ESCARAMUZAS POLÍTICAS

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Gloria Analco

  • El mercado más libre del mundo… sostenido con respirador público

Wall Street se encuentra hoy en una situación que pocos se atreven a nombrar con todas sus letras: un mercado que puede venirse abajo en cualquier momento, porque descansa sobre una estructura equivocada, artificial y profundamente contradictoria.

Es un edificio que presume su grandeza mientras cruje por dentro, sostenido por vigas de dinero público y expectativas infladas. Si se escucha con atención, ya se oyen las grietas.

Wall Street solo espera un último espectáculo: la salida a bolsa de OpenAI. El gran pelotazo. El golpe perfecto. Cuando los peces gordos cobren lo suyo, entonces sí: vendrá la caída. La tecnología seguirá, pero muchos de los actores que hoy parecen omnipotentes desaparecerán o sobrevivirán únicamente gracias al apoyo estatal, siguiendo el modelo que Occidente tanto critica en China.

Y si bien China interviene estatalmente, ese país está comprometido verdaderamente al bienestar de su población, así que son cosas distintas.

La narrativa oficial estadounidense insiste en hablarnos del “heroico emprendimiento tecnológico”, de la “innovación imparable”, del “mercado libre” que premia el talento.

Pero cuando se corre el telón, aparece otro paisaje: los supuestos titanes de la libertad empresarial dependen más del Tesoro estadounidense que de sus propios ingresos, y su “éxito” se sostiene únicamente gracias a la intervención constante -y cada vez más desesperada-de la Reserva Federal.

Los mismos ejecutivos que dan lecciones de meritocracia, que acumulan fortunas obscenas y se pasean en Davos como semidioses, están inflados igual que las acciones de sus compañías, gracias al dinero de los contribuyentes.

Es el único capitalismo del mundo donde los reyes del mercado no pueden respirar sin un tubo de oxígeno conectado al Estado.

El Tesoro actúa como un banco central paralelo, dispuesto a usar recaudación, emisión de deuda y toda clase de ingeniería financiera para sostener a una aristocracia tecnológica indispensable para los nuevos mecanismos de control social.

La Reserva Federal completa el cuadro con una confesión que ya no intenta disimular: “seguiremos comprando activos para sostener las valoraciones”.

Dicho de otro modo: no se preocupen, señores, nadie caerá… todavía.

Pero caerán.

Porque lo que sostiene realmente al sector tecnológico no son beneficios, ni productividad, ni ninguna revolución palpable.

Es más simple y más temerario: la fe. La fe en que algún día la inteligencia artificial será rentable. La fe en que las inversiones colosales tendrán retorno. La fe en que el dinero público seguirá fluyendo. La fe en que la mano de la Reserva Federal no temblará.

Analistas como Lorenzo Ramírez, periodista especializado en economía y finanzas en España y consultado cotidianamente en Negocios TV, y Michael Burry, quien vio venir la crisis de 2008 cuando lo trataron de loco, recuerdan que un sistema sostenido por fe está preparado para el colapso: si se resquebraja la confianza, todo el edificio cae.

Y lo más alarmante no es la fe, sino la deuda detrás de la fe.

Centros de datos que consumen más electricidad que naciones enteras se financian hoy con cientos de miles de millones de dólares en créditos, cuyo colateral es, literalmente, una promesa: la expectativa de que algún día serán rentables, y la certeza de que el Estado acudirá siempre al rescate.

Como advirtió este martes 18 de noviembre Alastair Crooke, en su conversación habitual con el juez Napolitano: “Estados Unidos y Europa están al borde de un volcán financiero a punto de estallar”. Crooke habla desde la experiencia cruda de quien ha visto colapsar imperios desde adentro.

Y agrega: “Suponiendo que haya una crisis financiera… eso facilitaría las cosas. Incluso haría que Estados Unidos fuera más errático, más agresivo o más dispuesto a hacer concesiones y llegar a algún tipo de entendimiento con Rusia… Habría enojo y el deseo de buscar distracciones, provocando todo tipo de problemas políticos internos, y lo mismo en Europa”.

¿Pero quién es Alastair Crooke?
Para quienes aún no lo conocen, Crooke no es un opinador más: es un exdiplomático británico, exMI6, estratega de geopolítica con décadas de servicio en Oriente Medio, asesor directo de la Unión Europea en procesos de negociación de alto riesgo, y fundador del Conflict Forum, uno de los centros de análisis más respetados en cuestiones de poder global.

Crooke describe también un fenómeno social: una economía bifurcada, donde “el 10% se beneficia de ganancias monetarias bursátiles en constante aumento, mientras que el resto de la sociedad vive de sueldo en sueldo, acercándose cada vez más a la situación de mes a mes”. Esta dimensión humana y estratégica resalta el peligro real que se esconde tras la burbuja tecnológica y la volatilidad de los mercados.

Y aquí entra José Vizner, creador de Negocios TV, quien desde España ha capturado la atención de América Latina con análisis incisivos sobre la burbuja de la inteligencia artificial y la vulnerabilidad del sistema financiero.

Vizner explica cómo el crédito privado ha alimentado la burbuja de la IA, con prácticas similares a los Suprime de 2000, donde los primeros 50,000 millones de dólares se invierten y se reaplican entre actores vinculados, creando un efecto piramidal en que el dinero parece multiplicarse, pero en realidad es el mismo que circula entre ellos.

Gran parte de la caída reciente de Nvidia, señala Vizner, se debe a que fondos de inversión estratégicos han vendido participaciones, lo que genera alarma en el mercado porque evidencia que los “iluminados” de Silicon Valley operan con un dinero que no siempre es real: una rueda de inversión que da apariencia de crecimiento sin crear valor agregado.

La consecuencia: un riesgo explosivo que amenaza con destruir billones de dólares de riqueza en un abrir y cerrar de ojos.

Los datos duros confirman la alerta: el S&P500 hoy vale más del 175% del PIB estadounidense, el nivel más alto en la historia moderna. Desde la irrupción de ChatGPT en 2022, las bolsas han subido un 71%, impulsadas 100% por la IA. Nvidia ha alcanzado 5 billones de dólares más que Apple en su momento, y OpenAI podría salir a bolsa con una valoración de un billón.

La concentración del mercado en unas pocas mega corporaciones es extrema: las 20 mayores empresas del S&P500 representan hoy el 52% del índice, y 11 de ellas están profundamente ligadas a la IA, y empresarios se quejan de que no están dando los resultados esperados.

Si se repite una caída similar a la del año 2000 -76% en tecnológicas y 53% en el S&P500- los hogares perderían 16 billones de dólares de los 42 billones invertidos, mientras que inversores extranjeros perderían 7 billones más.

Sumando fondos de pensiones y aseguradoras, la destrucción podría ascender a 23 billones de dólares: una crisis financiera como la de 2008 multiplicada por dos.

El carry trade japonés, el crédito privado, la fe en la IA, la concentración de mercado y la vulnerabilidad de los bonos internacionales forman un coctel que amenaza directamente hipotecas, pensiones y la estabilidad financiera global.

Lo que Vizner y Crooke describen no son escenarios hipotéticos: son la radiografía de un sistema que vive de espejismos y deuda, a punto de mostrar su verdadera fragilidad.

Así funciona el mercado “más libre” del mundo: primero pide fe, luego exige deuda, después reclama rescates públicos… y finalmente se derrumba sobre quienes creyeron que era autosuficiente. El edificio está construido sobre aire caliente. Y el aire, tarde o temprano… se va.

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