domingo, diciembre 22, 2024

ISEGORÍA: Debate: el peso de la corrupción

Sergio Gómez Montero*
Sin duda, los conteos de las encuestas quizá ya se conozcan: las cifras preliminares se mantienen un poco más favorables que antes inclinadas hacia Claudia Sheinbaum, pues muy poco de nuevo hubo en el debate presidencial pasado que conmoviera mínimamente el panorama electoral previo, muy sólidamente consolidado a favor de la candidata de la coalición Sigamos haciendo Historia que tiene muy inclinados a su favor los momios previos al 2 de junio próximo.
Así, el tema recurrente en este primer debate fue sin duda el de la corrupción, porque era de allí de donde Xóchitl Gálvez esperaba sacar raja para seguir viva en la carrera presidencial. Una y otra vez insistió, ella con Álvarez Maynez con temas que en otras ocasiones ya habían esbozado y que el domingo, al igual que antes, no atrajeron la atención de quienes seguimos el desarrollo de la contienda, pues los argumentos eran endebles y repetidos, al margen de que tampoco su oponente aportó nada nuevo que no fuera trillado.
Lo importante sí, y digno de tomarse en consideración (junto con la violencia e inseguridad pública) es que la corrupción es un tema que sobrevuela ominosamente en la percepción de quienes analizan la vida diaria del país, como una carga que éste, desde muchos años atrás, carga sobre sus espaldas,
Pero, ¿por qué la persistencia de esa carga?
Hay que pensar pues de dónde proviene –desde muchos, muchos años atrás– el origen de ese peso ominoso y perverso del cual el país, desde la época de don Porfirio y los llamados en aquel entonces los Científicos, no ha podido quitarse de sus espaldas, pues la administración pública, que debiera ser impoluta, es en México, por equivocada licencia, coto que consideran suyo y para su peculio los políticos de alto nivel, es decir los capitostes de todos los partidos políticos que creen erróneamente eso un justo pago a sus servicios. Es decir que mientras existan partidos políticos burgueses en el país habrá corrupción en México.
Las cifras que dan una noción apenas somera sobre la materia son aterradoras, sobre todo si ellas se vinculan al periodo neoliberal del país (aunque no sólo): fue espeluznante la manera en que el dinero público se despilfarró y se robó durante esa época… No tuvo perdón de Dios todo lo que se robaron los políticos de esa época, sin que hasta ahora la justicia los haya podido tocar ni con el pétalo de una rosa, pues porque de hacerlo –me ha tocado escuchar a personajes que en su calidad de jueces y fiscales han tenido que actuar en la materia– el sistema económico del país se caería como un castillo de naipes.
Es decir, el sistema económico del país es un verdadero castillo de naipes –cimentado endeblemente sobre la corrupción– al que no se puede violentar mínimamente, a fuer de que se quiera de que se venga al piso, lo que justifica así la existencia tanto de la democracia electoral como la de los partidos políticos que le dan vida a ésta,
¿Urge o no urge, pues, terminar ya con una democracia fundada en la lucha partidaria?
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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