lunes, mayo 5, 2025

ESCARAMUZAS POLÍTICAS

Gloria Analco
ESTADOS UNIDOS: EL OCASO DEL EXCEPCIONALISMO
¡Qué época para vivir!
Las élites estadounidenses no están nada contentas con lo que se les avecina.
El tan renombrado “excepcionalismo” estadounidense ha perdido vitalidad y ya no halla su lugar en el mundo.
Michael Brenner, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh y miembro del Centro de Asuntos Internacionales y de Seguridad de la Universidad de Maryland, es uno de los más agudos críticos de la política exterior e interior de Estados Unidos. Intelectual de larga trayectoria, autor de múltiples ensayos sobre relaciones internacionales, no duda en señalar las grietas profundas de un sistema que se resquebraja desde sus cimientos.
Cuando alguien le menciona el viejo mantra de la superioridad y el excepcionalismo de EE.UU., Brenner alza las cejas y mira al cielo, esbozando una sonrisa irónica. Ese gesto —aparentemente simple— delata un escepticismo cultivado durante décadas de análisis riguroso. Para él, esas ideas son falacias que han acompañado históricamente la política exterior estadounidense, y forman parte del panorama desolador que describe al cumplir Donald Trump 100 días en el poder de su segundo mandato presidencial
Su crítica es demoledora, no sólo por la lucidez con la que expone sus argumentos, sino por el hartazgo que deja ver ante un país que, en su opinión, se ha vuelto cada vez más aislado y decadente. Así lo expresó recientemente en una entrevista con el filósofo e historiador suizo Pascal Lottaz, en su pódcast.
Brenner toca el nervio central de las consecuencias acumuladas por décadas de transformaciones políticas en EE.UU., las cuales han lastrado su capacidad para competir frente a potencias emergentes como China, Rusia e India.
Y lanza una frase lapidaria:
“Francamente, no estoy seguro de que haya líderes en el Occidente colectivo que merezcan la caracterización de ser razonables, racionales, sensatos y equilibrados… pero seamos generosos”.
Entonces gira la mirada y apunta hacia otro lado, hacia donde —según él— las cosas parecen funcionar mejor:
“Pensemos en otros líderes que sin duda sí son razonables y equilibrados, como el señor Putin en Moscú y el señor Xi en Pekín”.
Para Brenner, Estados Unidos vive una “ansiedad existencial” frente a China. No teme a China por acciones concretas, sino por su mera existencia y éxito.
“China representa una amenaza simbólica para la entidad colectiva estadounidense, cimentada en el supuesto de su superioridad moral y estructural”, afirma.
Le angustia —en el centro de su motor político— la existencia de un rival que prospera fuera del molde occidental. Esa angustia genera una respuesta emocional antes que racional, y pone en entredicho la narrativa del “destino manifiesto” y del excepcionalismo sobre el que se ha edificado la política exterior estadounidense.
El fracaso se refleja también hacia adentro. Brenner sostiene que Estados Unidos ya no es funcionalmente una república constitucional.
“La toma de decisiones ha devenido en autocrática”, sentencia.
De Trump dice que es un “narcisista maligno”, diagnóstico establecido por la psiquiatría, cuyas decisiones responden más a impulsos personales que a una estrategia coherente. Le preocupa que se haya rodeado de personajes sin credenciales, lo que degrada aún más el aparato institucional estadounidense, que en otras épocas era motivo de orgullo.
Asegura que Trump desprecia los compromisos porque ve en ellos un obstáculo a su voluntad individual. Su rechazo a la OTAN y a acuerdos internacionales, dice, responde más a su psicología que a una visión estratégica.
En cuanto a Biden, Brenner considera que las diferencias con Trump son más de forma que de fondo. No hay una ruptura real con la visión hegemónica de Estados Unidos. Lo que algunos interpretan como un retorno al aislacionismo, él lo ve como una nueva forma de intervención sin compromisos duraderos.
“Estados Unidos se sigue considerando con prerrogativas para actuar, intervenir e influir en lo que ocurre en cada región del planeta, y con Trump va a seguir intentándolo”, advierte.
En el plano institucional, Brenner denuncia una crisis constitucional latente: las órdenes ejecutivas de Trump, aun cuando sean ilegales, no están siendo detenidas por los tribunales. Ello revela un vacío, motivado —según él— por el temor a que una confrontación directa entre el Poder Judicial y el Ejecutivo paralice el sistema. Pero también evidencia una alarmante falta de voluntad por parte del Tribunal Supremo para contener el creciente autoritarismo.
En política exterior, señala la continuidad de la alianza incondicional con Israel, incluso frente a acciones genocidas o de limpieza étnica que ya se extienden también a Cisjordania. Rechaza ver estas acciones como “normales” o justificables bajo el marco histórico estadounidense, y subraya que el nuevo Washington no tiene precedentes.
El análisis de Brenner expone de forma tajante lo que muchos, desde fuera de Estados Unidos, temen: que ese país ya no es la nación que fue. El país que durante décadas se erigió como modelo de democracia y poder mundial ha entrado en una fase de descomposición interna. Sus decisiones exteriores reflejan una transformación que desborda lo político.
Brenner no habla sólo de un presidente excéntrico. Va más allá. Nos invita a reflexionar sobre una decadencia profunda en los cimientos de Estados Unidos, encarnada en un autócrata cuyo egoísmo destruye el tejido interno del gobierno y proyecta al mundo una imagen errática y vacilante.
El resultado es una política exterior sin rumbo, guiada más por impulsos personales que por estrategias definidas.
El “excepcionalismo” estadounidense —ese mito según el cual EE.UU. está destinado a liderar y salvar al mundo— se enfrenta ahora a la realidad.
La pregunta es:
¿Podrá este país recuperar su rumbo o será arrastrado por su propia incapacidad para reformarse desde adentro?

 


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