Sergio Gómez Montero*
En memoria de Antonio, Toño, Castañeda
Un hombre muere en mí,
Siempre que un hombre
Muere en cualquier lugar
J. Torres Bodet: “Civilización”
Luego de cinco años nada sabemos a pesar de que, como ha escrito en estas páginas Francisco Rodríguez, todo sabemos. Para 2014, la sierra de Guerrero, como hoy, era una de las múltiples cunas del narcotráfico y delincuencia que existen en el país, en donde convivían y conviven indistintamente tanto fuerzas del Estado (políticos de todos los niveles, policías y ejército) como líderes empresariales de todos los niveles (ejemplos sobran) y. desde luego, la fuerza operativa del narcotráfico, que conforma también un ejército de un poder casi infinito (como bien lo ha descrito Saviano en sus diferentes libros y lo han comprobado los periodistas que a través de su muerte lo han experimentado). Ese es el Estado verdadero que predomina en México, en donde radica en verdad el poder que establece las reglas del qué hacer y cómo hacerlo en el país, y que a la vez que comete toda clase de delitos, él establece también a quién castigar y cómo. Ese es el Estado que operó hace cinco años en Ayotzinapa en contra de los estudiantes de la escuela normal rural Isidro Burgos de ese lugar, de allí que será difícil, con precisión, saber finalmente cómo fue que se operó en contra de los 43 estudiantes de esa escuela qué nadie sabe con certeza qué pasó con ellos.
¿Lo sabría acaso Enrique Peña Nieto, presidente entonces del país? ¿Conocía acaso él el Estado que le tocaba supuestamente encabezar, o como resultó finalmente (y él mejor que nadie lo supo) a ese Estado no es el presidente de la república el que finalmente decide qué hacer con él y cómo hacerlo. El presidente en turno recibía al Estado y otros, en su lugar, decidían los quehaceres. Hoy no se opera así, pero la herencia permanece y hasta hoy no se ha disipado en muchos sentidos.
Es decir, luego de la posguerra y con base en los Tratados de Bucareli, en México se estableció un Estado malévolo, encabezado por el PRI de aquel entonces, que fue al que Cárdenas tuvo que hacerle frente durante la expropiación del 38, pero el que se le impuso en 1940 para que entregara el poder presidencial a Manuel Ávila Camacho y de ahí en adelante hasta Enrique Peña Nieto. Los lapsos del PAN fueron negociaciones de cúpula (de las que Luis H .Álvarez y Diego Fernández de Cevallos supieron mucho, luego de traicionar los Acuerdos de San Andrés), en donde todos sabían qué iba a cambiar para que nada cambiara. Así pues, la Historia aún no describe a detalle cómo fue que ese Estado malévolo se formó y operó desde 1923, luego que se marginó del grupo constitucionalista revolucionario a las corrientes anarcosindicalistas y agraristas radicales y el obregonismo quedó al mando del proceso social.
Pero eso es historia, aunque historia que nos ayuda explicar el por qué la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, porqué durante cinco años no hemos sabido realmente qué pasó al respecto y porqué eso le causa un enojo enorme a Alejandro Encinas Barrales, quizá, porque sabe que mientras el Estado malévolo de Ayotzinapa siga vigente como hasta hoy, la Cuarta Transformación no será sino un mal chiste al que nadie tomará en serio.
¡Vivos se los llevaron. Vivos los queremos!
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx