viernes, noviembre 29, 2024

ESCARAMUZAS POLÍTICAS: Buscan hacerle a Trump lo mismo que a Lugo y Rousseff

Gloria Analco

Con la arrogancia de siempre, el mismo grupo que intenta controlar el mundo –con carácter hegemónico- ahora quiere recurrir a un impeahment (proceso de destitución) contra Donald Trump, para asegurarse que no se mueva ni una hoja del árbol sin que “Dios” lo permita.

¿Motivo?: Trump, bajita la mano, no ha abandonado la idea de establecer un mínimo de orden en la llamada economía de mercado, y en ese propósito juega un papel vital que él logre restablecer relaciones con Rusia, a lo cual, por obvias razones, se oponen con todas sus fuerzas quienes quieren ejercer el verdadero poder en el planeta.

La cara en esa meta la dan los neoconservadores, infiltrados en las posiciones clave del poder estadounidense y que se fueron consolidando en ellas a partir de la administración de George W. Bush. Detrás ellos están los poderosísimos consorcios transnacionales que buscan hacer pervivir la globalización a como dé lugar.

Por un lado, han echado a andar a las plumas que ellos promueven en la prensa Occidental para que diseminen lo negativo que sería para el mundo permitir que Donald Trump destruya el papel de Estados Unidos como “potencia hegemónica, geopolítica y ancla de la economía mundial”, lo cual él conseguiría de lograr acercarse a Rusia y daría pie a apuntalar un mundo multipolar.

Los propios medios de comunicación estadounidenses siguen puntualmente el guion apegado a la idea de construir una narración informativa que esté advirtiendo todo el tiempo sobre el peligro que significa Trump para el liberalismo y la democracia. Y también apuntalar el rechazo al populismo que conspira -según ellos- contra esos valores.

En cuanto Trump retomó el tema de Rusia y recibió en la Casa Blanca a su Canciller Sergei Lavrov, en señal de querer dar pasos en firme en esa dirección, en cuestión de horas el mundo le cayó encima.

Los medios de comunicación llenaron sus principales espacios con las noticias que emanaban de todas partes: de la Comunidad de Inteligencia, del Departamento de Justicia, del Congreso, Del Departamento de Estado, del Pentágono, y en muy poco tiempo todo tipo de acusaciones pesaba sobre Donald Trump, quien ya podía imaginar por lo que atravesaron los presidentes Fernando Lugo y Dilma Rousseff que padecieron “un golpe parlamentario”, mediante un impeahment, y fueron destituidos del poder.

“Nunca jamás” nadie imaginó que los neoconservadores, teniendo en mente esas experiencias que ellos mismos promovieron en esos países, intentarían repetir la misma práctica antidemocrática en los propios Estados Unidos, con un Presidente elegido en las urnas, al igual que Lugo y Rousseff, por no convenir a sus planes de supremacía mundial.

Hay pruebas suficientes de que la embajadora de Estados Unidos, Liliana Ayalde, quien cumplía la misma función cuando se presentaron las crisis políticas en Paraguay y Brasil, de que ella propició el debate en esos países sobre la situación política y la necesidad de un juicio político a sus mandatarios, concitando a sus oligarquías a ejecutarlo.

Moviendo los hilos del poder, que creen tener bien atados en sus dedos, los neoconservadores hicieron llegar en “exclusiva” al Washington Post que Donald Trump había compartido información “altamente clasificada” con el Canciller ruso, la cual había emanado de una “valiosa fuente” israelí, supuestamente.

Para tener al otro gran medio contento, a The New York Times le hicieron llegar, también en “exclusiva”, el resumen oficial de su conversación con Lavroy, en la parte donde le revelaba que haber despedido al director del FBI, James Comey, había aliviado la presión sobre él por las investigaciones de sus supuestas conexiones con los rusos cuando estaba en campaña electoral.

Para revivir con fuerza la acusación de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales, Reuters, la agencia británica de noticias, difundió al mismo tiempo que funcionarios anónimos le confirmaron 18 contactos entre la campaña de Trump y Rusia, mediante llamadas telefónicas y correos electrónicos.

En la campaña contra Trump ha estado presente todo el tiempo la intención de convertir en “pecado capital” intentar siquiera mejorar las relaciones con Rusia, anzuelo que ha mordido el Presidente estadounidense, cuando bien él podría haber alegado que desde su campaña había anunciado que se acercaría a Rusia, y no obstante lo cual los votantes se inclinaron mayoritariamente en los estados por él.

Pero había que apuntalar todavía más la idea en torno a la cual, de ser necesario, derribarían a Trump del poder, y el Departamento de Justicia dejó caer oportunamente su decisión de que Robert Mueller, ex director del FBI, había sido designado como fiscal especial para supervisar la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones presidenciales.

Los medios se dieron vuelo reconstruyendo todas las historias negativas infladas en contra de Trump, citando siempre fuentes anónimas, y los encabezados de la semana que acaba de concluir fueron de completa denostación hacia su figura presidencial, algo nunca antes visto en ese país.

Los propios republicanos que le han sido afines fueron citados por la prensa como que ya estaban en el hartazgo “cansados de tener que salir a defender a Trump”.

Vladimir Putin, a quien los neoconservadores han convertido en el otro protagonista principal de la trama conspirativa de gran alcance y que proviene de todo el aparato estadounidense, rechazó los rumores sobre la supuesta revelación de “secretos” de inteligencia de Trump a los rusos, y amenazó con difundir la transcripción del encuentro entre Trump y Lavrov.

El mandatario ruso dijo que las acusaciones de los medios estadounidenses contra Trump “se explican por la escalada de la lucha política nacional” en ese país, y agregó que es difícil imaginar “qué más pueden inventar las personas que generan tales tonterías y disparates”.

La propaganda es el medio que han estado utilizando los neoconservadores, a través de los medios informativos que usan para ello, y son los principales responsables de la desestabilización interna en EE.UU. que nadie puede prever en qué va a derivar, sobre todo porque hay otras voces, también influyentes que buscan un cambio en los Estados Unidos y que en cualquier momento pudieran hacerse muy presentes.

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