Por: Mario Ruiz Redondo
En los días en que el excéntrico magnate inmobiliario y presidente de los Estados Unidos, habla ya, sin merecerlo, de su reelección en el mando de la primera potencia del mundo, empieza a cosechar uno más los resultados de su conducta de doble moral, ahora en forma de un escándalo sexual con mayores aristas de impacto, ante toda una nación cada vez más desencantada por sus frecuentes exabruptos que siguen deteriorando la fortaleza estadounidense.
Un frente más abierto, como si no fuese suficiente todavía la sospecha no superada, de la injerencia rusa a favor de los intereses republicanos en las elecciones de 2016, en la que resultó ganador, mientras sigue enredado en su obsesiva construcción del muro con México, en el que fuera de toda prudencia, ha llegado calificar de loco a su homólogo Enrique Peña Nieto, al reiterar la negativa de los mexicanos por pagar la edificación.
Hoy, este prototipo de macho gringo, acostumbrado a imponer como empresario su ley sobre los demás y más ahora como el todopoderoso de la Unión Americana, enfrenta las consecuencias de su relación íntima con una actriz porno, Stormy Daniels, quien asegura fue su amante entre 2006 y 2007, cuando llevaba un año de casado con la actual primera dama, Melania Trump, y su hijo Barron estaba recién nacido.
Daniels, cuyo nombre verdadero es Stephanie Clifford, asegura haber tenido una aventura con Trump, la cual haría pública en una entrevista periodística en 2011, y conforme se acercaba la elección que daría el triunfo a Donald, haría saber que daría más detalles de su tórrido romance con el magnate.
Sabedor de los riesgos para su futuro político inmediato, Trump enviaría entonces a su abogado de confianza Michael Cohen, a pactar el silencio de la porno estrella Stormy, mediante el pago de 130 mil dólares, que daría fin a los comentarios de la aventura sexual con el futuro jefe de la nación norteamericana.
Un acuerdo de confidencialidad, que Cohen lograría dos semanas antes de los comicios que finalmente darían el triunfo al candidato republicano, sobre la demócrata Hillary Clinton.
Pero Stephanie no se quedaría callada y a principios de este 2018, empezó a reactivar el tema sobre su amorío con el presidente, lo cual prendería los focos en la Casa Blanca, de donde saldría la orden a los abogados de Trump, para intervenir y negociar de manera secreta y unilateral, una resolución judicial que refuerza el acuerdo de confidencialidad, lo cual lograrían el pasado 27 de febrero.
Inicio de la otra guerra de los amores locos, no esperada por el magnate, en la que Stormy, ya con su nombre y apellido verdadero, presentó una demanda ante un juzgado de Los Angeles, el 6 de marzo, reclamando la nulidad del acuerdo.
Y lo que no querían ni Trump ni sus abogados, sucedió, pues en la demanda quedó asentada toda la historia de la aventura entre la actriz porno y Donald y el texto del acuerdo, con la advertencia de que la quejosa asegura tener más material comprometedor para el hombre de La Casa Blanca.
Un paso adelante de Stormy, cuando su defensor Michael Avenatti, revela que la principal preocupación del jefe de la Casa Blanca, es evitar por orden judicial, la difusión de la entrevista que su representada concediera al periodista Anderson Cooper, programada para ser emitida el próximo 25 de marzo, en el importante programa de televisión, 60 Minutos, que ya desde ahora mantiene atenta a la opinión pública estadounidense.
Ofensiva de Trump, que ha relevado a su amigo Michael Cohen y contratado a Charles Harder, para que lo represente en la Corte Superior del Condado de Los Angeles, a la que se ha solicitado que este espinoso asunto sea derivado a un juez federal.
Avennati ha considerado que lo que se pretende en este planteamiento de cambio de jurisdicción, es para tener más posibilidades del abogado del presidente, para que el caso concluya en arbitraje privado y no público como hasta ahora.
De acuerdo con la experiencia de expertos legales en la materia, los jueces federales son más partidarios de aceptar que los casos de acuerdos de confidencialidad se arreglen en arbitraje, lo mismo que cualquier diferencia que surja entre las partes.
La recomendación de los asesores presidenciales para contratar a Charles Harder, tiene sustento en la referencia de que se trata del abogado a representó al luchador Hulk Hogan, en su demanda contra la página web Gawker, por publicar una grabación de intimidades sexuales del quejoso, la cual culminaría con una indemnización multimillonaria, que haría quebrar a la empresa cibernética.
No obstante, con la actriz porno Stormys, es diferente, pues se trata de una historia más profunda, iniciada en 2006, cuando Daniels conoció al magnate inmobiliario, en un torneo de golf, en el Lago Tahoe, y tuvieron su primer encuentro sexual, que daría paso a muchos otros más en el lapso de un año.
Jugó con fuego amigo de carácter clientelar en su época de empresario y ahora como presidente, Trump no quita el dedo del renglón acostumbrado a imponer a toda costa, condiciones de subordinación a sus caprichos, y sin medir consecuencias, se lanza a la peligrosa aventura de reclamar, por medio de su abogado Hauder, una indemnización de 20 millones de dólares a Stormy Daniels, por incumplir el acuerdo de confidencialidad, en el que supuestamente se comprometió a no revelar nunca su aventura sexual con Donald.
Una demanda que sin duda se complicará, si se toma en cuenta que en el acuerdo de confidencialidad la acusada no firmó ni como Stormy Daniels, como tampoco con su nombre verdadero, Stephanie Clifford. Sería acreditada como Peggy Peterson, en tanto que tampoco se menciona el nombre de Donald Trump, a quien se ubica como David Dennison y como su representante legal a Michael Cohen.
Y es aquí donde radica la clave de todos los riesgos que desde ahora corre el presidente de los Estados Unidos, pues la actriz porno ha demandado la nulidad de tal pacto, porque en ningún momento Donald Trump no lo firmó, pues solamente ella y Cohen, como Essential Consultants y Dennison, si lo hicieron, quedando vacía la línea del interesado.
En su querella, como Stephanie Clifford, Stormy afirma que el acuerdo no es válido, pero quiere que un juez diga que Trump no lo firmó a propósito, de forma que pudiera, si lo necesitara, negar todo conocimiento del mismo y de la demandante con su nombre verdadero.
¿Cómo entonces el derecho de Donald Trump de demandar económicamente a Stormy Daniels-Stphanie Clifford-Peggy Peterson, si no aparece como tal, sino con el nombre de David Dennison, en el documento de silenciamiento?
Cabe la posibilidad de profundizar en las operaciones de la sociedad limitada constituida por el abogado Cohen, para ocultar la fuente de la que saldrían los 130 mil dólares para comprar el silencio de la coprotagonista del romance clandestino Stormy-Trump.
Todo un enredo por demás interesante que pondrá al presidente de Estados Unidos, en el ojo de un huracán que lo puede dejar maltrecho, si Clifford sale adelante en su exigencia al juzgado, que anule el acuerdo, de tal forma que quede libre de riesgos si decide hablar.
Conocimiento público de un pacto que inicia con la afirmación de que “Peggy Peterson tiene información confidencial que pertenece a David Dennison, específicamente ciertas fotos y mensajes de texto. Se compromete Peggy Peterson a darle a David Dennison, todas las copias en todos los formatos, no quedarse con nada que pueda ser propiedad intelectual de David Dennison, no hablar jamás con nadie de lo ocurrido, no comunicarse jamás con David Dennison ni su familia por ningún motivo.
“Debe darse los nombres de todas las personas a las que haya enseñado o con las que haya compartido cualquier información relativa a David Dennison. Si David Dennison siquiera sospecha que Peggy Peterson conserva esa información, podrá iniciar acciones legales contra ella. David Dennison jamás hablará del acuerdo, ni reconocerá su existencia.
“Ella recibe 130.000 dólares. Él tiene derecho a demandarla por al menos un millón de dólares por cada violación del acuerdo. Las partes acuerdan que cualquier disputa en torno a este acuerdo se resolverá por arbitraje. El árbitro está designado en el contrato y David Dennison es quien elige en qué jurisdicción se realizaría”.
Petición a la autoridad, por parte de Stephanie Cliffor, anular el acuerdo, lo cual le permitirá contar su historia al mundo, pero sin tener todavía la autorización, el abogado Michael Avenatti, ha incorporado a Twitter, el documento completo.
Un tema que ha perdido la confidencialidad exigida por los abogados del presidente, cuando la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee, fue cuestionada por una periodista en la sala de prensa, sobre la demanda de Clifford, contestando que “este asunto ya ha sido ganado en arbitraje”, cuando nadie sabía del laudo para reforzar el acuerdo de confidencialidad, que de manera secreta y en forma unilateral pretendió el abogado de Trump, Michael Cohen, el pasado 27 de febrero, luego de que la actriz porno diera una entrevista a People y amenazara con seguir hablando y publicar más detalles de su amorío con el magnate.
Un asunto por demás espinoso, pues por la forma en que se hizo el pago de los 130 mil dólares, se ha abierto otra línea de investigación, para saber si el pago puede constituir una donación ilegal a la campaña de Trump, por parte de Cohen o una violación a las normas de transparencia si lo realizó Donald, por no haberlo reportado en su momento.
Aparentemente, lo que diga la actriz porno, no preocupa a los abogados, pues el equipo presidencial podría mantener el fuero de que se trata de la palabra de una mujer contra la del presidente. No obstante, resulta por demás interesante la ofensiva legal contra Clifford, pues queda la duda de que todavía guarde debajo de la manga,
algo más que su simple palabra.
Por supuesto que hay preocupación en la Casa Blanca y su inquilino principal, porque bastaría con que el juez de los Angeles, considere que Clifford podría tener la razón y que es necesario estudiar el asunto, para que la demanda siga adelante y Donald Trump empiece a perder, pues al ser sometido a proceso, el presidente puede ser obligado a negar los hechos o a admitir públicamente que mintió.
No será tan importante saber los detalles del amorío, pues en principio se trata de una relación consentida entre adultos. Aquí, es donde la posición que mantenga su esposa Melanie Trump, será la que defina el futuro de un hombre que no ha estado, ni estará por lo visto, a la altura de un liderazgo mundial que no merece.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.