FRANCISCO RODRÍGUEZ
¡Ya paren el saqueo de la 4T!
El latrocinio de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador –el de él mismo– ha alcanzado niveles alarmantes para la supervivencia misma del Estado.
Hay malversación de fondos, huachicol fiscal, nepotismo y sobornos, de los cuales nos enteramos un día sí y otro también, mientras la señora Claudia Sheinbaum malabarea retóricamente en vano intento de ocultarlos.
Pero ella, al igual que nosotros, sabe que estos actos corruptos no solo socavan la confianza del ciudadano en el gobiernito que aparentemente encabeza, sino que también perpetúan un ciclo de pobreza y desigualdad que es difícil de romper.
Un aspecto fundamental del saqueo gubernamental es la malversación de fondos, que implica el uso indebido de recursos públicos en perjuicio de la ciudadanía. Al desviar estos recursos hacia fines personales –los caprichos de AMLO, como son ahora los trenes de la señora–, los funcionarios no solo traicionan su deber, sino que también limitan gravemente la inversión en áreas críticas, como la salud y la educación. Y esto se ha traducido en una reducción de la calidad de vida de los ciudadanos y un aumento en la pobreza, ya que los programas sociales destinados a ayudar a los más desfavorecidos sufren recortes por la falta de recursos.
Además, la reciente investigación sobre el huachicol y el contrabando fiscal revela un vínculo preocupante entre funcionarios corruptos y redes criminales. Este tipo de comportamiento no solo es moralmente reprobable, sino que también plantea un grave riesgo para la seguridad nacional. La infiltración del crimen organizado en las estructuras gubernamentales deslegitima las instituciones y crea una atmósfera de impunidad que responde a un círculo vicioso: la corrupción alimenta el crimen, y el crimen, a su vez, perpetúa la corrupción.
Desconfianza, violencia e inestabilidad
El nepotismo y el tráfico de influencias son otras manifestaciones de este saqueo que desvirtúan la meritocracia en el servicio público. Al nombrar a familiares y amigos en posiciones clave –o, como es el caso de Andy López, quien armó un tinglado corrupto sin trabajar formalmente para la fallida Administración de su padre– los funcionarios no solo favorecen a un pequeño grupo, sino que ignoran la capacidad y el potencial de otros ciudadanos que podrían desempeñarse de manera más efectiva. Esta práctica crea un ambiente de desconfianza donde la ciudadanía se siente marginada, lo que a su vez dificulta la participación democrática y debilita el tejido social.
La impunidad es, sin duda, uno de los mayores desafíos en la lucha contra el saqueo gubernamental. A pesar de los esfuerzos de organizaciones como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, de los medios de comunicación que denuncian las decenas de actos corruptos y de otros organismos ciudadanos, la falta de acciones concretas para castigar a los responsables genera un clima de desesperanza. Los casos documentados en el Anuario de la Corrupción 2025 son solo la punta del iceberg. Sin un sistema judicial robusto y transparente, el ciclo de corrupción parece interminable.
Las consecuencias del saqueo gubernamental son devastadoras. Más allá del impacto económico que representa, se produce un desmedido deterioro de la confianza en las instituciones y en la clase política. El desgaste social resultante fomenta un ambiente propicio para la violencia y la inestabilidad, ya que los ciudadanos, en su frustración, buscan formas de hacerse escuchar. Por lo tanto, es imperativo que la sociedad civil, junto con las autoridades, trabaje en conjunto para erradicar esta lacra que afecta gravemente el futuro de México.
En conclusión, el saqueo gubernamental no solo es un problema de corrupción, sino una tragedia nacional que exige medidas inmediatas y efectivas. La lucha contra la impunidad, la promoción de la transparencia y la rendición de cuentas, cuyas instituciones ya demolió el régimen de Cuarta… Transformación, son esenciales para reconstruir la confianza ciudadana y garantizar un futuro próspero para todos. La responsabilidad recae tanto en los gobernantes como en la ciudadanía, y solo a través de un esfuerzo colectivo se podrá poner fin a esta calamidad.
AMLO, culpable del mayor atraco de la Historia
Pero siempre aparece el verdadero culpable. En el caso de los gobiernos emanados del PRI quienes cargan con la responsabilidad más ostentosa son Miguel Alemán Valdés, Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto. Por el PAN, la tragicómica Administración de “la pareja presidencial” Martha Sahagún – Vicente Fox es la que carga esta pesada loza.
Pero esos actos corruptos del pasado son poca cosa frente al saqueo iniciado y prohijado por López Obrador.
Y sí, como en las películas de gangsters, el asesino –en este caso el corrupto mayor– es descubierto porque siempre regresa al lugar del crimen y porque deja rastros de sus dedos ensangrentados en la pared. Si no lo hace, buscar a la pareja y a los familiares es lo indicado. Por ahí se encuentran las huellas del delito. En las historias recientes, basta con buscar el dinero para encontrarlos a todos. Como los chivos que se huelen, el tufo los convoca.
En los episodios recientes del aparatito de gobierno que nos cargamos, hay para reseñar eso y más. Gracias a que se trata de una administración gubernamental de piojito, es muy fácil identificar todas las coordenadas. Todas, son infantiles y chuscas, ninguna ofrece dificultades mayores que cualquier esquema Montessori.
Encontrar al culpable, para descargar sobre él la furia causada por la impotencia, la necedad de querer mandar en este país con un sello despótico que, antes que nada, para implementarse requiere eficacia y rumbo. No se puede andar por la vía del autoritarismo sin ilustración, ni mucho menos sin equipo.
Encontrar al culpable, para que no quede evidenciada, como calzones en el alambre, la imbecilidad del sistema completo y su incapacidad para resolver la tabla del uno. Señalar al culpable, antes de que desde afuera todos los que se dan cuenta de esta tragedia de incompetentes, descubran que todos son culpables, empezando por el auténtico, el de hasta arriba.
Porque cuando la partera es mala, se dice en el rancho, le echan la culpa a la luna. Si no hay necesidad de tanto, de escalar alturas siderales, cuando se trata del “abarrote” gubernamental o lo que eso quiera decir, bien puede señalarse a cualquier Godinez o presión del extranjero. Todo sirve a la causa de los desesperados.
Y de este monumental saqueo el culpable es, sin duda, López Obrador.
¡Ya párelo, si acaso puede, señora Sheinbaum!
Indicios
El galimatías en el que está metido el gobiernito es de lástima, de vergüenza ajena. Mire usted que aprovechar la supuesta “enorme popularidad” de la señora a la que AMLO le alquila Palacio Nacional y, claro, la distracción del respetable para asestarle en el lomo los decretitos del dictador de bolsillo, una mayor cantidad de impuestos, legislaciones como la que reforma el juicio de amparo y decisiones de austeridad ramplona que acaban siendo argumentos de rata nopalera, es demasiado. La población ya se dio cuenta de qué se trata: de que ambos mandatarios metan la mano en el bolsillo ajeno, en el dinero de nosotros, para conseguir los objetivos despreciables de eternizarse en el cómodo poder que otorgan las mayorías del “acordeón”, en el confort de la autocracia criolla. ¡También por esto hay que pararlos! * * * Extiendo mi más sentido pésame a Carlos y a Ana Victoria por la muy sentida partida de mi amigo, maestro, colaborador, pero sobre todo amigo Carlos Ferreyra Carrasco, su padre, quien se nos adelantó a la Redacción Celestial este miércoles reciente. Seguramente desde allá seguirá brindándonos lecciones de profesionalismo periodístico. ¡Descanse en paz! * * * Y a usted, junto con mi reconocimiento, reciba mis deseos, como siempre, de que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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