Gloria Analco
La Presidencia de Nicolás Maduro está prendida de alfileres, pero aún puede salvarse si entiende el juego que todo el mundo está jugando.
Europa Occidental le ha proporcionado una salida política a Maduro que para nada debería desdeñar, falta ver si ha sido deliberada o accidental.
Puede ser que Europa sólo quiere guardar las apariencias de que no va a ser cómplice para avalar la nueva figura que introduce Estados Unidos, de manera inédita, en los golpes de Estado -total y absolutamente antidemocrática-, al pretender derribar un gobierno con sólo desconocerlo. Aunque si Maduro no llama a elecciones sí reconocería al susodicho.
La solución a la crisis de Venezuela es que Estados Unidos abandone sus pretensiones de apoderarse del petróleo de ese país, eso todo mundo lo sabe, pero mediáticamente se están cuidando las formas para seguir aparentado que Maduro ha llevado a Venezuela a una profunda crisis política y económica, que además se sostiene en el poder gracias a unos comicios –celebrados en mayo último- que estuvieron marcados por “fuertes sospechas” de fraude electoral, sin tener pruebas a la mano de ello, y argüir que el interés estadounidense es sólo “humanitario”, frente a “tanto desastre creado por un gobierno populista”.
Todo eso está fundado en cosas ficticias, inventadas verbalmente y magnificadas en los medios masivos de comunicación en Occidente, de la misma manera en que se quiere desconocer a un gobierno por sólo verbalizar un puñado de mandatarios que reconocen como presidente de Venezuela a Juan Guaidó, a quien nunca antes de su autoproclamación habían oído mentar.
De lo que se trata es de darle apariencia de legalidad política a una absoluta ruptura del derecho internacional, aunque no haya manera de poder avalar eso, más que por medio de la imposición cínica y descarada, de lo cual México no se hizo cómplice, y Rusia y China intentan parar para demostrar que ya nos encontramos de lleno inmersos en un mundo multipolar.
Rusia es uno de los pocos países que llama por su nombre a lo que realmente está sucediendo en el nuevo intento de golpe de Estado que Estados Unidos trata de llevar adelante, mientras el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, insiste en declarar que Maduro ha oprimido al pueblo venezolano, cuando la realidad es otra muy distinta.
Estados Unidos ha seguido un manual para desestabilizar a Venezuela, eso ya es de todos conocido, pero se vive mediáticamente en el disimulo para poder dejar hacer y deshacer al país que existe sólo para desgracia del mundo, y que va sumando en su lista cada vez a más países destruidos. Lo suyo es eso, no sabe hacer otra cosa.
El creador de ese manual es el estadounidense Gene Sharp –profesor y politólogo-, quien murió en enero de 2018, y a quien pretenden presentar como un defensor de la “no violencia” en la lucha contra el poder autoritario, pero que en realidad dio ideas al imperio estadounidense y personalmente contribuyó a derrocar a gobiernos en Serbia, Ucrania, Egipto y Libia, entre otros, por medio de tácticas que también han sido aplicadas en Venezuela con especial rigor y frenesí por tratarse de un país que posee los mayores yacimientos de petróleo en el mundo, el cual además está al alcance de su mano. Mayor cosa no se podría pedir.
El gobierno de Maduro tiene muy mala fama a nivel mundial gracias a la puesta en marcha de los manuales de Sharp, lo cual prueba que quien ha alterado el orden democrático y roto la voluntad popular expresada en las urnas a favor de Maduro, han sido los Estados Unidos de América.
Desde los tiempos de George W. Bush se ha intentado deponer a Hugo Chávez primero y más tarde a Nicolás Maduro, por favorecer ambos políticas contrarias a los intereses estadounidenses. ¡Vamos… por no decirles: ‘Vengan, aquí tienen su petróleo’!
Utilizando los manuales realizados por Sharp desde el Instituto Albert Einstein, los estadounidenses iniciaron procesos de desestabilización en Venezuela capaces de golpear, al unísono, la estructura política y social conformada por la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, intentando generar un colapso institucional, bloquear el financiamiento de los aparatos del Estado y deslegitimar la acción gubernamental.
Para conseguirlo, empezaron por movilizar a una parte de la población, entre estudiantes, profesionales, sindicatos y sectores medios en general, dejando caer una lluvia de dólares, incluso amas de casa de la clase media, que mostraran fuerte oposición al gobierno constituido democráticamente en las urnas, para hacer sentir que esas manifestaciones restaban apoyo al presidente Maduro y que era claro que minaban su autoridad.
Mediante la sedición constante de esos grupos que se presentaban en forma violenta –llegaron a quemar vivos a varios chavistas- se buscaba el enfrentamiento para obligar al gobierno a intervenir con la fuerza pública, como las circunstancias lo ameritaban, y luego poder culparlo de reprimir las manifestaciones “pacíficas”, lo cual era amplificado en los medios de comunicación de todo el mundo occidental.
Así nos enteramos, según los encabezados, que el gobierno de Maduro había vuelto a arremeter contra la inocente población civil mediante una represión cruenta que había cobrado varias vidas humanas, cuando las víctimas provenían de los chavistas, por el uso de grupos paramilitares infiltrados entre los manifestantes opositores.
El objetivo era poder aplicar el llamado “golpe de Estado blando”, como en Honduras, Paraguay y Brasil, donde fueron utilizados distintos mecanismos, menos el militar, para deponer a sus gobiernos elegidos en las urnas, utilizando el Tribunal y el Congreso de manera indistinta, pero ahora introduciendo la nueva figura de la autoproclamación.
Paralelamente, Estados Unidos empezó a utilizar el boicot de alimentos y medicinas con la ayuda de la oligarquía venezolana, dueña del aparato empresarial, para crear malestar social, deslegitimación interna e internacional con los sectores de opositores creados, provistos de dinero y tácticas para operar en el terreno de la inconformidad permanente, con acciones que incluían el sabotaje, la agresión física directa a chavistas para incrementar el miedo y el descontento, quebrar la confianza en el gobierno y aumentar la inseguridad hasta lograr la parálisis institucional.
El creador principal de esos manuales puestos en práctica en Venezuela como en otros países, Gene Sharp, dejó bien en claro la utilidad de esas tácticas que promovían un desdén cada vez mayor entre la población más susceptible de dejarse llevar por la sensación de falta de apoyo al gobierno por una parte de la población:
“Cuando la gente se rehúsa a cooperar, se niega a prestar ayuda, y persiste en esta desobediencia o postura retadora, le está negando a su adversario el apoyo y cooperación humanas básicas que cualquier gobierno o sistema jerárquico requiere. Si lo hace suficiente gente y por un tiempo suficientemente largo, ese gobierno o sistema jerárquico perderá el poder”.
Con toda esta mentira de que Maduro es el causante de lo que está ocurriendo en Venezuela, analistas de la prensa occidental hablan de que “debe restaurarse la democracia”, como si se hubiera perdido por algún lado o alguna parte, cuando son las apariencias las únicas que han logrado imponerse en la gran operación montada por las agencias de inteligencia estadounidenses, apoyadas por la derecha internacional mediáticamente, y ahora políticamente reconociendo a un nuevo presidente, así nomás, desactivando el mecanismo de elecciones libres para alcanzar el poder.
La razón está totalmente del lado de Nicolás Maduro, pero muy pocas veces la razón es la que se ha impuesto cuando han estado en juego tantos intereses políticos y económicos.
Sin querer o queriendo, Francia, España y Alemania le dieron respiro a Maduro, pues con sólo anunciar nuevas elecciones puede por el momento respirar tranquilo y conjurar la fuerte amenaza que se cierne no sólo sobre Venezuela, sino también sobre América Latina, región que podría empezar a reproducir las guerras que han devastado a Medio Oriente, en la lucha por el control de los recursos naturales por parte de Estados Unidos.
Maduro saldría políticamente muy fortalecido si evita -él mismo- que Estados Unidos consiga el respaldo que necesita de la Unión Europea para poder deponerlo, llamando a elecciones que seguramente las ganaría. Al mismo tiempo, facilitaría la tarea del otro bloque mundial, que encabezan China y Rusia para afianzar el mundo multipolar.
La gran pregunta es si Estados Unidos estaría dispuesto a iniciar una invasión armada en Venezuela, hay que decir que sí.