Sergio Gómez Montero*
Yo he lavado la música, la enjuagué en nieve mojada.
Yo soy, en último caso, un hombre de luto
Ch. Ide Hintze: “Modelos de mi lugar”
¿A qué nos saben estos días América Latina que no sea a rabia mal contenida, entre otras cosas a ese intento hasta ahorita contenido de volver a implantar el colonialismo en nuestras tierras, como si la Doctrina Monroe fuera un evangelio que estuviera escrito a sangre y fuego sobre la frente de todos los latinoamericanos, quienes no tuviéramos la oportunidad de borrar esa ignominia de nuestros cuerpos? ¿Por qué ese empecinamiento, particularmente del gobierno de Estados Unidos, por estigmatizarnos de tal forma?
Hay, sin duda, razones profundas para explicar el porqué de ese empeño y que tiene que ver precisamente con las mismas razones que en el siglo XIX motivaron la implantación del colonialismo, de manera indistinta, en África, Asia o América Latina: la sobreexplotación de los recursos naturales, que hoy sigue siendo la razón de la persistencia del neocolonialismo en el Congo (sobreexplotación de litio y paladio) o en Bolivia (litio), Venezuela y México (petróleo), Brasil, Ecuador y Argentina (ganado y selva), Chile (metales) y agua (cuencas hidrológicas en toda la región), Ni con mucho, aún, los recursos no renovables se vislumbra sustituirán a los recursos renovables, y he ahí el por qué hoy la CIA sigue trabajando arduamente por generar golpes de Estado que garanticen la continuidad del neoliberalismo cómplice en la región, con objeto de así seguir explotando nuestros recursos naturales.
Hasta hoy, por eso, no ha habido manera de pararlo.
Pero identificada esa raíz, hay dos razones profundas que se plantean el hacerle frente a ese neocolonialismo que se niega a sucumbir ante los movimientos de democracia representativa que han tratado (hasta hoy con suerte variable) de hacerles frente en Brasil, Ecuador. Argentina, Uruguay, México, sin que el gobierno norteamericano y las fracciones ultraderechistas de esos países se den por vencidas, pues ni el decolonialismo ha salido adelante ni mucho menos las teorías críticas de la modernidad (de profunda raíz marxista) se han impulsado con bastante fuerza entre los gobiernos emergentes y urgentes de la región. Si bien es cierto que toda administración pública se resiste a modificar los esquemas conservadores bajo los cuales opera, bien vale la pena leer a Lenin y su teoría del Estado para darnos cuenta sobre cómo operar un barco que ocasionalmente, como reconoce López Obrador, a veces no quiere navegar, quizá porque lo que se requiere es que toda América Latina conforme una flota que le haga frente a quienes no quieren que los pueblos latinoamericanos sean libres y soberanos.
Desde luego, con objeto de consolidar su situación geopolítica, los países de la región deben seguir avanzando en la consolidación de sus alianzas estratégicas con China y Rusia, para así romper con el multilateralismo que de nada bueno ha servido, sino sólo para, eventualmente, con la CEPAL, abrir caminos de desarrollo capitalista de una obviedad no manifiesta pero sí de una inoperancia brutal. Por eso, otros son los caminos económicos que tienen que recorrer nuestros países, cada vez más alejados del capitalismo y que sirvan para resolver realmente los graves problemas de la región.
En verdad complicada se presenta la situación de nuestra región. ¿O no? De mucho serviría volver a leer a Mariátegui, creo.
*Profesor jubilado de la UPN
gumeboka@yahoo.com.mx