sábado, abril 20, 2024

ISEGORÍA: El hacedor de milagros

Sergio Gómez Montero*

su vida  sólo un gerundio
antes ni después es nada
sólo el minuto del vuelo

M. García Verdecia: “tratado de la flecha”

De pronto todo nos sabe a Rulfo, a “Anacleto Morones”, a Lucas Lucatero, quien, con las mujeres, todo lo puede; él, con ellas, es un verdadero hacedor de milagros, de la misma manera que los pobladores de Ciudad Valles –en donde han ocurrido diversos relatos literarios–, casi en la madrugada del pasado 20 de este mes, se le amotinaron a AMLO en las puertas de su hotel para exigirle virtualmente la realización del milagro de que, por voluntad divina, desconociese al presidente municipal de la localidad. ¿Buena o mala fe de por medio; buena o mala fe la de los líderes agrarios que exigen cumplimiento a demandas que vienen desde Carlos Salinas de Gortari? ¿Cuáles son los límites del gobierno de López Obrador? ¿Cómo identificar cuando se actúa de buena o mala fe.

Acabo de leer un texto del maestro Eliades Acosta Matos (“¿Cómo romper el cerco del capital?”, Marxismo Crítico, 2-7-2019) que escribe lo siguiente: “La invisibilización de lo crudo, la desconexión entre causas y efectos y la carnavalización de la realidad son las herramientas más acabadas con que el capitalismo se defiende de sí mismo. O al menos de aquellos radicales que no se contentan con los jirones que se ofrecen y van a las raíces. Que eso y no otra cosa es ser radical, al recto decir de José Martí”. Es decir, el capitalismo tiene formas diversas de defenderse y una de ellas, poco común, es haciéndose invisible, como si él no fuese fiel sino todo lo contrario, y uno, entonces, así, no supiera con quién está peleando. Es decir, para el capitalismo todo se vale y por eso uno a veces no sabe contra quién está peleando: si contra enemigos reales o enemigos ficticios, o, al menos, así parece desde los extraños acontecimientos en que se vio involucrada la Policía Federal, en lo que uno no sabe si se está actuando de buena o mala fe, precisamente.

No es pues fácil gobernar en contra del capitalismo, no sólo por la cantidad de enemigos que hay que enfrentar, sino por la cantidad de mañas que esos enemigos ponen en juego para tratar de vencernos como adversarios. El problema de volver invisible al enemigo es que los golpes que supuestamente se le dan a él, son golpes en el vacío que nadie sabe finalmente si atinan en el blanco o no. De tal forma que por más golpes que se lancen en contra del enemigo –todas las mañanas–, la certeza de cuántos se han atinado es un número impreciso, inexacto. Un ejemplo concreto de ello es la “ley Bonilla”, contra la que se han tirado varios golpes certeros, pero hasta hoy, en Baja California, nadie sabemos si esos golpes han sido certeros o no. Y ejemplos al respecto, sobran: desde Odebrecht, Medina Mora, Collado, hasta hoy (del Mazo), la lista es muy larga de todos los que siguen sin castigo. Y eso es grave, porque gobernar a medias tintas, sin aplicar la ley, es negar la lucha de clases, lo cual implica no gobernar o lo que es peor, gobernar, sin querer, para el capitalismo.

Un gobierno así, para nadie es sano. De allí, por eso, que los ataques hacia el gobierno hoy se multipliquen tanto desde la derecha, como desde una izquierda que no sabe a veces qué hacer. En otras palabras, ese estado de caos se asemeja mucho, en verdad, a los golpes de Estado blandos que ya se han dado en varios países de América Latina. ¿Lo habrá tomado ya en cuenta Morena?

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

Artículos relacionados