martes, diciembre 3, 2024

EN REDONDO: Inicia limpieza clerical en Chile

Por: Mario Ruiz Redondo

El Papa Francisco sigue dejando huella de su apostolado, ahora en Chile, donde ha dado comienzo a una delicada tarea de saneamiento entre los miembros del clero, luego de las denuncias de abuso sexual a menores, realizadas por algunos de sus integrantes, en la últimas décadas, que se han mantenido impunes.

A cuatro meses de su visita pastoral a la nación sudamericana, Jorge Mario Bergoglio, responde de manera enérgica e inédita a la feligresía y afectados, al aceptar la renuncia a los obispos chilenos, para dar margen a una investigación profunda que responda a las justas demandas de una feligresía que en enero último, le hizo sentir su enojo por la indiferencia mostrada hasta entonces por la Santa Sede.

La decisión del Sumo Pontífice, fue anunciada este viernes 18 de mayo en Ciudad del Vaticano, por representantes de la Conferencia del Episcopado de Chile, después de haber sostenido una reunión de tres días, en la que Francisco manifestaría su preocupación a la alta jerarquía eclesiástica de ese país, por la falta de transparencia en su desempeño.

Sin excepción, todos los obispos ofrecieron su dimisión al Vicario de Roma, para que libremente decida el futuro de cada uno de ellos y se deslinden responsabilidades por las acusaciones de pederastía al interior de los mandos de la Iglesia Católica chilena.

Una respuesta del Jefe del Estado vaticano, que seguramente impacta positivamente a los fieles del país del cono sur, que no esperaban que sus denuncias serían atendidas prontamente, en especial contra Juan Barros, el obispo de Osorno, que desde 2015 ha sido repudiado por encubrir los abusos sexuales cometidos por el ahora ex párroco Fernando Karadima.

Pero Francisco cometería, durante su visita de enero último, el error de defender a Barros, tomando en cuenta su posición de negar las acusaciones en su contra. El 19 de enero, el último día de su visita de tres, al ser entrevistado por un periodista de Radio Bio Bio, en la ciudad de Iquique, respondería contrariado: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No una sola prueba en contra. Es todo calumnia. ¿Está claro?”

Al concluir su periplo por Sudamérica, a bordo del avión que lo trasladaba a Roma, el “Papa que vino del fin del mundo”, después de recibir información más precisa de los atropellos eclesiásticos en Chile, se retractaría y pediría perdón por su expresión, al y tiempo que anunciaba que había invitado a tres de los afectados para escuchar sus versiones en la Santa Sede.

Giro vertiginoso de  los acontecimientos que provocados por  Jorge Mario Bergoglio, quien ordenaría de inmediato la creación de un grupo clérigos de El Vaticano, para investigar las denuncias. Al concluir, entregarían sus conclusiones, las cuales motivarían que el 12 de abril, Francisco enviara un mensaje a la Conferencia del Episcopado chileno, en el que expresaba “mi vergüenza y dolor”, por haber cometido “graves equivocaciones de valoración de la situación”.

Se acumularían 64 testimonios de personas afectadas por los curas pederastas, que se incluirían en dos mil 300 folios, que fueron recopilados por Jordi Bertomeu, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Charles J. Scicluna, arzobispo de Malta, a quien en 2005 Benedicto XVI comisionaría para tomar declaraciones al fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, sindicado no únicamente como pederasta sino de violar las estrictas reglas de la Iglesia, al tener en el anonimato mujer e hijos, siendo religioso.

Llegaría la reflexión del obispo de Roma: “Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha ‘misión especial’, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”.

En el caso específico de Fernando Karadima, el ex párroco de El Bosque, de quien en sus inicios el obispo Juan Barros fue su asistente, las pesquisas indican que se trata de un sacerdote de un templo de la clase alta, en la capital Santiago de Chile, que abusó sexualmente durante años, por lo menos de cuatro jóvenes de familias conservadoras, como quedaría constancia en los archivos de la justicia civil y eclesiástica, cuyos crímenes prescribieron y por lo mismo no fue condenado, en mucho debido a la protección de su ex colaborador.

Ante la gravedad de la situación, el Sumo Pontífice convocaría a la sede vaticana a todos los obispos chilenos, quienes a su arribo el lunes 14 de mayo, a reconocerían que llegaban a su encuentro con el Papa, “con dolor y vergüenza”. El secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Fernando Ramos, aceptaría que “hemos cometido errores que no deberíamos haber cometido pero estamos aprendiendo para no volver a cometerlos. Tenemos la obligación de pedir perdón hasta 77 veces”.

La reunión daría comienzo al día siguiente y se prolongaría hasta el jueves 17, en la que Francisco entregaría una carta personal a cada uno de los asistentes, en la que les agradecía “la plena disponibilidad que cada uno ha manifestado para adherir y colaborar en todos aquellos cambios y resoluciones que tenemos que implementar”.

También les proporcionaría una síntesis redactada en 10 folios, de los resultados de la investigación, que serviría de base para el diálogo que mantendrían durante los tres días del evento clerical.

El documento dejaría de tener rango confidencial, al ser filtrado por uno de los obispos a la prensa y Tele 13, que difundirían íntegramente el texto, en el que el Jorge Mario Bergoglio, les anunciara que habrá cambios, regeneración y relevos a corto, medio y largo plazo, en los mandos de la Alta Jerarquía de la Iglesia Católica chilena, con el propósito de restablecer la justicia y la comunión, yendo hasta el origen de la problemática de la pederastía clerical.

Mensaje que reconoce “que los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial, no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas; esto -y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen”.

Censura del hecho de que “a algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad”.

Señalamiento preciso del Jefe del Estado vaticano, de que su pecado se volvió el centro de atención por la cadena de errores de la autoridades de la Iglesia chilena a la hora de investigar y castigar los abusos, que implicaron irregularidades en los procedimientos, el mal trato a las víctimas y el modo de gestionar sus denuncias.

Días antes de la reunión, el sábado 12 de mayo, la oficina de prensa de El Vaticano, había emitido un comunicado en el que adelantaba la realización del encuentro con los obispos chilenos, advirtiendo que el Papa consideraba necesario examinar en profundidad sus causas y consecuencias, así como los mecanismos que han llevado en algunos casos a su encubrimiento y a las graves omisiones hacia las víctimas, por lo que ahí sucedería, sería crucial para el futuro de la Iglesia católica de la nación sudamericana.

Francisco cumpliría su promesa de recibir y platicar ampliamente con varias de las víctimas de la pederastía clerical, entre ellos Juan Carlos Cruz, que en su adolescencia fue abusado por el influyente sacerdote  Fernando Karadima. Después de permanencer varios días en la Santa Sede, expresaría: “Me alegra tremendamente para empezar a sanar esta Iglesia que no se merece a estos verdaderos corruptos y criminales”.

A diferencia de sus antecesores que darían largas a este tipo de denuncias, El Vicario de Roma asumiría plenamente su papel de pastor de más de mil 300 millones de católicos en el mundo, para atender con prontitud las denuncias de abuso sexual de la feligresía en Chile.

Su visita de tres días al territorio chileno le marcarían el camino a seguir, una vez que había sido sembrada en él la confusión que le llevaría a defender una causa indefendible que merecía en ese momento el rechazo generalizado de los fieles de un país considerado como el que menos católicos tiene en Latinoamérica (44 por ciento).

Una realidad que marca retrocesos importantes en el continente americano, donde México es parte importante de esta historia, al contar con el 82 por ciento de su población total, haciendo del catolicismo la religión aún mayoritaria.

Chile es ahora el primer país, donde el Papa ha decidió iniciar la reorganización y el orden de autoridades clericales que han distorsionado los objetivos de la Iglesia Católica, al incurrir sus altos mandos, en el encubrimiento de malos sacerdotes, que siguen gozando de la impunidad que les brindan las sotanas.

Bien por Jorge Mario Bergoglio, el Sumo Pontífice que sigue haciendo camino al andar, en un ambiente vaticano lleno de intereses de cúpulas que se han enquistado y que siguen resistiéndose al cambio que demandan sus fieles.

México espera su turno. Mucha tela de donde cortar, si continúa la voluntad del Papa Francisco.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.

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