FRANCISCO RODRÍGUEZ
Mejor que Sheinbaum “gobierne” por decreto
Al eliminar los controles que el Constituyente de 1917 otorgó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que pierda las facultades con las que podría revisar y hasta invalidar las reformas constitucionales de Morena…
… y con un Legislativo vasallo, hincado a los pies de la Presidente Claudia Sheinbaum, que para aprobar “al vapor” las iniciativas del Ejecutivo Federal ni siquiera las lee y en sus dictámenes no les cambia siquiera una coma…
… lo mejor sería que, de una vez por todas, los pagaimpuestos nos ahorremos muchos recursos y se eliminen de una vez por todas esos dos Poderes que sólo estorban y detienen la velocidad con la que debe aplicarse la Transformación.
¡Que la Princesa Claudia, todavía aspirante al trono de Andrés Manuel Primero, empiece a gobernar por decreto!
No sería esta la primera vez.
Cuando el presidente de México perdió la mayoría en el Congreso, en 1997, dejó de lado al Legislativo y empezó a gobernar por acuerdos y decretos que no tenían por qué pasar el dilatado, burocrático y engorroso trámite de las Cámaras. Al rato nos dimos cuenta de que no era lo mismo, pero podía ser igual.
Entonces, ¿para qué un carísimo Congreso que, de todos modos, hace lo que a ella le viene en gana, perdiendo el valioso recurso que es el tiempo en largas e improductivas discusiones baladís?
¿Para que un Poder Judicial, si la Princesa decide cuando no se acatan y cuándo sí se obedecen las leyes?
Porque Sheinbaum actúa ya como los monarcas medievales, de quienes se decía que era el mismísimo Dios quien los investía de poderes indiscutibles, inatacables.
Por la gracia de la 4T –no de dudosos 36 millones de votantes– aquí AMLO también le heredó el autoritarismo monárquico, dictatorial, fascista.
Y vea usted si no es así cuando la Historia nos muestra como el ejemplo más prominente de actuaciones tipo AMLO, estilo Sheinbaum, el decreto del incendio del Reichstag.
Usted bien lo sabe. El presidente alemán, Paul von Hindenburg, fue convencido por Adolf Hitler de emitir un decreto que suspendía los derechos civiles básicos indefinidamente.
Y como resultado de este decreto, las autoridades nazis pudieron suprimir o encarcelar cons-ti-tu-cio-nal-men-te a su oposición, lo que a su vez allanó el camino para el gobierno de partido único del Tercer Reich, de lo que resultó un estado de excepción, que suspendió la Constitución sin revocarla, hasta el final de esa pesadilla.
Ya en este siglo XXI, en el máximo exponente del narcosocialismo latinoamericano, Venezuela, el presidente Hugo Chávez recibió el Poder Ejecutivo de la Asamblea Nacional para gobernar por decreto en múltiples ocasiones a lo largo de su periodo de gobierno, aprobando cientos de leyes.
Su sucesor, Nicolás Maduro, también gobernó por decreto en las varias ocasiones desde que ha ocupado el poder desde abril de 2013.
No son buenos los ejemplos, pero son los que hay.
Claudia aún no es la tlatoani
Por ser ecologista “experta en que las estufas de leña” lancen menos humos al ambiente, por seguir sin chistar los lineamientos de su antecesor, y por estar muy mal asesorada, la Presidente Sheinbaum quizá desconoce lo que inconsciente y férreamente pone en práctica, tal y como lo hicieron sus antecesores priístas… aunque reloaded, pues nunca ningún mandatario se atrevió a desobedecer la ley y además ostentarlo en público.
El sistema presidencialista mexicano nació el día en el que Lázaro Cárdenas expulsó del país a Plutarco Elías Calles. Desde entonces, la figura emblemática del tlatoani empezó a funcionar como unidad de control suprema. Ahí convergían todas las formas de organización.
Una gama de politólogos, maestros universitarios y teóricos del poder, desde John F. Padgett hasta Jean Meynaud, revisando nuestro sistema presidencialista, coincidieron en que éste se sustenta en la disciplina absoluta de todos los actores, alrededor de una sola persona y su presunta infalibilidad política.
Hoy, todavía no es Sheinbaum la tlatoani.
Y lo peor es que aún no es ella ante quienes los cuatroteros se disciplinan.
Todos sabemos quién mandó las reformas constitucionales que anunció el pasado 5 de febrero.
Conocemos también quién se equivocó al creer que con sus actuales facultades la Corte no podía echar abajo su Plan C.
Y ya no dimos cuenta de quién volvió a mandar que se parchara otra vez la Carta Magna, para que la SCJN no eche abajo sus caprichos producto de sus muchas frustraciones.
Sí. Es AMLO quien aún manda, y quien, si se equivoca, vuelve a mandar.
Ojalá la todavía Presidente formal rectifique y, como lo hizo el Tata Lázaro, ella se atreva a asumir el poder, ahora sí ya en serio, para que imprima su propio estilo que, presumo, no sería el mismo que el de aquél.
Porque también debe saber que todos los modelos económicos construidos en México durante los últimos 85 años (populismo autoritario, capitalismo primario, crecimiento de las élites, desarrollo estabilizador, desarrollo compartido con intervención estatal, presidencialismo demagógico, neoliberalismo, ocaso del presidencialismo, cuarta transformación) se basaron en el carisma de una sola persona.
Que, ya como titular real del Ejecutivo, muestre verdaderamente su carisma, tome a su cargo la definición del interés general y su aplicación práctica.
Y sí, que aún sea la última instancia, la conciliadora y la ejecutora de lo imposible en México, pero siempre respetando la ley, antes de que la pervirtiera el Plan C.
Ojalá.
Indicios
Sheinbaum celebró que el TEPJ haya dado luz verde al INE para que siga adelante con los preparativos para elegir juzgadores. “Es una decisión del pueblo de México la reforma constitucional al Poder Judicial y esta continúa por la resolución del tribunal electoral, realmente me parece muy bueno que dé certidumbre a este proceso”. * * * Por hoy es todo. Mi agradecimiento a usted por haber leído este texto y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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