HOMO ESPACIOS: El swing del “orbis alius”

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Por Glen Rodrigo Magaña / HOMO ESPACIOS
Los ecos del “orbis alius” o del otro mundo, en la música negra, suenan desde un solitario cruce de caminos en el delta del Mississippi, hasta los vibrantes desfiles de Nueva Orleans y los místicos clubes de Nueva York, donde las leyendas interpretan el folclore con el mito y la cruda realidad para crear un sonido que sigue atormentando y fascinando al mundo.
El mito de Robert Johnson, bien puede ser el punto de partida: un guitarrista promedio que, según la leyenda, vendió su alma al representante de las tinieblas en un cruce de caminos. La historia dio origen a un linaje musical condenado, dicen que tocaba viendo a una pared, ya que su transformación al tocar era sobrenatural, creando himnos como “Cross Road Blues”, revivido por leyendas como Clapton o los Rolling Stones, así como ser el fundador el infame “Club de los 27”, al fallecer a los 27 años. Incluso, emperatrices del blues como Bessie Smith ya cantaban explícitamente sobre lo sobrenatural en temas como “Blue Spirit Blues”, donde lamentaba haber visto fantasmas. En otra esquina, Screamin’ Jay Hawkins invocó el teatro del espanto con “I Put a Spell on You”, nacida entre alcohol y aullidos con una energía “caníbal”, inaugurando así el llamado “shock rock”.


En la era del swing, Cab Calloway se convirtió en un ícono del jazz funerario con “St. James Infirmary Blues”, inmortalizado en un corto de Betty Boop donde se transforma en un ánima, mientras “Minnie the Moocher” es un viaje onírico al otro mundo. La teatralidad pasó al rock and roll con el beat de Bo Diddley, en temas como “Who Do You Love?”, dándole un ambiente sepulturero.
Allá en Nueva Orleans, la muerte en más festiva, los funerales de jazz documentados por la BBC, son una ceremonia de liberación: primero el lamento y después el júbilo. Álbumes como Jazz Funeral at New Orleans (1953) de George Lewis o The Majesty of the Blues (1989) de Wynton Marsalis capturan esa metamorfosis del duelo en fiesta, una visión musical cercana al espíritu del Día de Muertos con himnos alegres como “When the Saints Go Marching In”.


En el sentimiento latino, Arturo O’Farrill y su Afro Latin Jazz Orchestra, han retomado esa herencia con piezas como “Día de los Muertos”, incluido en el álbum Mundoagua: Celebrating Carla Bley (2025), donde el jazz y el son afrocaribeño dialogan con la memoria ritual, aunque Mongo Santamaría, Celia Cruz, Ray Barretto o Eddie Palmieri ya habían fundido percusión, espiritualidad y ritmo en ofrendas sonoras a los “orishas”, mientras Lonnie Smith invocaba el plano intangible en Afro-desia (1975).


Dr. John transformó esa espiritualidad en psicodelia con Gris-Gris (1968), un hechizo musical que mezclaba vudú y funk. Howlin’ Wolf aulló el horror humano en “Evil” y “Moanin’ at Midnight”. El soul se convirtió en plegaria y redención, donde Curtis Mayfield, Sly Stone y Sharon Jones usaron el dolor social como canto ritual. En ecos contemporáneos, Soul of a Woman (2017) de Sharon Jones & The Dap-Kings, suena la esperanza después de la muerte, mientras Stevie Ray Vaughan en The Sky Is Crying (1991) y Contour en Take Off From Mercy (2024) transmutan la pérdida en catarsis mezclando neo-soul con blues psicodélico.

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