Conferencia de Sara Sefchovich
Norma L. Vázquez Alanís
(Primera de dos partes)
“El siglo XXI corre vertiginosamente, apenas llevamos dos décadas transcurridas y han tenido lugar sucesos que han cambiado al mundo, como el rápido avance de la medicina y la tecnología, el crecimiento exponencial de la violencia y la pandemia del Covid19, que transformaron a la sociedad, así como su manera de comportarse… Me ha tocado cerrar este gran ciclo de conferencias titulado ‘De siglos y centenarios’ hablando precisamente del año 2021 como fecha emblemática para referirnos a todo el siglo, tarea nada fácil”, aseguró la socióloga y doctora en Historia Sara Sefchovich.
Con la ponencia ‘2021. El siglo del futuro incierto’, la doctora Sefchovich participó en la serie de charlas convocadas por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) que tomaron como punto de referencia los años 21 de cada centuria, desde el siglo XVI cuando tuvo lugar la caída de Tenochtitlan.
“Y es que hablar de un siglo que lleva apenas dos decenas de años, que lo estamos viviendo todos, que no tenemos aún ni perspectiva histórica, ni la menor idea de lo que va a suceder en él, es complicado, pero haré lo mejor que pueda con las herramientas que para ello me dan las dos líneas teóricas con las que he trabajado toda mi vida: la historia del tiempo presente y la sociología de la cultura”, dijo la también académica adscrita al Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Empero, así son las cosas con este afán humano por clasificar y poner fronteras, inicios y fines, fechas significativas para romper con la monotonía de la vida y el trabajo, apuntó Sefchovich, y agregó que por principio de cuentas hay que saber cuándo empezó el siglo XXI. Según el calendario gregoriano -que es el que usamos con todo y que es tan arbitrario como cualquier otro- el inicio fue en el año 2000 y su entrada se festejó en la última noche de 1999 para algunos con alegría y esperanza, para otros con un miedo apocalíptico por el cambio no sólo de siglo sino de milenio.
Sin embargo, los sucesos no son tan sencillos. Como explicó el historiador francés Pierre Nora, hay momentos que se caracterizan por tener en su misma esencia la cualidad de establecer una ruptura entre el antes y el después, además de que señalan la finalización de un periodo y traen las semillas de un nuevo orden.
Por tal razón algunos historiadores consideran que el siglo XXI principió en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Al respecto, Francis Fukuyama, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard, escribió: “no se trata únicamente del fin de la guerra fría o de la desaparición de un periodo determinado de la historia de la postguerra, sino que es el fin de la Historia como tal, el punto de la evolución ideológica de la humanidad que se pudo dar gracias a la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”.
De acuerdo con otros, el siglo XXI no empezaría sino casi hasta finales del año 2001 cuando un atentado derrumbó las Torres Gemelas de Nueva York. Lo que apunta Nora seria uno de esos acontecimientos monstruos que todo lo cambian, y en efecto este atentado detonó respuestas tan severas del gobierno de Estados Unidos y de sus aliados europeos en Afganistán, Irán, Irak, Libia y Siria, que cambiaron mucho al mundo. Así, la humanidad estaba de regreso en la Historia con sus tribus y pugnas tanto étnicas como religiosas, con su enfrentamiento entre culturas y civilizaciones; la utopía de que algo en el ser humano podría modificarse, mostró una vez más estar equivocada, explicó la doctora Sefchovich.
Pero si no hay claridad, o al menos acuerdo, sobre cuándo empezó este siglo, si la hay para afirmar que ya estamos plenamente instalados en él y prueba de ello es que el 11 de agosto de 2021, mientras estaba en su presentación pública en la Plaza de San Pedro en el Vaticano y frente a miles de fieles, el papa Francisco contestó su celular, lo llamaron y ahí mismo lo respondió; si eso no es señal inequívoca de que estamos en el siglo en el que como dice el escritor español Jorge Carrión, el momento y el motor y el mantra es “estoy conectado, luego soy”, pues ya no sé cuál podría serlo, de modo que, aunque no sepamos cuándo empezó el siglo XXI, estamos seguros de que ya lo estamos viviendo, apuntó la conferenciante.
El XXI, siglo de la conectividad
Si queremos caracterizar de alguna manera al siglo XXI, es necesario intentar, como dice el intelectual francés Alain Finkielkraut, autor de numerosos ensayos, entender la sensibilidad, los modos de actuar y las costumbres de este tiempo, así que la presente centuria seguramente será calificada como la de la conectividad, la cual se logró en buena medida por la invención de las computadoras y el internet, así como de toda la tecnología que surgió en torno a estas novedades, como los teléfonos celulares, las redes, las aplicaciones del móvil y las plataformas como la que ahora estamos usando; hoy en día, todos hacemos la vida familiar, amistosa y académica a través de la pantalla, comentó la doctora Sefchovich.
Estudios recientes revelaron que más del 90 por ciento de las personas en el mundo, y en México casi llega al 98, tienen un teléfono celular en el que están mirando todo el tiempo. En este sentido, la Universidad Nacional Autónoma de México señala que “más allá del uso de los artefactos tecnológicos, las tecnologías digitales implican desafíos en el ámbito social, entre otras cuestiones el acceso intelectual que excede el acceso de lo publicado y en todo caso habilita a la creación de canales inéditos de información y de nuevos contenidos; ésta es una de las prácticas sociales modificadas por la tecnología”.
Como apunta el periodista y escritor español Ignacio Vidal-Floch, “te vendo mi alma por una app”. Este es el espíritu de nuestro tiempo del que todos participan en el mundo, en el rico y el pobre, en el occidental y el oriental, en el norte y el sur, porque esta es hoy la manera de relacionarse con los demás en una gigantesca conversación colectiva en la que se produce la disolución de las fronteras entre el objetivo y lo subjetivo, el día y la noche, la casa y la calle, el aquí cerca y el allá lejos, pero además, y sobre todo, es un importante cambio de enfoque y de lógica sobre las formas de relación con el orbe y con los demás, agregó la historiadora.
Por supuesto que algo parecido ya había sucedido en otros momentos históricos, porque en todos hubo avances tecnológicos, desde el descubrimiento de cómo prender fuego hasta la invención de la agricultura, desde el paso de las lanzas hasta la creación de los cañones y la de los misiles, desde la concepción de la imprenta hasta la de la televisión.
Y sin embargo, nos gusta creer que el momento que nosotros vivimos y las cosas que nosotros atestiguamos son las más importantes; es parte de nuestra condición humana pensar así, por eso creemos que la tecnología de hoy tiene más peso que nunca. No obstante, en esta ocasión así es porque ella se ha convertido en un marcador central de las identidades, particularmente de las juveniles, y es además dispositivo que arma, forma y da sentido tanto a su vida como a sus prácticas, según sostiene la mexicana Rossana Reguillo, doctora en Ciencias Sociales especializada en estudios de la juventud.
Para finalizar con el tema de la conectividad, la doctora Sefchovich citó al escritor y filósofo francés Éric Sadin, quien en su ensayo La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, escribió que hemos pasado del “sujeto humanista al individuo algorítmicamente asistido” y que eso supone “la agonía definitiva del antropocentrismo moderno”; y como apunta el escritor español Jorge Carrión, de esta manera, “del pienso, luego existo, hemos pasado al estoy conectado, luego soy. Del hombre como centro del mundo hemos pasado al hombre como nodo de una red”.
(Concluirá)