FRANCISCO RODRÍGUEZ
Los 2 mil 96 días de Claudia
A la Administración de la dupla AMLO-Sheinbaum aún le faltan 2 mil 96 días para concluir. El próximo domingo habrán transcurrido cien. Los primeros cien de un total de 2 mil 191 días que componen el sexenio que va del 1 de octubre de 2024 hasta el 30 de septiembre de 2030.
Y de estos primeros cien días queda una sensación comprobada: nada es distinto a los seis años anteriores por más que los apologetas de la dizque Cuarta Transformación encuentren matices de cambio. De haberlos, son imperceptibles.
Esa sensación lleva a conclusiones. Para empezar, no hay un gobierno de la señora Claudia Sheinbaum. Este es sólo la prolongación del anterior.
Y esa es parte destacada de la tragedia que desde hace décadas
No hubo gobierno los 2 mil 191 días en los que Vicente Fox cedió el poder a los head hunters, primero; a su entonces flamante nueva esposa Martha Sahagún, después, y a los llamados poderes fácticos, todo el tiempo.
El “¿y yo, por qué?” fue la divisa de su frívola irresponsabilidad, pues sus verdaderos afanes estuvieron invariablemente dedicados a enriquecerse brutalmente.
Tampoco lo hubo en el calamitoso sexenio del usurpador Felipe Calderón. Rodeado sólo de “cuates” en eterna parranda etílica –con la mayoría terminaría en pleito de cantina–, el michoacano instauró a la mediocridad como constante de su accionar, y peor aún, siempre influido por oscuros y hasta retorcidos personajes, de los cuales Genaro García Luna es el más claro ejemplo.
¿Gobernar? ¡No!, ¿para qué? Enrique Peña Nieto, en palabras de un alto miembro del Ejército, mismas que me confiara al inicio de ese corrupto sexenio, llegó a Los Pinos “a robar, a coger y a vengarse”.
Toda la Administración se la entregó a Luis Videgaray, verdadero Rasputín de ese sexenio.
A diferencia de sus antecesores, Andrés Manuel López Obrador impuso un control férreo sobre toda la Administración, pero lamentablemente no fue para siquiera cumplir sus mantras. No estuvieron “primero los pobres”. Tampoco actuó con “honestidad valiente”, por el contrario, hasta alentó la corrupción en su entorno familiar y de ahí pa’l real. Todo el tiempo mintió con sus “otros datos”. Y traicionó la confianza que con sus falsas promesas le otorgaron 30 millones de mexicanos.
Claudia Sheinbaum tiene ya como tarea permanente y constante, para los próximos 2 mil 96 días, el devolver a México la gobernabilidad perdida durante la docena trágica que los panistas ocuparon –hasta “haiga sido como haiga sido”– el Poder Ejecutivo Federal.
También la del corrupto priísmo y del quasi dictatorial obradorato.
Esta gobernabilidad reinstaurada, no obstante, requiere nuevos elementos y factores, en algunos casos indispensablemente distintos a aquellos que surtieron efecto aquellos primeros 70 años de hegemonía priísta.
Para empezar, el reconocimiento de la complejidad como elemento natural del proceso político; luego, un sistema de participación y colaboración de actores plurales en el marco de redes plurales, y una nueva posición de los poderes públicos en los procesos de gobierno, que demanda la adopción de nuevos roles e instrumentos.
¿Ya se siente Presidente? ¿Andy le estorba?
Corrían los primeros cien días del gobierno de Ernesto Zedillo y en alguna de las muchas pláticas con el ya para entonces expresidente José López Portillo, me confió que cualquiera puede imaginarse lo que es el poder, lo que significa ser Primer Mandatario, incluso quien ocupa sexenalmente el cargo.
Pero que tal, invariablemente es sólo un ejercicio de imaginación.
“Uno no acaba de darse cuenta de lo que significa ser Presidente de la República, sino hasta que ya va corriendo el tercer mes que uno despacha en Los Pinos”, me dijo.
Y está comenzando el tercer mes de Sheinbaum en el poder presidencial. Ya debería saber, ahora sí, lo que es ser el Jefa del Estado mexicano.
Más aún, Jefa de las Fuerzas Armadas, lo que estas mismas le reiteran y reiteran.
Y ahora, también, Jefe de las policías (Guardia Nacional), y ya formalmente Jefa de su partido político, aunque Andy López todavía le estorba.
Investido de tanto poder Sheinbaum, en correspondencia está obligada a hacer un buen gobierno los próximos 2 mil 96 días.
De acuerdo con Gerry Stoker (1998), el buen gobierno de Sheinbaum deberá “poner en tela de juicio supuestos tradicionales que entienden al gobierno como si fuera independiente” de fuerzas sociales más amplias, y su legitimidad no viene dada, sino que resulta del reconocimiento expreso a relaciones de poder concretas.
“Un cambio en el equilibrio entre el Estado y la sociedad civil, donde hay una ciudadanía activa que contribuye a desarrollar el capital social y asume responsabilidades que tradicionalmente fueron del gobierno, y la complejidad que introduce la pérdida de nitidez en materia de límites y responsabilidades, suscita ambigüedad e incertidumbre.”
El “buen gobierno”, en fin, consistirá en lograr que las cosas se hagan, aunque no por el poder del gobierno de emplear autoridad, sino por emplear la capacidad de coordinación entre los interesados, la orientación para conseguir los resultados, y la integración y regulación para evitar efectos secundarios no deseados, y alcanzar coordinación efectiva.
La paradoja, empero, es que el buen gobierno puede fracasar por las tensiones, capacidades diferentes y fallos de dirección, así como por la ominosa omnipresencia de AMLO en todas las áreas de la Administración.
Ojalá no falle los próximos 2 mil 96 días. Son cruciales, frente a la amenaza llamada Donald Trump.
Indicios
Seguro que usted ya lo sabía: El plazo de los cien días fue una invención de Napoleón Bonaparte para demostrar que no estaba débil tras su destierro en la isla de Elba, y que Franklin D. Roosevelt institucionalizó con el New Deal, o una mejoría de la situación a corto plazo. ¿Nota usted una mejoría en su situación del primero de octubre de 2024 para acá? * * * Por hoy es todo. Reconozco que haya leído este texto y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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