FRANCISCO RODRÍGUEZ
En el curso del 2019 se dieron importantes jaloneos a la historia nacional. Y aunque se piense que todos culminaron con el desfile del rancho grande para conmemorar el 20 de noviembre, parece que la cosa no va a quedar ahí. Poner a la 4T como la heroica culminación revolucionaria constituyó una ofensa. Pero como fue ridícula, no pasó a mayores.
Parece que ahora “las adelitas” del régimen vienen por sus fueros, quieren significarse en todos los desaguisados cuatroteros. Se ufanan de auténticas guerrilleras del cambio, audaces rompedoras de lo establecido, mientras las adelitas originales, enfermeras de las fuerzas en pugna, jamás reclamaron un sitial de esa envergadura. No fueron soldaderas, sólo admirables adelitas para los heridos en la batalla.
Sheinbaum, Damián, Alcalde… protagónicas
Y es que, desde que defendieron las obras del segundo piso y se opusieron a las prácticas del desafuero, Claudia Sheinbaum, Araceli Damián y compañía, se arrogaron el protagónico de defensoras a ultranza de la transformación que amenazaba. Esas protectoras del petróleo ahora son comparsas de la privatización y de la complicidad con los caciques sindicales del sector energético.
Sheinbaum, sepulturera de la industria de la construcción; las Damián, traficantes de los contratos y concesiones petroleras, parte de la familia constructora del segundo piso sobre el Periférico de CDMX, propietaria de las principales y generosas plazas comerciales de la capital nacional; Luisa María Alcalde, protectora de los dueños de los sindicatos petroleros y demás corporativistas en los que se sustentaba en el príato en la Secretaría del Trabajo, son un pálido ejemplo de esa mutación. Absurdo de toda absurdidad.
Jesusa Rodríguez, mejor se ha hecho a un lado
En contraste, Jesusa Rodríguez, fundadora de las adelitas llamadas “enaguas profundas”, ha optado por mesurarse, quizá porque ha observado la mutación del nuevo régimen, que ha rebasado por la derecha a todos los mandatos presidenciales de las últimas ocho décadas. Ante el entreguismo bestial, más vale abandonar la apasionada entrega.
Todavía se recuerda la intromisión con mariachis a la mañanera del festejo del cumpleaños del Caudillo, donde las aguerridas “adelitas” insultaron a cuanto reportero vieron: “arrastrados, vendidos, chayoteros, suicidas, peladetes”, gritaron a quienes informan sobre la masacre semántica de todos los días.
Las “cultureras” y su ofensa a Emiliano Zapata
Pero ahí no se acaba el recuento. Aún hay más: los improperios e invectivas lanzados por la mismísima secretaria de Cultura, acompañada por la directora de Bellas Artes, para denostar la masculinidad de Emiliano Zapata, es realmente vergonzosa, hasta en términos internacionales. La figura del Caudillo del Sur es icónica dentro de cualquier movimiento contestatario y revolucionario en todas latitudes y hemisferios planetarios.
Y no pudo ser atribuido a un descuido, porque las machitas de marras defendieron su criterio homófobo en todo tiempo y circunstancia, avaladas por Palacio Nacional, los poderes y la Cuarta Transformación en pleno. Como se esperaba, el repudio de los mexicanos ha sido de antología. Se agregaron muchas rayas al tigre que sigue suelto.
No tardaron en aparecer memes en desagravio del héroe agrario, que tocaron las fibras más sensibles del aparato presidencial. Ha sido no sólo un error estético, sino una pendejada y un golpe severo a la memoria colectiva.
Los que deberían salir a escena sean posiblemente los bravos integrantes del Estado mayor de don Venus, que para éso sí se pintaban solos. El pasaje histórico de la huida del buen Nacho, el 41, de las bartolinas de San Juan de Ulua, fue debido al favor solicitado por su cónyuge, Amada Díaz, hija del Dictador.
El “oso” de Sandoval; la estulticia de Sánchez
El resbalón de la otra “adelita”, doña Irma Eréndira Sandoval de Ackerman, secretaria de la Función Pública no tuvo paralelo, al desenterrar los argumentos del neoliberalismo peñista al defender la casa blanca del infame. Es histórico, manchará para siempre los afanes de honestidad valiente tanto tiempo soportados por el respetable.
Pero la otra, la perfumada de la Secretaría de Gobernación, también piensa que las jaladas no tienen límite. “Están crujiendo las bases del antiguo régimen, por las medidas de la Cuarta Transformación”, dijo ufana. ¿Sabrá lo que expectora esta ilustre ignorante? Después del espaldarazo a la anticonstitucionalidad de Jaime Bonilla, lo menos que tendrían que pedirle es su renuncia al cargo, que por cierto jamás ha ejercido. ¡Ah, que las adelitas!
Lo que está crujiendo es el país entero ante las llegadas inminentes de la cruda realidad que se avecina. Hambrunas, encarecimientos, devaluaciones, resequedad económica, desempleo y ausencia de créditos internacionales, teniendo como rehén a un país que no tiene la culpa, señora Sánchez Dávila.
Tarjetahabientes, ¡aguas con Raquel Buenrostro!
Y la que se viene en el terreno fiscal no está para despreciarse. La llegada de otra aguerrida “adelita” al SAT pone los pelos de punta. La guerrillera del escritorio, Raquel Buenrostro, después de desmadrar la industria farmacéutica y poner en predicamento el uso de las tarjetas de crédito, viene a dar la última puñalada.
Hacer realidad las amenazas de la Unidad de Inteligencia Financiera (?) para tratar a los causantes cautivos como bandoleros y delincuentes organizados no tiene nombre. ¿Qué los delincuentes organizados no serán los depositarios del poder, que lo usan a pela mulas contra los adversarios inermes y en favor de los beneficiados protegidos?
En Morena, el gran desmadre de Polenvski y Luján
¿Y qué me dicen los lectores sobre “las adelitas” del partido en el poder? Porque Yeidckol Polenvski y Berta Luján no cantan mal las rancheras. Han hecho de Morena un papalote. Y todavía no se cansan.
La primera, alterando los ritmos, los padrones y los tiempos del movimiento en lo que se refiere a todo aquello que atente contra su permanencia en el cobro y disfrute de las canonjías, hasta donde el cuerpo aguante. Soliviantando a los representantes electorales de grupos de poder en pugna por la dirección, ya ciertamente cansados de tanto birlibirloque.
La segunda, doña Berta Luján, acariciada por cirujanos plásticos que le quitaron veinte años de carga, pero la dejaron igualita, mereciendo los estipendios autorizados para los ninis, para su personal campaña hechiza por la dirigencia. Ofendiendo al público televidente con sus algazaras de villorrio y sus atrevimientos de conductora nacional de la Cuarta Transformación.
Arturo Alcalde Justiniani, el marido, aguantando vara, mientras sigue recibiendo los agradecimientos de los caciques petroleros, electricistas, mineros y cuanto se imagine usted, para torturar los tiempos de las tomas de nota y de los relevos sindicales, que por lo que se ve nunca llegarán.
La que tiene que sortear las tempestades es la guerrillera hija, Luisa María Alcalde que habla de todo lo que desconoce, para aferrarse al puesto de secretaria del Trabajo, quedando bien a toda costa con los caprichos del Caudillo en turno.
El camino de “las adelitas” huele a desprestigio
Y mientras, “las adelitas” del Senado, convertidas en luchadoras rudas, haciendo músculo, en espera de otras sugerencias para ocupar los sillones de los organismos autónomos y constitucionales del régimen, venido cada vez más a menos.
Por el camino de “las adelitas”, este mundillo político huele a viejo, cascado y desprestigiado a un escaso año de distancia.
¿Qué más puede venir? Ya lo que sea sólo puede ser peor.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¿Qué tan probable es que Claudia Sheinbaum sea manipulada por fruncionarios de la alcaldía Álvaro Obregón y de la Cancillería involucrados en la trata de blancas? Muy probable. Y es que, movida además por sus afanes de venganza política, la jefa del gobierno de CDMX dio el Vo. Bo. para que la “autónoma” Fiscalía de la capital nacional girara orden de aprehensión en contra del ex director del Instituto de Vivienda local, Raymundo Collins, por un asunto administrativo ya auditado a satisfacción de la instancia correspondiente. Detrás de esta vendetta, en efecto, están quienes desde la Administración vendían protección a bares en los que prostituían a mujeres de distintas nacionalidades, amén de otras mafias, como la de Tepito, a las que Collins desmembró y ahora están nuevamente en auge.
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