miércoles, abril 24, 2024

ISEGORÍA: El dilema: ¿Estado o mercado?

Sergio Gómez Montero*

En la escuela de los vencidos el hollín empavesa sus ventanas
el rosal que te ignora ocupa aquí poco sitio

J. Larrea: “Verdad capital”

Son duros los tiempos que se avecinan, porque si bien se entiende que las bases de la acción gubernamental se sustentarían, en el futuro inmediato, en el restablecimiento de las funciones de un Estado que se encargue, de nuevo, en conducir el funcionamiento de la economía para alcanzar un crecimiento sostenido mínimo del 6% anual, con la finalidad de atender, antes que nada, las necesidades de los sectores más amplios de la población, de la misma manera que ello se logró cuando las épocas de Ortiz Mena y el desarrollo estabilizador (principios de los sesentas), suena a utopía, es cierto, pues conducir hoy a toda la población del país hacia esa finalidad, pues ello implica someter primero a los mercados a ella y segundo, lo más difícil, modificar sustantivamente el consumo y por ende los modos de vida de toda la población (se imaginan, por ejemplo, trabajar para que en 12 años máximo se revierta el consumo de energéticos fósiles por energéticos renovables, como ya lo está proponiendo la ONU con carácter de urgente).

Desde dentro del gobierno, pero particularmente hoy desde fuera de él, las dificultades son múltiples, porque particularmente la economía desde la época de la Madrid (principios de los ochenta) fue paulatinamente entregada a los mercados, a la vez que el Estado quedaba reducido a cero y su aparición en la economía se reducía sensiblemente y la pobreza –que no era tan brutal los años anteriores– se disparó a los niveles brutales que hoy tiene, mientras un grupo muy reducido de empresarios acumuló riqueza de una manera insultante. De allí la necesidad de borrar esa situación para volver a equilibrar de nuevo la distribución de la riqueza en el país. ¿Se podrá?

Tanto Estado como mercado son dos entes sociales poderosísimos que por lo común se encuentran enfrentados dada la naturaleza de ambos, sin que hasta la fecha, al interior del capitalismo, ninguno de los dos haya cedido ni haya sido borrado por más que ambos, en ocasiones múltiples, lo hayan intentado, de la misma manera que ambos durante múltiples veces han tratado de conciliar sus fuerzas y tratado así de vivir en sana paz y tranquilidad (la más reciente ahora con López Obrador). Es obvio que eso nunca se ha logrado, y por eso hoy, a partir del primero de diciembre, uno está esperando cuándo llegará la hora de los cacerolazos, es decir la hora en que Estado y mercado digan hasta aquí y saquen a relucir sus armas más características.

La manera metafórica con que hasta aquí se ha descrito la realidad actual del país, no le quita a esa realidad el dramatismo que ella encierra y que sólo, a ratos (el drama de Tijuana y los migrantes centroamericanos, por ejemplo), se nos presenta con toda su contundencia. ¿Qué va a pasar, por ejemplo, cuando sepamos la verdad de Ayotzinapa y cuando se trate de cobrarles la cuenta a los culpables? ¿Depondrán fácilmente las armas los sicarios del crimen organizado?

Triste país nos dejó el mercado neoliberal. ¿Será el Estado que está surgiendo capaz de borrar ese país de espantos?

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

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