LOS ÁNGELES, CALIFORNIA.- Una de las grandes damas de Hollywood, objeto de deseo y de polémica, vuelve a la actualidad gracias a este documental dirigido por Nanette Burnstein (El chico que conquistó Hollywood) que recupera las grabaciones de varias entrevistas que el periodista Richard Meryman realizó durante años a la estrella para preparar un libro sobre ella.
De acuerdo con CINEMANÍA, puede que esas ‘cintas perdidas’ no revelen mucho más de lo que ya conocemos sobre la dama de los ojos violeta –que en realidad eran azul oscuro–, pero es una gozada escuchar a Liz hablar y hablar de manera desprejuiciada y sin tapujos sobre su carrera en Hollywood, sobre lo mucho que le costó que la tomaran en serio como actriz, sobre sus errores sentimentales y, en suma, sobre lo que significa vivir. Una personalidad apasionante para una de esas estrellas de cine de las que ya no existen.
Elizabeth Taylor pasó gran parte de su carrera soñando con dejar de ser una estrella de cine, la gran meta para muchos, para ser reconocida simplemente como actriz. La intérprete ansiaba que su imagen de ‘sex symbol’ pasara a un segundo plano y sus papeles aumentaran su credibilidad profesional. Lo confiesa ella misma en el documental ‘Elizabeth Taylor: las cintas perdidas’ (disponible en la plataforma Max), una producción que recoge 40 horas de entrevistas de audio recientemente descubiertas que la actriz tuvo con el periodista Richard Meryman en 1964, en su momento de mayor éxito, en unos encuentros que iban a servir para escribir una biografía de Taylor. Esas cintas se perdieron, hasta ahora, que han sido redescubiertas y han convertido a la actriz en la narradora de su propio documental 13 años después de su muerte.
Taylor siempre intentó librarse de la imagen que proyectaba en la gran pantalla, limitada a papeles menores o de ingenua. Su debut cinematográfico llegó a los 10 años, de la mano de ‘Lassie, la cadena invisible’, en 1943, y pronto aparecieron otras producciones. “Actuaba con 16 años pero aparentaba tener 24. Me lanzaron al mundo adulto y tenía que comportarme como una mujer sofisticada, mientras en mi propio mundo yo era una niña atemorizada”, recuerda Taylor en el documental, dirigido por Nanette Burstein.
Se encontró en más de una ocasión con compañeros y directores que no confiaban en su talento casi innato. “Luchaba con el estudio para que me dieran buenos papeles. Daba igual lo mucho que lo intentara, ellos pretendían encasillarme”, relata la intérprete. Poco a poco, se impuso a la industria y consiguió el protagonismo en el cine. “Leía críticas diciendo que era solo una cara bonita y que no sabía hacer nada. Se inició una rebelión dentro de mí”, explica. Ese respeto llegó de la mano de películas como ‘La gata sobre el tejado de zinc’, ‘Una mujer marcada’, por el que ganó el primero de sus dos Oscar, ‘Cleopatra’ y ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’, con la que obtuvo la segunda estatuilla. “Ganar un Oscar suponía que por fin la industria me considerara una actriz y no una estrella de cine”, afirma.
La intérprete también habla de su estrecha amistad con Rock Hudson, Montgomery Clift y Roddy McDowall, y relata sin tapujos cómo vivió sus múltiples matrimonios (se casó hasta ocho veces, dos de ellas con Richard Burton, aunque en el documental solo se menciona hasta el quinto). Su primera boda fue a los 18 años, con Nick Hilton, con quien vivió abusos mentales y físicos: “Me dio una patada en la tripa que me provocó un aborto”. Después vino Michael Wilding, a quien recuerda como “un calzonazos”, y luego apareció el gran amor de su vida, el productor Michael Todd. Con él llegó “la primera vez que había sido feliz”. Pero un año después de su boda, mientras ella estaba inmersa en un rodaje, Todd falleció en un accidente de avión. “Quedé en un estado casi de locura, no quería volver a trabajar, pero pensé que la única manera de recuperar la cordura era terminando la película”, recuerda.
Su mayor apoyo en aquel momento fue Eddie Fisher, casado con Debbie Reynolds, que acabó dejando su matrimonio para iniciar un romance con ella. Tres horas después de que Fisher se divorciara, se dio el ‘sí, quiero’ con Taylor. “La prensa decía que yo había roto un matrimonio perfecto […] Había hostilidad en las caras de la gente, me escribían cartas horribles”, asegura sobre uno de los momentos más duros de su vida. En aquel momento llegó a tomarse pastillas para quitarse la vida. “Prefería morir a volver a divorciarme. Estoy muy avergonzada de aquello”, declara, arrepentida.
Todas esas relaciones condenaron a Taylor a estar bajo la lupa de la prensa y la gente. “Mi imagen pública es la de una mujer que no es de fiar, completamente superficial, no muy guapa. Por dentro, quiero decir. Sugiero algo ilícito. He cometido errores y he pagado por ellos, pero a pesar de ello no les vale, sé que nunca conseguiré compensarlo”, se lamenta la actriz. “He establecido una línea deliberadamente. La persona que conoce mi familia es real, pero la famosa para mí no tiene profundidad ni sentido, es un producto que hace dinero”, manifiesta.
AM.MX/fm