Sergio Gómez Montero*
No es nada sencillo levantar las construcciones que dan sustento a un proyecto político; menos sencilla la tarea si ella se lleva a cabo en un ambiente de la complejidad del México contemporáneo, cuyos rasgos más destacado son dos, determinantes en la época actual: uno, una vecindad, al norte, que ni Dios quisiera, y dos, un poco más de treinta años de un neoliberalismo feroz y arrasador, que dejó un país destruido por la operación de los poderes de facto y engañado por las falacias del desarrollismo.
Es cierto, hace seis años el panorama no era mucho mejor y con todo no sólo se mantuvo la estabilidad del país (con todo y pandemia), sino que, aprovechando los factores coyunturales (remesas y nearshoring) la economía del país fluctúa entre el noveno y el amás de una vez) y que, sin duda, puede seguir mejorando. ¿Cómo entonces, a partir de allí, ascender al siguiente escalón? ¿En qué debe consistir ese ascenso?
Todo proyecto político, desde años atrás, en nuestra región (América Latina) se plantea un dilema ineludible: ¿cómo desligarse de las ataduras expoliadoras del capitalismo? Desde luego, darle respuesta a ese dilema no es una cosa sencilla porque, como sea, ello conlleva una cinmoción social de la que no siempre se sale bien librado: o porque las presiones internacionales se vuelven insoportables (Cuba y Venezuela) o porque las indecisiones conducen a fracasos gubernamentales sensibles (el primer Lula, Kirchner y Fernández, Evo, Casyillo, Correa). Hasta hoy una opción ante el dilema mencionado es inclinarse por la transición sedosa (ni chicha nj limonada) que no rompe con los podres establecidos (ni los formales ni los de facto) sino que gobierna haciendo concesiones y aparentando que no se aparenta (aunque patrzca contradictorio) y sacando así las cosas adelante, como hoy lo están haciendo Petro y López Obrador, montados hasta hoy en una disyuntiva que corcovea con furia, pero que hasta hoy es controlable. A partir de esa disyuntiva se va a construir el nuevo proyecto político de la candidata de Morena. ¿Sorpresas en perspectiva?
No, ninguna. Se seguirá gobernando con base en la disyuntiva mencionada que así, en el terreno de lo político; se concreta hoy en el denominado Plan C, aberrante y absurdo hasta la saciedad por el cúmulo de concesiones que conlleva para los enemigos de la 4T y que como táctica, hace seis años, fue un fracaso lamentable y previsible (Lili Tállez, Germán Martínez, et al), por lo que no se entiende porque hoy, con más énfasis, la entrega de cargos públicos a enemigos del proyecto de cambio social se considera una acción prioritaria.
Y desde luego, lo mismo que sucede en lo político se vislumbra sucede en lo económico e ideológico, lo que prevé un futuro incierto para el país y lo que lleva a uno a preguntarse: ¿se acordará acaso Claudia Sheinbaum de sus años en la Facultad de Ciencias en la UNAM?
*Profesor Jubilado de la UPN