Por: Mario Ruiz Redondo
Desde Estados Unidos y con tintes de distracción ante la proximidad de las elecciones legislativas que podrían ser adversas para el presidente Donald Trump, la orquestación desde mediados de agosto, de la campaña mediática en contra del Papa Jorge Mario Bergoglio, por los actos de pedofilia de religiosos católicos en la Unión Americana.
A poco más de cinco años de asumir la Jefatura de la Iglesia Católica Mundial, el Papa que vino del fin del mundo, sigue siendo objeto de la conjura en su contra desde el interior de El Vaticano, que se resisten a los cambios iniciados por el jesuita de origen argentino, ahora vinculados con poderosos intereses políticos del Partido Republicano.
Francisco, el primer Sumo Pontífice latinoamericano en la historia del Catolicismo, se enfrenta a la peor embestida abierta y soterrada en contra de la principal religión del planeta y de su pastor principal, a la que no solamente se golpea, sino se pide la renuncia a su líder.
Carlo María Vigano, arzobispo y ex nuncio en Washington (2011-2016), uno de los religiosos con acceso y convivencia con los mandos principales de la Santa Sede, por haber ocupado además la Secretaría de Estado y el Gobernatorato, y por lo mismo poseedor de información privilegiada, se convertiría el pasado domingo 26 de agosto, en el Judas del siglo XXI, al publicar una carta de 11 páginas, en donde acusa al Sucesor de Pedro, de encubrir los abusos del cardenal estadounidense Theodore McCarrick.
Vigano, un jerarca que a sus 77 años se mantiene resentido con Francisco por no haberlo designado aún cardenal y con ello estar en la vía del Papado, es el cerebro visible de una conspiración perversa, en la que el objetivo fundamental es el derrumbe total de Jorge Mario Bergoglio, y el quebranto severo del catolicismo mundial.
Un episodio sin precedente en la reciente historia de más de siglo y medio de El Vaticano, en cuanto a una grave acusación dirigida al Papa, de encubrir abusos sexuales, involucrando a los mandos principales del entorno, incluyéndola exigencia de su retiro del mando principal de la jerarquía católica.
Involucramiento en el texto de Vigano, de Juan Pablo II, convertido hoy en Santo, por haber nombrado cardenal a Theodore McCarrick, no obstante. Se argumenta, las denuncias en su contra desde el año 2000, de atentar y solapar actos de agresiones a niños y adolescentes en la Unión Americana.
Pero lo que no dice Vigano en su carta, es que el Papa Francisco fue el único que desde que asumió su responsabilidad en 2013, enfrentó el problema de McCarrick, sin anunciarlo, al ordenar una investigación a fondo, que culminaría el pasado mes de julio, con la orden de separar al prelado de su cargo como cardenal en Washington y pastor principal de la feligresía en los Estados Unidos.
Toda una guerra sucia dirigida por los poderosos intereses más reaccionarios en Estados Unidos, encabezados por el mandatario Donald Trump, que no perdona al Sumo Pontífice, que se haya sumado en tiempos de su campaña electoral, a la causa mexicana en contra de la intención aún vigente de completar la construcción del muro de tres mil kilómetros en la frontera entre ambos países, con cargo a los mexicanos.
Declaraciones Su Santidad, a los periodistas que le acompañaban a bordo del avión que lo retornó a Roma, luego de su visita oficial a México en febrero de 2016, en las que expresaría que la construcción de muros para mantener alejada a la gente, no es un acto cristiano.
Sin mencionar a Trump, Francisco agregaría que “una persona que piensa en construir muros en lugar de puentes, no es cristiana. Eso no está en el evangelio”, mientras precisaba que con sus palabras no quería inmiscuirse en la política estadounidense, pero advertía: “Solo digo que este hombre no es un cristiano si dice estas palabras”.
El entonces precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, respondería de inmediato al Sumo Pontífice, calificando sin el menor respeto a la investidura, como “vergonzoso” su comentario hacia su persona, respondiéndole: “Que un líder religioso cuestione la fe de alguien, es vergonzoso. Está siendo usado por México como un peón en el debate migratorio”.
Jorge Mario Bergoglio no se retractaría, sino que reiteraría el mismo mensaje, aún después del triunfo de Donald Trump, lo que motivaría que a partir de entonces y hasta ahora se haya mantenido desde La Casa Blanca, una campaña de desprestigio en contra del Francisco y en general de la Iglesia Católica, bajo la batuta inicial de Steve Bannon, el ideólogo y especialista en propaganda de extremos, basada en las noticias falsas, ahora aparentemente fuera de la esfera directa de Trump.
Es la guerra terrenal por el Poder de El Vaticano, representada por intereses político-económicos, mucho más allá de lo dogmático, enraizados en los feudos clericales de un catolicismo conservador encabezado por Estados Unidos, donde Trump aprovecha la coyuntura para manipular a los altos jerarcas y cobrar venganza a Francisco, en coincidencia con aquellos líderes de las viejas corrientes de una Iglesia Católica europea inamovible, que también traicionan al Obispo de Roma en abierto desacuerdo con los cambios que representa, en contraste con la aceptación que se patentiza a esta nueva época, en las latinoamericanas, asiáticas y africanas.
Son los mismos que atacaron a Benedicto XVI, y lograron que abdicara, al no soportar la presión y las bajezas de quienes tienen al dinero como su Dios e intrigan para allegarse de un poder que esté a su servicio y no al interés de más de mil 200 millones de católicos en el mundo.
Lucha de una minoría con demasiado poder al interior de la Santa Sede y que gradualmente ha ido debilitando Francisco, con su apertura a todos aquellos que han abandonado los templos decepcionados por la lucha interna que siguen escenificando, como ahora se demuestra, al ser reforzada por intereses ajenos, como los representados por Washington
Todo un complot planeado por Vigano y sus aliados, que al darse a conocer sus objetivos principales, en los que El Sumo Pontífice es el principal, tiene ya resultados adversos, al resurgir la imagen y fortaleza del liderazgo mundial de Francisco, que se mantiene ecuánime y solamente espera el momento de dar respuesta adecuada a esta conspiración que no tendrá el mismo fin de su antecesor.
Desde su llegada, el Jefe de El Estado Vaticano, sabía que sería blanco de todo tipo de ataques, y que por lo mismo debería desde adentro empezar su tarea de control del Colegio Cardenalicio, clave en la designación del Vicario de Roma.
Sigilosamente y sin ningún simbolismo de triunfo por sus avances, Francisco ha nombrado en los cinco últimos años, a 59 de los 125 cardenales que deciden la sucesión, consciente de la necesidad de frenar la corriente ultraconservadora que no desea una Iglesia actuante y participativa, en la que se ubican buena parte de los clérigos en Estados Unidos e Italia, que no quitan el dedo del renglón, en cuanto a imponer a alguien que ya no tenga que ver, como Jorge Mario Bergoglio, en la continuidad del cambio que agrada y respaldan los religiosos del mundo no desarrollado.
El historial de Vigano no es tan honesto y transparente, como pretende aparentar en sus enjuiciamientos y exigencias, pues habrá que recordar que fue clave en el escándalo del Vatileaks, mediante la filtración y difusión mundial de información confidencial de la Santa Sede.
Bergoglio se ha abstenido de responder a los señalamientos de Vigano, tal vez porque apenas el 20 de agosto había divulgado una carta dirigida a todos los católicos del mundo en la que expresa su “vergüenza y arrepentimiento” por los casos de abusos, al tiempo de reconocer también que la Iglesia no supo actuar ni reconocer la gravedad del daño que se estaba causando por las atrocidades de los religiosos pedófilos.
Daba así la cara, en un acto sin precedente, al Informe que diera a conocer el 15 de agosto, la Corte Suprema de Pensilvania, en Estados Unidos, en relación a 300 casos de “sacerdotes depredadores” sexuales en esa entidad, identificando a mil menores como víctimas a partir de 1940.
“Coincidencias” al fin, que no puede pasar por alto el Jefe de la Iglesia Católica Mundial, al expresar: “Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas.
“Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse.
“El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad”.
Mensaje del Sumo Pontífice “al pueblo de Dios”, en el que también destaca: “En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años.
“Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como
a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas nunca prescriben.
“El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad”.
Amplia respuesta a quienes como Vigano, antes del lanzamiento de su misil discursivo y acusatorio, jamás pensaron que Francisco daría respuesta a las denuncias de pedofilia clerical en la Unión Americana, al manifestar:
“Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”.
Plantea que la magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. “Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor”.
Anunciaría entonces, la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas, por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos.
El 22 de agosto, atacaría de nuevo el moderno Judas, monseñor Carlo María Vigano.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.