Gloria Analco
- México redefine el poder en América del Norte: Sachs lo confirma
La gran noticia que los mexicanos esperaban se ha hecho realidad. México ha alcanzado la proeza de consolidarse como un centro estratégico de manufactura, innovación tecnológica y control de recursos críticos.
Esto no es una apreciación cualquiera: lo afirma Jeffrey Sachs, economista, asesor de Naciones Unidas, profesor de la Universidad de Columbia y uno de los principales expertos en economía y geopolítica, cuyas observaciones tras un cuidadoso y profundo análisis nunca caen en el vacío.
Estados Unidos enfrenta un cambio de paradigma. Sachs sintetiza: “La verdadera prueba del liderazgo de Estados Unidos en el siglo XXI puede no provenir de sus tratos con Beijing, Moscú o Bruselas, sino de cómo maneja su relación con México”.
Sachs sostiene: “México está a punto de cambiarlo todo para Estados Unidos”. No se trata de un pronóstico: es un fenómeno que ya se desarrolla ante nuestros ojos.
México ya no es un país que espera instrucciones. Sus decisiones económicas, energéticas y políticas proyectan influencia más allá de sus fronteras. Sachs enfatiza: “Estados Unidos ya no puede tratar a México como un subordinado económico o un apéndice político”. Esto implica que México ha alcanzado un papel igualitario y estratégico en su relación con su vecino del norte, algo que no es hipotético sino consecuencia directa de su soberanía y acción política.
Manufactura que asombra al mundo
Las empresas que antes apostaban todo a China están trasladando sus operaciones a México. Sachs subraya: “El centro de gravedad se está acercando a casa y México se está posicionando rápidamente como el próximo gigante manufacturero de las Américas”.
Monterrey, Guadalajara y otras ciudades se han convertido en polos de innovación y manufactura avanzada. No es solo reducción de costos: México ofrece proximidad, integración comercial y un ecosistema que potencia diseño, tecnología y creatividad aplicada a la industria global.
La industria automotriz y de semiconductores es un ejemplo claro. Sachs afirma: “Las fábricas que se están instalando allí no producen tecnologías obsoletas; están diseñadas para el futuro”. México ya no es solo ensamblaje barato: es un actor integral en la innovación y la competitividad hemisférica.
Energía y recursos: soberanía que impone respeto
México controla su petróleo, litio y energías renovables. Sachs es contundente: “México ya no se contenta con desempeñar el papel de proveedor junior”.
Esto no es solo economía, es soberanía estratégica. Las decisiones mexicanas sobre estos recursos condicionan la competitividad industrial y tecnológica estadounidense, y definen la influencia regional.
El litio, fundamental para vehículos eléctricos y baterías, y el potencial solar y eólico de México, colocan al país en la élite global de recursos críticos.
Sachs enfatiza: “Este cambio ya no es temporal; es estructural y duradero”. Estados Unidos debe negociar, no imponer. La cooperación con México ya no es opcional: es esencial para su futuro industrial y energético.
Migración: poder invisible, influencia tangible
La mano de obra mexicana y centroamericana sostiene sectores clave en Estados Unidos: agricultura, construcción y servicios.
Sachs subraya: “La migración se ha convertido en una moneda de cambio en las negociaciones más amplias entre Estados Unidos y México”.
La independencia mexicana no es coyuntural; es estratégica. Cada decisión mexicana sobre su frontera sur tiene consecuencias inmediatas en ciudades y política estadounidenses.
Washington no puede imponer políticas sin México. Sachs lo dice claro: “Estados Unidos debe adaptarse y la adaptación significa aceptar que México es un actor igualitario en la configuración del futuro de América del Norte”. La cooperación ya no es automática, sino calculada, soberana y respetada.
Una nueva relación bilateral: respeto y equilibrio
México actúa con autonomía, soberanía y cálculo. Sus alianzas y estrategias internacionales muestran independencia sin antagonismo.
Sachs lo resume: “Estados Unidos ya no puede tratar a México como un subordinado económico o un apéndice político”. Esta nueva relación obliga a Washington a adoptar un enfoque de colaboración y respeto, dejando atrás coerción y dependencia histórica.
Medios y percepción: una narrativa que debe actualizarse
Durante décadas, muchos medios y analistas presentaron a México como un país débil y dependiente. Sachs observa: “Los responsables políticos estadounidenses apenas están comenzando a reconocer la profunda importancia de lo que se está desarrollando”. Ignorar esto sería subestimar el poder y la influencia de México, un riesgo que Washington no puede permitirse.
Conclusión: México define su destino y Estados Unidos debe reconocerlo
México ha logrado combinar soberanía, innovación, manufactura avanzada y gestión de recursos estratégicos de manera coherente y efectiva. Ya no espera instrucciones ni se limita a ser el vecino del norte. Es un socio indispensable, estratégico y soberano.
México ya no es un apéndice ni un socio menor: es una fuerza que define su propio destino y el de toda América del Norte.