viernes, marzo 29, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Abrazando la muerte esperando vida

*Mónica Herranz

 

Ella llevó a su bebé en su vientre, ambos lo amaron profundamente, lo llenaron de caricias, le hablaron, fueron felices durante la espera, prepararon su habitación, y entonces, en algún momento hubo quietud, quietud y silencio…se anticipó la muerte. Ésta apenas les dio tiempo, si acaso, de conocer a su bebé, de darle un beso, un abrazo y un adiós. Les arrebató a su bebé de los brazos dejándoles un profundo dolor y es que, ¿Hay forma de estar preparada para tal vivencia? ¿Hay forma de abrazar a la muerte cuando lo que se espera es vida? Hablemos de muerte gestacional y perinatal.

Sin entrar en distinciones legales puntuales, se considera que la muerte gestacional es la que se refiere a la muerte del bebé cuando aún está en proceso de gestación, es decir, dentro del vientre de la madre, y  se produce en la mayoría de los casos durante el tercer trimestre del embarazo, aunque evidentemente puede suceder antes. La muerte perinatal es aquella que sucede a unas horas de haber nacido el bebé, es decir, el bebé nace con vida y muere antes de los 7 días de nacido.

Cualquiera que sea el caso, es un impacto terrible, y desde ahora, la primera acotación importante en estos casos: es un impacto terrible para ambos padres, no sólo para la madre. Desde luego, el impacto físico es mayor para la madre, pero esto no quiere decir que por ello el padre la pase menos mal que la madre. Socioculturalmente, tenderá a exigírsele al padre mantenerse fuerte frente a la situación y ser el sostén de la madre porque ella será quien esté más afectada. Lo cierto es que habitualmente, desde el momento de la concepción, son ambos padres los que depositan expectativas en el bebé, son ambos padres los que tienen ilusiones sobre el bebé, es éste una parte de ambos, por lo que los dos estarán impactados por la situación y los dos requerirán el apoyo del entorno.

Desafortunadamente, por parte del entorno existe una tendencia a infravalorar este tipo de duelos o están culturalmente “desautorizados” y es que, en muchos de los casos, no habrá un cuerpecito que velar o que enterrar, lo que suma a que este tipo de duelo no sea públicamente reconocido ni socialmente expresado.

No habrá mucho que se pueda hacer respecto del dolor de los padres al atravesar por una muerte gestacional o perinatal, sin embargo, sí hay acciones que se pueden emprender o a las que se les puede poner mayor atención en estos casos, y comencemos por el ámbito hospitalario. Si usted es médico o enfermera, quizá haya pasado por esta situación muchas veces, le habrá tocado ya notificar a muchos padres sobre esta triste situación, sin embargo, es muy probable, que los padres estén experimentando esta situación por primera vez. No pierda esto de vista, notifíquelo a los padres y a la familia con empatía y respeto y antes de pedirles que respondan a decisiones que deberán tomar, deles tiempo para que puedan hacerlo sin que posteriormente se arrepientan por la decisión tomada por haber sentido que no había tiempo para pensar. Algunos de los aspectos, para poner un ejemplo, sobre los que deberán decidir los padres, es si quieren ver al bebé fallecido o no. Explíqueles el impacto de esta circunstancia con sus pros y contras, como que puede ser muy difícil ver al bebé muerto, pero que esto les dará la oportunidad de darle un beso, un abrazo o decirle adiós, si es que lo desean. Hay padres, a los que hospitalariamente, ni si quiera se les da esta opción. Óptimamente un médico o una enfermera debería presentarse con los padres, explicarles el motivo o la causa de los sucedido si es que en ese momento es clara o plantear que se hará lo necesario hasta determinar la causa del fallecimiento, preguntar a los padres si habían designado algún nombre para el bebé, y en ese caso, referirse al bebé por ese nombre y no como “el producto” o “el feto”. Deberían escuchar a los padres, responder a sus dudas, plantearles el panorama que enfrentarán así como las decisiones que deberán tomar, explicárselas y darles un tiempo para tomar dichas decisiones. Ahora, también se puede entender, que dada la carga de trabajo, para el médico o la enfermera a cargo, en ocasiones puede ser difícil tener tiempo para hacer esta labor. Supongamos que mientras lo hace, hay otros diez o quince o veinte pacientes esperando su atención, en cuyo caso, puede designarse a una persona dentro del hospital para que se haga cargo de estas labores, como un psicólog@ o un tanatólog@, especializado en este tipo de pérdidas. Una persona que le haga saber a los padres que está ahí para apoyarlos y ayudarlos a tomar decisiones.

El proceso, en sí ya doloroso, lo es más, puesto que un bebé que ha fallecido, generalmente, lo ha hecho en la sala de maternidad, en donde hay otras madres y padres que tienen junto a ellos a sus bebés vivos, por lo que es recomendable también, a nivel hospitalario, contar con un “circuito de duelo”, es decir, un espacio específico para padres en pérdida, ya que la alegría de otros padres, lo más que hará, será aumentar su dolor.

Ahora, fuera ya particularmente del ámbito hospitalario, aunque sin excluirlo, ¿qué sí y que no deberíamos decirles a unos padres en esta circunstancia?. Lo que podemos hacer es cuidar la comunicación, tanto la verbal como la no verbal, una buena forma de apoyo puede ser un abrazo, un gesto, una palmada en la espalda o un apretón de manos. A veces basta con la sola presencia sin que haya necesariamente que decir algo que trate de consolar a los padres, pero si se ha de decir algo, la sugerencia es que sea algo que vaya en torno al reconocimiento de la  dificultad de la experiencia y que valide los sentimientos por la pérdida. Por ejemplo, “estoy aquí para ustedes”, “¿en qué puedo apoyarlos? o “lamento lo que ha sucedido”. En el último de los casos, y como decía anteriormente, a veces un gesto basta y no es necesario decir nada más y es válido también expresar que no se sabe que decir, puede ser que esto los padres lo aprecien más, que escuchar cualquiera de las frases que no es prudente decir en esta situación, como: “bueno, al menos no te encariñaste tanto con el/ella”, “Dios sabe por qué hace las cosas”. Y es que, al margen de cualquier creencia religiosa, ¿cómo pueden entender unos padres que atraviesan por este momento que sea voluntad de un Dios llevarse a su bebé? Lo más probable es que frases como esta o “ya vendrán otros” no hagan más que aumentar la rabia y en enojo de los padres. No se debe tampoco tratar de encontrar aspectos positivos a la muerte del bebé, como por ejemplo, “mejor así porque venía enferm@”, “ya tienes otros hijos” o “hubiera sido una carga y seguramente por eso pasó lo que pasó”. Son frases, que por imprudentes que parezcan, se les dicen y no deberían decírseles a estos padres.

Otras frases que no conviene decirle a los padres dolientes son: “sean fuertes”, “todo pasa por una razón”, “no llores”, “Dios necesitaba una flor en su jardín”, “ahora tienes un angelito”, “ahora está en un lugar mejor”, “al menos no llegaste a conocerlo bien” o “más vale ahora que después”. Se entiende que quien lo hace, seguramente no lo hace con mala intención, y el propósito es consolar a los padres, pero lo que este tipo de enunciados generará en los padres está lejos de ser consuelo.

Reconocer y validar el dolor de unos padres que atraviesan esta situación es fundamental y si los padres han decidido llevar a cabo algún rito funerario con o sin el cuerpo del bebé, hay que ser respetuosos de esa decisión y no cuestionarla o desacreditarla.

Finalmente, es conveniente dar a los padres un tiempo prudente para lidiar con su dolor y que puedan reponerse de tan desafortunada experiencia, así que no hay que presionarlos con cuestiones como “ ya vuélvanse a embarazar” o “¿para cuándo el otro?”, como si un bebé fuera a sustituir al otro. Si es deseo de los padres, cuando estén listos, volverán a intentarlo, pero no es conveniente presionar en ese sentido.

La pérdida gestacional o perinatal de un bebé, afectará no sólo a los padres sino a toda la familia, y aún con todo lo difícil que pueda ser esta vivencia, y aunque en el momento parezca imposible, es una experiencia de la que se puede salir adelante y si para ello hace falta apoyo psicológico, tanatológico o farmacológico no hay que dudar en buscarlo. Existen también grupos de apoyo para padres en duelo por pérdida gestacional y perinatal y pueden ser otra alternativa para lidiar con este inmenso dolor.

“Habrán de volver y verán la cuna vacía, pero existen herramientas y hay manera, de lidiar con esto en la vida”

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

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