Sergio Gómez Montero*
Hacen que el árbol de la razón
parezca enano. Que los espejos devuelvan
nuestro verdadero rostro deformado
R. F. Oteriño: “Otra vez Platón”
Medir el tamaño de la oposición al régimen de gobierno actual en México da pena, como dieron pena las reacciones que en las redes tuvo el mensaje de AMLO para informar sobre su estado de salud. Es decir, el afán de atacar a costa de todo –deturpar la salud de un personaje– disminuye seriamente, sin duda, la estatura moral de quienes así entienden la crítica hacia el enemigo político. Es decir que carentes de argumentos retóricos, su oposición se basa en el insulto y en los deseos insanos de destrucción física del oponente, a quien, lo menos que desean es su desaparición física. ¿Cómo entonces, pues, dialogar así con ella? ¿De qué oposición se habla?
Es cierto, de Alemán a nuestros días el diálogo político en el país se ha venido al piso, como herencia –una más– de una revolución, la del 10-17 del siglo pasado, que a la Nación sólo le trajo, en el ámbito de lo político, muy pocas cosas de las cuales enorgullecerse, desde el momento en que herencia de ella fue, por ejemplo, el régimen de partido único de Estado (la “dictadura perfecta” de Vargas Llosa) que echó a perder durante más de 70 años a la vida política del país, quien durante esos 70 años nada ganó teniendo como oposición electoral y permitida a una derecha –clerical y reaccionaria, el PAN– que ha terminado siendo su aliada para la próxima contienda electoral, lo que también ayuda a explicar el por qué a la izquierda del país le ha costado tanto trabajo conformarse como un sólido partido que consolide y fortalezca la presencia de los sectores más desprotegidos de la población, lo cual conforma hoy el dilema político fundamental de la vida del país.
He ahí, creo, las razones que explican el por qué ha sido tan dificultoso establecer las reglas que le den orden hoy a la vida política del país, que gira en torno a la personalidad de AMLO y es incapaz, hasta hoy, de ver más allá de él, como si no hubiera futuro por el cual luchar, siendo que si ese futuro no se vislumbra con claridad relativa es que el presente oscuro y por muchas razones terrorífico que hoy prevalece, mañana permanezca y se imponga como realidad no deseada desde el 21 y luego el 24. De allí la urgencia de que ya desde ahora la propuesta del bloque histórico comience a funcionar y obligue, como obligó a Gramsci en su tiempo, a pensar con qué sectores del bloque histórico hay que trabajar –siempre, sin duda, aquellos en los cuales descansan los procesos productivos esenciales– para consolidar los procesos de liberación y consolidación que le den a la sociedad toda el estado de bienestar que el socialismo prevé para ella. Olvidar ese principio marxista conduce, siempre, a retrocesos sensibles en lo político –pérdida del gobierno– y en lo social todo –retorno de los conservadores al poder y a las épocas de sufrimiento social que eso conlleva–.
Mucho, pues, es lo que está hoy en juego, si es que eventualmente en lo electoral se pierden las posiciones hasta hoy ganadas, por muy endebles que ellas sean. No entenderlo así, puede ser muy grave para el país.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx