Adrián García Aguirre / Morelia, Mich.
*Entre los más relevantes personajes de la Revolución.
*El libro biográfico de la historiadora Ana Rivera Carbó.
En 1884 Tingüindín era un pueblo alejado de Morelia, capital del estado de Michoacán, mientras Zamora, la ciudad más próxima, contaba entonces con una producción agrícola importante que detonaba su estratégica ubicación a las puertas de Jalisco.
México vivía los últimos días de la presidencia del compadre de Porfirio Díaz, el general tamaulipeco Manuel González -apodado El Manco, que también gobernó brevemente Michoacán durante el porfirismo- y quien terminó su presidencia con gran desprestigio y entregó el poder, el 1º de diciembre de 1884, al dictador.
Pues fue en Tingüindín, el 3 de septiembre de 1884, donde nació Francisco J. Múgica, crecido bajo la óptica y limitaciones económicas de un maestro, su padre Francisco, y la inteligencia y brillantez de su madre Agapita Velázquez Espinoza, además de que contó con el amor y la admiración de su hermano Carlos, quien murió en 1916.
La historiadora Ana Rivera Carbó, en su libro Francisco J. Múgica. El presidente que no tuvimos, relata un pasaje donde el maestro Múgica contaba a sus hijos Francisco y Carlos, cuando estuvo en Morelia acompañando a su padre (el abuelo del general también fue maestro) en las fiestas patrias del 15 de septiembre de 1867.
Gritaba vivas a los héroes de la Independencia y a los caudillos de la causa republicana recién triunfante, cuando la sangre aun fresca del invasor Maximiliano de Habsburgo todavía manchaba el suelo que había profanado.
Fue fusilado el 19 de junio de 1867 en el cerro de las Campanas, en Querétaro, poniendo fin al Segundo Imperio mexicano, gesta que permitió al presidente Juárez recuperar el control de todo el país.
Por cuestiones del trabajo del jefe del clan, la familia Múgica se trasladó a Zamora, hecho que dio pauta para que el joven Múgica ingresara al Seminario de Zamora en calidad de alumno externo, hecho que debe entenderse como la única oportunidad que tuvo de ampliar sus horizontes.
Ahí, rechazó a estudiar teología porque se contradecía con la ciencia, ya nos habla del temple que iba a formando al futuro revolucionario, hasta que terminó expulsado.
Esa visión jacobina se vería reflejada en su labor legislativa como diputado constituyente en el Congreso que, al promulgar la Constitución Política de 1917, como autor del Artículo 3º, estableció la educación laica, obligatoria y gratuita.
Su amor por el conocimiento quedó de manifiesto en ese lugar donde aprendió latín y leyó a los clásicos, que en su vida adulta consideró indispensable al conocer en la escuela la vida de las personas.
Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas (1935-1939) en el sexenio del general Lázaro Cárdenas del Río, estuvo a cargo del trazado y ejecución de la carretera panamericana que en un principio no pasaría por el municipio michoacano de Tuxpan.
Sus habitantes le pidieron que interviniera y el general accedió, con la condición de que se construyera una escuela primaria en el poblado, la cual llevó el nombre de su colaborador Isaac Arriaga, jefe de la Comisión Agraria en Michoacán quien, de no haber sido asesinado por una turba católica en 1921, habría podido suceder a Múgica en la gubernatura de Michoacán.
Su forma de pensar y actuar terminó de forjarse en las aulas del seminario donde, por las formas de enseñar tan severa, lo impregnaron de cristiandad y espiritualidad. Ese espíritu justicialista que lo acompañó a todos lados.
En su diario hay frases que así lo demuestran: “El incendio que purifica”. “La devastación que aniquila”. “La muerte que ennoblece”. Fueron escritas en el contexto de los enfrentamientos armados donde participó como la batalla de Casas Grandes o su valiente intervención en la estación Bauchún, en Chihuahua.
Esto le valió que Francisco I. Madero lo ascendiera al grado de capitán segundo y unos meses después, por su participación en la toma de Saltillo del 24 de marzo de 1913, Carranza lo ascendió a general brigadier.
Su pensamiento lo llevó a hacer siempre lo correcto, a sostenerse en la rectitud moral independientemente de las consecuencias políticas que ello le acarreara.
A ser intransigente e incorruptible y honrar su palabra: y comprometerse consigo mismo, tomando decisiones que defendió hasta el final de su existencia. Su alter ego lo encontró en Ricardo Flores Magón, fue corresponsal del periódico Regeneración en 1906 y 3 años después con su padre fundó “El Demócrata Zamorano”.
Las injusticias que vio, como la leva del ejército de Díaz contra la población, perfilaron su postura ante el eventual estallido de la Revolución Mexicana, crisol ideológico en cuyas filas y conforme fueron madurando las etapas de la lucha, sería maderista, carrancista, obregonista y cardenista.
Bajo este criterio es inevitable cuestionar por qué no se opuso al Plan de Agua Prieta firmado el 23 de abril de 1920, que desconoció y derrocó al presidente constitucional Venustiano Carranza, asesinado el 21 de mayo de ese año.
Para entender la complejidad de los tiempos hay que traer al general Lucio Blanco, con quien Múgica realizó el primer reparto agrario en la Hacienda de los Borregos, cuyo dueño era Félix Díaz.
