viernes, febrero 14, 2025

ESCARAMUZAS POLÍTICAS

Gloria Analco
¿OTRA YALTA?: TRUMP, PUTIN Y XI

Donald Trump tuvo que hacer verdadera maroma y circo para poder poner fin al conflicto bélico en Ucrania, contra la fuerte oposición que le estaban presentando el Deep State (‘Estado Profundo’) y la Unión Europea (EU).
Literalmente, el Deep State estaba luchando “con uñas y dientes”, porque perder esta partida con Trump le podría significar el fin de sus días, y consecuente con ello, el combate se estaba presentando bastante rudo.
La habilidad de Trump para sortear esta oposición fue magnánima, justo con la generosidad que se requería para alcanzar su acariciado objetivo de poner fin al conflicto en Ucrania, que fue el tema central de su campaña presidencial, y que -muchos opinan- lo llevó de nueva cuenta a la Casa Blanca.
Trump entendió que Putin realizó la llamada Operación Militar, en febrero de 2022, en Ucrania para no caer en la trampa que la OTAN le estaba tendiendo en su propia frontera con ese país, y procedió dándole la razón, lo cual ha abierto el camino hacia la paz.
Hay que advertir que a todo el mundo tomó por sorpresa la llamada que Trump hizo a Vladimir Putin -que ya es histórica-, porque le dio un completo vuelco a una situación que parecía no tener ni pies ni cabeza.
Pero se logró algo más aún:
Abrió la puerta para un encuentro histórico entre tres mandatarios: Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping. Póngalos en el orden que quieran que los tres son igualmente importantes.
Ya circula en el mundo, entre las plumas más brillantes en geopolítica, que podría repetirse, el próximo 9 de mayo, una reunión semejante a la famosa Conferencia de Yalta que reunió a Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill y a Joseph Stalin, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, en la antigua ciudad de la URSS de Yalta, entre el 4 y el 11 de febrero de 1945. Dicen que para repartirse el mundo.
Volviendo a nuestro tema, Trump ocultó muy bien sus movimientos políticos y estratégicos previos, que hasta a los propios y sesudos analistas geopolíticos, los agarró de igual manera desprevenidos, los cuales apenas horas antes -de la histórica llamada de Trump- hacían berrinches inconformes por como Trump estaba manejando ese asunto que en apariencia le estaba dando plena ventaja al ‘Estado Profundo’.
Y no era para menos, realmente Trump estaba sacando de quicio al mundo entero que quería la paz, pero dejando muy satisfechas a las élites de la UE y a los neocons del establishment estadounidense que buscaban afanosamente la continuidad de la guerra para asegurar la venta de armas estadounidenses a Europa.
No era poca cosa con lo que se estaba enfrentando Trump, y el mundo hasta ese momento no sabía lo que ocurría detrás de bambalinas.
Las personas de buena fe no se explicaban la conducta de Donald Trump, pues sus palabras y decisiones en torno al conflicto en Ucrania parecían ir en sentido contrario a su supuesto deseo de alcanzar la paz en esa región del mundo.
Trump llegó a decir que Putin estaba “destruyendo a Rusia”, casi justo en el momento en que él lo estaba felicitando por su segundo mandato presidencial.
Además, para empezar a explicar sus desatinos, Trump nombró a Keith Kellog, ex asesor de Seguridad nacional, como su enviado especial a Rusia y Ucrania, para liderar las negociaciones que pusieran fin a la guerra.
Ese nombramiento obedeció en realidad a las presiones que los neocons ejercieron sobre Donald Trump para que integrantes suyos formaran parte de su gabinete.
Llamó poderosamente la atención que precisamente Trump le diera a Kellog un cargo vinculado estrechamente con su propósito de buscar la paz en Ucrania, algo que todo el mundo geopolítico pensó que este personaje iba a torpedear con suma facilidad.
Y así fue: Kellog actuó como si Joe Biden estuviera todavía en el poder, y fiel a sus vínculos se comportó como lo que era: un representante del complejo industrial-militar de EE.UU., llevando a todas partes de Europa la narrativa impuesta por los demócratas.
Kellog se dedicó a difundir las ideas y posturas políticas que habrían encantado a Biden, y los analistas no sabían qué pensar porque Trump lo dejaba “hacer y deshacer” sin que de su boca saliera una sola palabra.
Exacerbó entonces los ánimos de los amantes de la paz, situación que empeoró cuando Trump decidió que sería Keith Kellogg su representante en la famosa Conferencia de Seguridad de Múnich, la más importante en materia de seguridad mundial y que reúne a la clase más exquisita de la política en el mundo, la cual comenzará el día de hoy viernes 14 de febrero.
Supuestamente ahí se tomarán las decisiones trascendentales del mundo por venir, y Trump, haciendo gala de su fuerte inclinación por buscar dejar al mundo pasmado, llegó a la conclusión de que había llegado la hora de dar un fuerte golpe sobre la mesa para hacerse ver y respetar en este asunto.
El martes 11 de febrero aterrizó el avión en Moscú que llevaba a quien Trump decidió que sería su enviado personal para negociar con Vladimir Putin la paz en Ucrania
Se trataba del enviado especial de la Casa Blanca para Oriente Medio, Steve Mitkoff, un amigo suyo desde los años 80, con quien juega golf a menudo, y quien lo acompañaba cuando atentaron contra su vida.
Mitkoff sostuvo una conversación con Putin de más de tres horas, en la que intercambiaron aquellos aspectos más sobresalientes de las peticiones de Putin en las que Trump estaría de acuerdo, incluso alternando con llamadas telefónicas con el propio presidente estadounidense.
Disfrazaron la trascendencia del encuentro de Mitkoff con Putin con el acuerdo de la liberación de un ciudadano estadounidense, Marc Fogel, un profesor que fue condenado en Rusia a 14 años de prisión por traficar con marihuana, y con quien el enviado especial de Trump regresó a los Estados Unidos, sin que se dijera nada más.
Mitkoff llegó a Rusia en un ambiente bastante ofuscado por varios dichos de los estadounidenses que alejaban la posibilidad de alcanzar algún acuerdo, al grado que las autoridades rusas declararon que no veían cambios prácticos, ya que ni Trump ni Kellog parecían entender el mensaje de Moscú, que en su opinión era bastante claro.
Mientras Trump aseguraba que mantenía contactos con Putin, en el Kremlin eran desmentidos, y luego Trump empezó a dar varios ultimátum, lo cual empeoró el intercambio.
El analista geopolítico Pepe Escobar escribió apenas el martes 11 de febrero que “o Ucrania se rinde incondicionalmente, o el espectáculo de la guerra debe continuar”, en alusión a que de Estados Unidos no podía esperarse ya ninguna solución.
Así terminaba su artículo titulado: “Sigue Triunfando”, dedicado a Trump con ironía por haber mentido con que pondría fin a la guerra en Ucrania, y no hacer nada con realismo al respecto.
En su escrito recordaba lo publicado recientemente por el viceministro de Relaciones Exteriores Sergei Ryabkov, en respuesta a las duras palabras de Trump:
“Los intentos de Washington de dar ultimátums a Moscú o de demostrar el supuesto ‘gran favor’ a cambio de demandas inaceptables de Estados Unidos están condenadas al fracaso en el diálogo con Rusia”.
Así estaba de nublado, con pronóstico de fuerte tormenta, el clima previo a la llamada telefónica de Trump a Putin, el cual traería un gran alivio a los amantes de la paz, y no así a los amantes de la guerra.
Esta jugada magistral de Trump, de acordar, como se dice, en “lo oscurito”, marginó a los líderes europeos opuestos a su política y que se estaban parapetando en la OTAN, olvidando que quien manda en la organización del atlántico norte, es el propio presidente de los Estados Unidos.
Después de que Trump anunciara, este miércoles, que había acordado con Putin iniciar negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania, y que trabajarán juntos, “muy cerca”, los líderes europeos siguieron con su misma narrativa, y se pusieron en plan de “pelearse” a Vladimir Zelenski, como si este pobre muchacho alguna vez llegó a tener alguna capacidad de decisión.
Era el momento de Trump, y su llamada a Putin sencillamente arrojó que habían logrado ponerse de acuerdo y que ellos dos se bastaban para hacer la paz, dejando fuera a los líderes europeos, que andan por todas las esquinas haciendo berrinche.
Repetir una reunión como la de Yalta no es del todo descabellado, y quienes se apresuran en estas cosas, ya hasta fecha le han puesto.
Cabe la posibilidad de que Putin, Trump y Xi se encuentren el 9 de mayor en Moscú, a propósito del desfile por el 80 aniversario de la Victoria sobre Alemania nazi.
Ya el Presidente de la República Popular de China, Xi Jinping confirmó que asistirá a ese desfile, donde desde luego estar Vladimir Putin, quien seguramente extenderá una invitación a ese evento a Donald Trump.
Excelente oportunidad para encontrarse las tres figuras más importantes de la política mundial, quien quita y también para repartirse el mundo.

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