Sergio Gómez Montero*
En memoria de Christian Vásquez, recién asesinado
en Tecate. B. C.
Sin duda, ha sido desgastante la batalla electoral. No, desde luego, porque ella se halla caracterizado por una lucha intensa de ideas y proyectos (si los hubo, los hubo sólo del lado de Morena, en todos los frentes). Lo que prevaleció por parte de la oposición hasta hoy (y que prevalecerá los tres días de campaña que faltan) son los ataques bajos, sin sentido, la desinformación, chantaje puro y vil (guerra sucia, pues), como bandera para atraer la atención, pues sabían desde el inicio de la contienda que tenían perdida la batalla. Ni qué pelear.
Pero no es eso lo que hoy preocupa. Lo que hay que comenzar a ver y sobre ello pensar es el qué vendrá en términos de política, pues poca, pero todavía tendrá vida la oposición y seguirá dando guerra a pesar de su estrepitosa derrota. ¿Qué pues depara entonces el futuro, una vez que se cayeron las mentiras que estos días últimos de campaña levantan los voceros de la oposición?
Luego de hacer el balance de triunfos y derrotas (con especial énfasis en la Ciudad de México y Veracruz) ocupará un lugar prioritario el darle cuerpo a las reformas constitucionales que quedaron en el candelero (sin luz propia éste todavía), de manera paralela a ello toca a definir un tema central: ¿se debe seguir caminando por la vereda de las reformas a la Constitución del 17 o no habrá llegado ya la hora de pensar en un nuevo proyecto constitucional más acorde a los tiempos contemporáneos? Álgido el tema, es cierto, pero él ya debe de aparecer en el tapete de las discusiones, una vez que, después de las elecciones, se consolide el poder del pueblo como fuerza determinante del conjunto social del país. Existirá para ello mayoría parlamentaria que cobije e impulse ese proyecto.
Otra batalla inmediata a dar contra la oposición, igualmente trascendente, será la conformación del gabinete presidencial que si bien, obvio, deberá ser lo más cercano posible a la nueva Presidenta del País, él tiene dos tareas inmediatas a cumplir. La primera de ellas, obvia pero no sencilla, es contribuir a consolidar la imagen de mando y singularidad de la nueva mandataria. La otra igualmente trascendente y para nada sencilla es definir desde el principio en qué va a consistir el segundo piso de la 4T, ¿cómo seguir impulsando los cambios sociales de manera paralela a la consolidación de una vida económica que aproveche todas las coyunturas que se ofrecen sin lesionar, ni mucho menos, los intereses de los trabajadores y protegiendo lo máximo posible a los más desprotegidos de la población.
Tercera tarea de gran trascendencia va a ser definir si Morena se queda como está o se somete a una cirugía mayor, que haga de él la maquinaria política requerida para actuar de manera adecuada frente a las nuevas realidades políticas, innumerables, que ya se están conformando dentro y fuera del país. Puf, realmente puf.
Desde luego, un guardadito aparte será no cejar, ni mucho menos, en dar la batalla a todo lo que da en contra de quienes, cuchillito de palo, no dejarán de llorar, desde la oposición, porque lo que era suyo –lo más oprobioso del neoliberalismo– ya no existe ni tendrá cabida nunca más.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada