Adrián García Aguirre /Cdmx
*Gran institución universitaria, pilar de la educación.
*Descubrimiento de su historia y las bases del conocimiento.
*Comenzó sus labores académicas el 3 de febrero de 1868.
*Respuesta a la necesidad de mejor oferta educativa mexicana.
*Entre sus egresados hay celebridades y glorias nacionales.
Esta es una historia de un sitio en la que se protagonizaron actos de nobleza, inteligencia y sabiduría, a partir de que el presidente Benito Juárez, quien, basado en la Constitución de 1857, mandó llevar a cabo la reestructuración de la enseñanza en México, pues anteriormente la educación media y media superior estaban en manos del clero.
La Escuela Nacional Preparatoria (ENP) fue fundada el 3 de febrero de 1868 en el edificio que fue el antiguo Colegio de San Ildefonso de los jesuitas, funcionó como plantel educativo hasta 1980 en el Centro Histórico de la CDMX y, con una matrícula de novecientos alumnos, tomó como lema “Amor, Orden y Progreso”.
Juárez designó a Antonio Martínez de Castro como Ministro de Justicia e Instrucción y, el 2 de diciembre de 1867, restaurada la República tras la debacle de la invasión francesa, el presidente expidió la Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal, estableciendo la fundación de la Escuela Nacional Preparatoria.
El primer director de la ENP fue el doctor Gabino Barreda -cuyo busto se ubica en el patio mayor de la institución-, quien basó su plan educativo en la corriente del positivismo de Augusto Comte, antepuesta el dogmatismo, la experimentación y el razonamiento. Recibió su nombramiento 17 de diciembre de 1867.
Bajo el gobierno de Benito Juárez, la ENP se convirtió en un bastión de la educación laica y científica en México, consolidándose como una institución emblemática en la formación de la juventud mexicana.
De la Escuela Nacional Preparatoria durante la época de la Revolución y después de ella, entre 1920 y 1940, habla doña Catalina Adán de Damián, propietaria de un establecimiento en el que recalaba el alumnado después de clases llamado “El Pánuco”, que bajó su cortina para siempre -frente al número 33 de la calle de San Ildefonso-, dejando gratos recuerdos de una época.
“Durante la Revolución mexicana y la posterior estabilización del país dice doña Catita- la ENP mantuvo su importancia como institución educativa, y aunque enfrentó desafíos durante esos tiempos turbulentos, continuó proporcionando educación de calidad a miles de estudiantes mexicanos”.
Doña Catalina recuerda a Raúl, Carlos y Adriana Salinas de Gortari, a sus primos Ilya, Yuri, Ludka y Lili de Gortari, a Antonio Lazcano Araujo, Luis de la Barreda Solórzano, Ofelia Medina, Xavier Díaz Dueñas, Edgar Vivar, Dora Luisa Núñez, Paco Ignacio Taibo y a Francisco Pérez Arce, entre los nombres reconocidos de profesionistas, alumnos egresados pertenecientes a las últimas generaciones.
La señora dice que esto ocurrió en la segunda mitad de la década de 1960, sin olvidar a grandes maestros: Hugo Fenton Moheno, Julio Santoscoy, Francisco de la Borbolla, Eugenio Medellín Ostos, Alberto Briseño Ruiz, Teresa Landa y Ríos, Melita Fuentes Romero, Héctor Murillo, Rafael Santos Jiménez, Vicente Méndez Rostro, Daniel Nieto Roaro, Esperanza Barajas y Daniel Gleason.
Por su memoria pasan además las presencias de Sergio Velacchio Nicolodi, Otilia Boone, José Ávalos Madrigal, Joaquín G. Conde, Alfonso Domínguez, Nicolás Curzio, Tulio Hernández Gómez, Carlo Arienti, Luis Antonio Gamiochipi, Luis Rivera Pérez y Pedro Vázquez Colmenares.
La señora Adán de Damián evoca que éstos convivían con sus discípulos, pues también los profesores eran sus clientes, antes del cambio físico que, mediante un convenio entre el gobierno capitalino y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se convirtió al antiguo Colegio en Museo Universitario de San Ildefonso, muestra de su prestigio, expansión y consolidación.