Sergio Gómez Montero*
Atrás, muy atrás quedó la época de los “jilgueros”, aquellos acompañantes rituales, obligados, de los políticos en campaña, quienes, los jilgueros, una vez iniciado el mitin desgranaban un discurso retórico cargado de alabanzas al líder en turno (el político al cual acompañaban) y en el cual se entreveraban referencias al contenido programático que defendía el partido del varias veces citado líder político. De una u otra manera, pobre, muy pobre discurso político.
Hoy, al no haber jilgueros, pareciera ser también que los discursos políticos si bien es cierto que no han desaparecido, sí se han difuminado y –en las campañas por la Presidencia actuales– se vuelve difícil identificarlos. En la oposición conservadora, porque las risas, los insultos callejeros de mal gusto y la reiteración por regresar al pasado no logra integrar nada coherente ni plausible, es pura faramalla retórica. El candidato fofo, en su naranja que nada dice, se pierde en propuestas que no tienen sentido ni sustento y que se caen por su propio peso. Y finalmente, la candidata preponderante, por obvia estrategia política se mantiene hasta hoy reservada, expectante y siguiendo muy cerca el discurso (ése sí muy elaborado) de la 4T, calificado aquí de transición sedosa y cuyo significado es muy claro y muy preciso: buscar que los mínimos de bienestar se extiendan lo máximo posible, sin tensar lo menos que se pueda los sustentos de la sociedad capitalista en que se vive. Ir poco a poco arando en el mar esperando cosechas inconmensurables que, obvio, nunca se van a obtener. Desde tal retórica discursiva no se lanza al viento como antes la lanzaban los jilgueros una discursiva política muy elaborada. Hoy, la manera privilegiada de hacerlo es vía las redes sociales. que permiten llegar a mercados de oyentes y videntes de consumo amplio, que, indistintamente, hacen suyo lo que escuchan o ven o que, igualmente, lo dejan pasar sin ver ni oír (lo tiran a la basura, pues).
Así pues, el discurso político los últimos cincuenta años ha cambiado radicalmente de forma y contenido y sólo analistas políticos muy perspicaces como Varoufakis, Monedero, Iglesias, hoy, dan cuenta formal y precisa de ello, planteando nuevas premisas para construir el discurso político que tan destartalado se encuentra en la actualidad. Sí, afirman los pensadores citados, si no se habla con claridad absoluta hoy de qué economía se quiere impulsar para ir, paulatinamente, desprendiéndose del capitalismo; de qué democracia se quiere construir para que desde abajo y desde la izquierda el pueblo manifieste su voluntad, y de qué ideología defender, que impulse todo el poder de las mujeres, el cuidado del medio ambiente y por sobre todas las cosas el empoderamiento del trabajo sobre el capital, el discurso político que se impulsa desde la izquierda se vendrá al piso, no tendrá sentido.
No es fácil, pues, la tarea. Mucho falta por hacer y emprender en un país como el nuestro, en donde, se insiste, el discurso político se encuentra tan destartalado.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada