CIUDAD DE MÉXICO.- En medio de una pandemia global que impactó de manera drástica los hábitos alimenticios de miles de millones de personas, en México se implementó una política de sellos de advertencia en alimentos ultraprocesados con la finalidad de aminorar el consumo de nutrientes críticos: azúcares, sodio, grasas saturadas, calorías y grasas trans, los cuales, en exceso, derivan en padecimientos crónicos como son la diabetes, hipertensión y cáncer.
Sin embargo, a más de un año de la publicación en el Diario Oficial de la Federación de la Nom-051 (27 de marzo), el recién informe difundido de la consultora especializada en análisis de mercado, Kantar, señala que los mexicanos, durante el 2020, mantuvieron una preferencia e incluso incrementaron su consumo sobre marcas que hoy en día mantienen los octágonos negros que buscan dotar de información al consumidor final.
El estudio consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad ( LabDO), sostiene que Coca Cola se ubicó como la marca consentida al mantener una presencia en el 97.7% de los hogares y una tasa de elección del 60.9%; Bimbo, por su parte fue la segunda preferida con una penetración del 99.3%; seguida por Lala, con un 94.7%; Nutri, con 76.8%; Alpura, con una penetración del 66.8%.
A estas marcas le siguen, en ese mismo orden descendente y en la categoría de alimentos: La Moderna, Pepsi, La Costeña, Nescafé, Knorr, McCormick, Red Cola, Cheetos, Maruchan, Carnation, Bonafont, Jarritos. Mención especial se lleva Red Cola, bebida azucarada que mejoró 15 lugares en lo que respecta a preferencia entre mexicanos, respecto a la investigación inmediata anterior.
El fenómeno en el aumento de consumo de ultraprocesados durante el 2020 se entiende a partir de dos fenómenos: una necesidad de mantenerse en casa el mayor tiempo posible, con la finalidad de aminorar la propagación del virus de COVID-19; y, por otro lado, la poca oferta de productos que puedan suplir a los ya reconocidos e identificados por el consumidor.
Y, aunque lo anterior no necesariamente es positivo en términos de salud pública, es una realidad que los datos confirman el poco o nulo avance que ha tenido el etiquetado frontal en México, al tiempo que contradicen algunas encuestas que han buscado comprender las modificaciones en los hábitos alimenticios entre mexicanos durante la pandemia por COVID-19.
Por ejemplo, el Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (CINyS-INSP) junto con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) realizaron una encuesta en la que han participado apenas 3 mil 174 personas y en donde el 42% dijo haber mejorado su alimentación, el 46% no reportó cambios, mientras que el 12% restante señaló que la empeoró. Asimismo, el 39% dijo haber disminuido el consumo de comida chatarra, 23% lo aumentó y el 38% siguió teniendo el mismo hábito.
Aunado a ello, especialistas han sido enfáticos en que la política del etiquetado frontal, si bien a largo plazo podría significar un avance, no es, ni debe considerarse como solución absoluta a la grave problemática del sobrepeso y la obesidad, por distintas razones, pero la más contundente es que ambos padecimientos son multifactoriales y pueden surgir o agravarse por circunstancias económicas, culturales, metabólicas y/o emocionales, así como por poca actividad física y una mala alimentación.
AM.MX/fm