Gloria Analco
DESPUÉS DE TODO, TRUMP NO ES UN TIPO MALO
¿Quién iba a decir que Trump, el hombre que todos señalan como un presidente errático y belicista, en realidad está buscando acabar con el imperialismo estadounidense y transformar el panorama global y para bien?
No podemos echar en saco roto que esto sea así, aunque nadie lo esté esperando, pero lo cierto es que el mandato de Trump está lejos de ser el caos que muchos han pintado.
Quien ha dado este giro en la percepción que se tiene de Donald Trump es alguien a quien no podemos pasar por alto y fácilmente decir: “Oh, ¡qué equivocado está!
Lo afirma -incluso él mismo dice: “Y lo sostengo”- Thierry Meyssan, ni más ni menos que el número uno del ranking mundial entre los analistas geopolíticos del mundo.
Meyssan no va a exponer su brillante trayectoria solo por una ocurrencia, él sabe muy bien lo que le ha arrojado su incuestionable profundo análisis sobre los primeros meses del mandato de Trump, y en mi opinión más vale prestarle atención.
Es cierto que casi nadie espera buenas opiniones de Trump, más bien como que hay una aureola que lo envuelve de puros epítetos en su contra, y los ha habido de todos los signos y colores, algo que a él parece no preocupar.
Y menos aún si a su paso va a salir una figura de tan alto nivel y prestigio como Meyssan, quien hasta ahora no se le conoce ni una sola mentira o intención de desvirtuar los hechos, por algo es el número uno.
Thierry ofrece sus apreciaciones sobre el Gobierno de Donald Trump en su artículo titulado: “Fin del Imperio estadounidense, ¿resistirán las instituciones intergubernamentales?”, publicado el pasado primero de abril.
De acuerdo con el analista geopolítico, lo cierto es que -a través de decisiones clave y en muchos casos contradiciendo las expectativas- Trump ha comenzado a desmantelar el poderío de EE. UU. en el mundo y a reconfigurar la política internacional en una dirección que va más allá de la retórica de “América Primero”.
Este giro en la percepción de Meyssan se ha producido y puede claramente verse en las políticas, especialmente su enfoque hacia los conflictos internacionales, sus recortes al aparato estatal y sus constantes choques con las estructuras del poder imperial, las cuales van en la línea de una reestructuración que tiene por objetivo disminuir la hegemonía de EE. UU. en el mundo y replantear su dominio en las esferas globales.
Uno de los puntos más fuertes de su argumento radica en el constante recorte de influencia de las instituciones internacionales dominadas por Estados Unidos, como la OTAN y el Fondo Monetario Internacional, a la vez que Trump ha demostrado reorientar la intervención estadounidense en conflictos, priorizando intereses nacionales sobre la tradicional expansión imperial.
Meyssan observa, por ejemplo, cómo Trump, lejos de buscar nuevas guerras, ha reducido las intervenciones militares directas y ha preferido acuerdos como el de la paz con los talibanes en Afganistán.
Esto contrasta radicalmente con las políticas agresivas de sus predecesores, quienes mantuvieron un control belicista en el exterior. Además, la “guerra comercial” con China y su cuestionamiento constante de acuerdos multilaterales también son elementos que Meyssan interpreta como un ataque directo al concepto tradicional de imperialismo económico, en el que EE. UU. ha jugado un rol central durante décadas.
Thierry no solo resalta estas medidas como un cambio en la postura estadounidense, sino que también apunta a la forma en que Trump ha desafiado a las grandes instituciones internacionales que han sido parte del aparato imperialista global: la OTAN, la ONU y la misma UE, que han visto su influencia reducida bajo su mandato.
En su lugar, Trump promueve acuerdos bilaterales y defiende la soberanía nacional como la base de su política exterior.
El analista geopolítico hace un repaso de los logros de Trump, los cuales él utiliza para justificar la conclusión a la que ha llegado, de que Trump está buscando desmantelar el imperialismo.
Cita como ejemplos el énfasis en la reducción del gasto, la revisión de las intervenciones militares, y su reconfiguración de las relaciones con los aliados tradicionales, lo cual en su opinión son las piezas clave que él utiliza para respaldar su postura.
Si Thierry tiene razón Trump ha empezado a reconfigurar la política internacional en una dirección que va más allá de la retórica de “América Primero”.
Ahora bien, sobre los conflictos, Meyssan es claro al señalar un aspecto que podría parecer contradictorio: la participación de Trump en algunos ataques militares, como los dirigidos a los hutíes en Yemen.
Sin embargo, lo que destaca Thierry en su análisis es la singular justificación que Trump dio para estos ataques. A pesar de la violencia inherente a estos actos, Trump no ha hecho de ellos un pilar de su política exterior, como ocurrió con los ataques de la administración Obama en Libia o Siria.
Meyssan subraya que Trump, en ocasiones, ha tratado de distanciarse verbalmente de su propia beligerancia, explicando que estos ataques no responden a una estrategia imperialista per se, sino a una necesidad coyuntural de defensa o protección de los intereses estadounidenses en la región.
En efecto, lo que podría parecer una contradicción, en realidad refuerza la tesis de que Trump busca un control más selectivo y estratégico de las intervenciones, sin involucrarse en guerras interminables.
Si Thierry tiene razón, el mundo se encaminaría al final del dominio estadounidense tal como lo hemos conocido.
Y entonces, después de todo, Trump no sería el monstruo… sino el verdugo del imperio.
Un giro tan inesperado como el propio personaje.