ella, la verdad, para el hombre, por lo común, es una carga muy pesada con la cual no fácilmente se puede transitar. Pesa, hostiga, remuerde, en particular cuando ella, en el periodismo, va de por medio. El INEGI lo ha constatado de manera reciente: la credibilidad de la prensa escrita va en picada por muchas razones, entre otras por la ruda competencia que representan las pantallas en cualquiera de sus versiones: TV abierta, celulares o redes sociales. Jugar ese juego (ver la película coreana Wonderland), ver quién dice la verdad, es un juego de nunca acabar. Ejemplos sobran. El más reciente: la detención, en México, por parte de la justicia norteamericana, de El Mayo Zambada y del Chapito, el hijo menor del Chapo Guzmán. Historia tenebrosa de por sí.
Tenebrosa como son todas las historias del narcotráfico en México, pues este último, desde que se origina como actividad criminal en la frontera entre México y Estados Unidos a principios del siglo XX involucra a los más disímbolos personajes de ambos países (legales unos y los otros no tanto), que se encargan de construir mundos complejos de compromisos múltiples a los que no es nada fácil penetrar. Aún hoy las reglas bajo las cuales opera ese universo creo que nadie aún tiene certeza absoluta de cuáles realmente son. De ahí entonces que en realidad nadie sepa, hasta hoy, qué en realidad pasó y por qué se dio en los términos en que se dio. ¿Importa? No, no mucho. Lo que importa es que el efecto buscado se cumplió: darle aire a la campaña de los demócratas norteamericanos en búsqueda de la presidencia de su país. Eso, hasta hoy, es lo único que ha quedado claro. Eso, claro, mucho más allá de la información en todos sentidos que ha circulado al respecto, lo que no ha ayudado mucho a esclarecer la verdad. Cada quien su versión de lo que sucedió.
Y es válido que así sea, pues, insisto, el mundo del narcotráfico en tanto negocio binacional es de una complejidad apabullante y, dadas sus reglas de operación, muy difícil de darle seguimiento y sobre todo de tener certeza sobre sus reglas de operación. Ni leyendo mucho de lo que se ha escrito sobre ello puede uno tener certeza de cómo opera el negocio y de cómo, eventualmente, se ejecuta alguna de sus operaciones, como fue la reciente captura mencionada. Y de allí entonces una pregunta totalmente válida: ¿por qué, hasta hoy, ese negocio continúa siendo tierra vedada no sólo para los mortales comunes y corrientes como uno, sino, en apariencia, para los gobiernos de ambos países? ¿Cuándo, si algún día llega a suceder, se conocerá la verdad de las detenciones aquí mencionadas? ¿Cuándo, el narcotráfico dejará de ser la tierra vedada que hasta hoy es?
Yo no sé si la opinión pública norteamericana esté satisfecha con la información que fluye en su país sobre el narcotráfico (algún maloso diría que está tan drogada que eso le vale un churro), pero yo creo que nosotros acá en México sí debemos exigirle al gobierno que, como en Ayotzinapa, sea claro al respecto. Mínimo.
*Profesor jubilado de la UPN/México