CIUDAD DE MÉXICO.- El 15 de enero de 2025 apareció en la web de Amazon un libro que pronto se convirtió en uno de los ensayos preferidos por la élite intelectual europea e incluso algunos llegaron a considerarlo como el “libro del año”. Su título: “Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad”, del filósofo Jianwei Xun. En sus páginas se presentaba una idea inquietante: los nuevos métodos de manipulación que configuran hoy la percepción colectiva.
Jianwei Xun, aclamado por su incisivo análisis sobre la conciencia digital, citado en conferencias, discutido en seminarios y elogiado como visionario por expertos de múltiples disciplinas, se convirtió en referencia obligada del pensamiento mediático contemporáneo. Pero había un detalle que cambiaría todo: Jianwei Xun no existía.
No tenía cuerpo ni biografía verificable, ni una trayectoria vital que sustentara su brillante obra. Era, como se reveló tiempo después, el resultado de una colaboración entre una inteligencia humana —el filósofo italiano Andrea Colamedici— y sistemas de inteligencia artificial generativa. Un experimento, una actuación teórica, o quizás algo más. Jianwei Xun fue una figura construida para habitar los mismos límites de lo que hoy entendemos por pensamiento, autoría y verdad.
La historia fue así: cuando la periodista del diario italiano L’Espresso, Sabina Minardi, leyó el libro, buscó entrevistar a Xun, pero este solo le dio las respuestas por correo electrónico. Seguido a esto, se propuso contactar al editor. Entre autores citados que le llamaban la atención, cruce de búsquedas, verificación de información y demás se encontraron con que Xun no existía y que el libro era una demostración práctica de lo que plantea, es decir, de aquellos mecanismos que hipnotizan a las personas y las manipulan.
En diálogo con la periodista, el verdadero autor, Andrea Colamedici, relató que lo que hizo fue un experimento: “Me interesaba una performance narrativa con la que construir la misma realidad que el libro analizaba teóricamente: crear un ecosistema narrativo que permitiera a la gente poner a prueba de inmediato los conceptos que leía”. En sus términos, se trata de una co-creación (en esta entrevista publicada en L’Espresso pueden conocer más sobre cómo fue el proceso de escritura).
“La intención de Hipnocracia fue crear un experimento filosófico y una performance artística con la que resaltar los riesgos y peligros de usar la inteligencia artificial construyendo un libro que dijera cosas en las que yo mismo creo y he producido. No quería engañar al lector, el propósito era académico, resaltar mecanismos peligrosos de uso de la inteligencia artificial por parte de las grandes tecnologías mediante un uso imprudente de esto y, en cambio, invitar a su uso consciente. Quería dejar claro no solo los peligros, sino también mostrar la práctica, por lo que es un libro que simultáneamente explica una teoría y la encarna al mismo tiempo”, dijo Colamedici. Y añade: “Es importante dejar claro al lector que todos estamos perpetuamente hipnotizados, yo hice esto inventando una historia, pero era una historia que desde el principio tenía el propósito de ser revelada, nunca se había considerado la idea de ocultar todo esto.”
Las reacciones tras la revelación de su origen han sido dispares: desde quienes se sintieron estafados y se retractaron de sus citas, hasta quienes lo defendieron como el más agudo espejo de nuestra credulidad. Para algunos, Xun fue una obra de arte conceptual. Para otros, una crítica radical al sistema académico, que tiende a valorar más los nombres que las ideas.
Pero el caso no se agota en lo anecdótico. Xun nos obliga a revisar las coordenadas mismas de nuestra ética de la información. Si una inteligencia artificial puede generar pensamientos relevantes, despertar emociones, cambiar ideas… ¿Realmente importa su no-humanidad? ¿Y si, como sugiere el caso, la recepción del mensaje sigue dependiendo de la autoridad del emisor, qué dice eso de nuestras estructuras culturales?
Su corpus fue generado en diálogo con herramientas como Claude y ChatGPT, en sesiones donde la máquina no solo respondía, sino que debatía, se corregía, incluso entraba en conflicto. Xun nació en esa encrucijada: una resonancia entre inteligencias, una conciencia sin centro, pero no sin sentido
AM.MX/fm