ESCARAMUZAS POLÍTICAS

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Gloria Analco

  • Trump tropieza otra vez con la misma piedra

Donald Trump volvió a tropezar con la misma piedra. Su reacción impulsiva contra China provocó, una vez más, una fuerte sacudida en Wall Street: los mercados perdieron 450.000 millones de dólares en menos de 10 minutos. El S&P 500 cerró con una caída de 0,2 %, hasta los 6.644,31 puntos, mientras que el Nasdaq Composite retrocedió 0,8 %, aunque en momentos llegó a caer hasta 2,1 %.

La ratificación de China sobre restricciones a tierras raras llevó a Trump a tomar el teléfono y llamar a sus favoritos líderes europeos. Parece que no puede actuar solo y ya organizó una reunión para el próximo 11 de noviembre, claro, para decidir sanciones o medidas “estratégicas” contra el gigante asiático.

En otros tiempos eso podría parecer natural, pensar en sanciones. Hoy, sin embargo, estos flamantes líderes occidentales olvidan que las tierras raras no se obtienen de la noche a la mañana. Requieren años de extracción, refinado y procesamiento especializado.

Ya deberían ir aprendiendo que los problemas no se resuelven juntándose de “a montón”, ni con reuniones solemnes, decretos o frases grandilocuentes a los medios.

Beijing, por su parte, puede pasarse por completo esas reuniones y planes, mientras sigue afinando su tablero estratégico con precisión quirúrgica. Tiene todo el tiempo del mundo y controla la cadena real de los insumos estratégicos.

Trump amenazó con poner fin a algunos lazos comerciales con China, mencionando el aceite de cocina, en respuesta a la negativa de Pekín de comprar soja de su país, olvidando la campaña que Estados Unidos lleva por todo el mundo para que no negocien con China.

Cada declaración impulsiva del presidente estadounidense mueve mercados y cadenas de suministro globales, empeorando la situación de Estados Unidos.

Es una realidad que ni Estados Unidos ni sus aliados pueden sostener su progreso solos. Se juntan, conspiran y debaten, más por apariencia que por efectividad. Mientras tanto, China domina la cadena real y marca el ritmo del poder global.

El mensaje de China fue claro y elegante: pide respeto a Estados Unidos, que dice una cosa y hace otra, y advierte que si persisten las amenazas en vez de la negociación “franca y sincera”, reforzará su política restrictiva sobre insumos estratégicos.

Beijing ha dejado la puerta abierta al diálogo, pero no cede ante la contradicción ni la improvisación de Washington.

En este tablero del siglo XXI, Estados Unidos y sus aliados pueden aprender la lección y negociar con respeto, o seguir tropezando con la misma piedra.

 

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