Luis Alberto García / Vladivostok, Rusia
*Negociaciones con China por el ancho de las vías férreas.
*El Express de Luxe se estableció en años recientes.
*Vladímir y Tatiana Ustimovich: Luna de Miel en tren de lujo.
*El Transiberiano se creó en una nación en la que todo es excesivo.
*Hay datos increíbles sobre la región más fría de la Tierra.
*Alejandro II lo ideó, su hijo lo inició y Nicolás II, con presidiarios, lo acabó
Monumento de más de un siglo a la voluntad de los zares de Rusia, el Ferrocarril Transiberiano es, sin duda, símbolo de una renovación emprendida en años recientes, con la cual se superan los temores por la agitación política, económica y social que vivió la nación ante el derrumbe y desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991.
Tal renovación implicó cuestiones de orden internacional, como por ejemplo las negociaciones que debió hacer el gobierno de Borís Yeltsin en 1998 para el cambio de vagones en la frontera entre Mongolia y China se hace necesario debido a la diferencia en el ancho de las vías, luego de un recorrido atraviesa ocho husos horarios distintos.
Debe aclararse que, con una duración total del viaje que depende del servicio en cuestión, el promedio es de siete días y seis noches, de punta a punta en su trazado original de nueve mil 288 kilómetros, de Moscú a Vladivostok.
A intervalos regulares a lo largo del trayecto se cambian las locomotoras, se comprueban los vagones, según se deduce del sonido metálico producido al golpear una barra de acero, y se bombea el agua fresca necesaria para el suministro del tren por medio de mangueras.
Estas tareas, aparentemente sencillas, tuvieron que realizarse en años recientes en la mayoría de las composiciones, que alcanzan una longitud de casi un kilómetro, por tratarse de un convoy que supera a cualquiera otro ferrocarril en el mundo, en una nación en la que todo es exageradamente grande.
Rusia y Mongolia se caracterizan por la anchura de sus vías, mientras que China utiliza las que pudiesen llamar estándar, por lo que hay un cambio en ésta, implicando que las formaciones que viajan hacia o desde China no puedan cruzar la frontera directamente.
En una dura y compleja labor, cada coche de pasajeros debe ser levantado para que los llamados “bogies” sean cambiados, operación que, junto con los trámites de aduana y control de pasaportes, puede hacer que el cruce de la frontera demande horas de espera que parecen interminables.
Cuanto menor es el número que el tren lleva como identificación, menos paradas hace y por lo tanto más rápido es el viaje; pero el número del tren no supone diferencias en cuanto a los tiempos requeridos en el cruce de fronteras.
Hay diferentes clases de acomodos para una larguísima jornada de viaje: los blandos, con asientos totalmente tapizados; y los duros, con asientos de plástico o de cuero: los dos tipos de asientos se convierten en camas para viajar de noche.
El tipo de acomodo blando consiste en grandes compartimentos tipo europeo con dos o cuatro literas, mientras que el tipo de acomodo duro consiste en compartimentos de cuatro literas o en coches sin compartimentos.
El proyecto de renovación integral del Transsib incluyó la clase de lujo, a un costo inalcanzable para los pasajeros comunes, entre ellos los trabajadores que necesitan trasladarse a ciudades en viajes cortos, o de hombre de negocios y funcionarios que hacen los mismo, y es que en los vagones de lujo, además y por ejemplo, el menú del coche-restaurante tiene veinte páginas.
En otras palabras, el éxito empresarial que ha alcanzado el Ferrocarril Transiberiano no solamente en su ruta directa, original y más antigua, de Moscú a Vladivostok, compite con el progreso político como un proyecto hacia una vida más próspera, que estuvo negada durante más de siete decenios.
Ejemplo de ello, de la generación de los millennials nacidos entre 1980 y 2000 –dos décadas determinantes en la historia de lo que después de 1917 se llamó Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y luego Federación Rusa- son Vladímir Ustimovich y Tatiana Petuyova, joven pareja de expertos en tecnologías cibernéticas.
Ambos, nacidos en 1991, el año que vio el fin de un régimen político para ingresar a otro y recién casados, ahorraron dos años de sus buenos salarios para hacer realidad un sueño que muchos rusos –y no rusos también- quisieran, al emprender su viaje de bodas hasta la otra Rusia, la oriental.
Algo que impresionó vivamente a Volodia –así se llama de cariño a quienes se llaman Vladímir- fue lo que vio en Krasnoyarsk cuando el tren cruzó bajo una maraña de cables que conducen energía desde las presas y centrales hidroeléctricas, a las que el enorme poeta Evgueni Evtushenko llamó elocuentemente “los templos de kilovatios”.
Volodia y Tatiana eligieron el verano para casarse y viajar al otro extremo de su país-continente, evadiendo a la Siberia invernal que, evidentemente, tiene fama de ser la región habitada más fría del planeta, en donde el 15 enero de 2018, en Oimiakón, región de Yakutia, división administrativa (oblast en ruso) de Yakutsk, se alcanzó una marca que varió de los -62 a los -67 grados centígrados
Así, el libro de los “Records Guiness” adquirió con Oimiakón un nuevo integrante, cuando, según reveló la agencia informativa Sputnik (Acompañante en español), nombre de primer satélite que circunvaló nuestro planeta en 1957, cuando las autoridades locales decretaron el estado de emergencia por temperaturas que no padecen ni los esquimales del Polo Norte.
Cuando en la década de 1870 el gobierno local notificó al zar Alejandro II de ese inconveniente para la construcción de uno de los tramos del Transsib porque podrían morir de frío los trabajadores y se averiarían rieles y durmientes, pensó en desechar tan magna idea.
Finalmente, se decidió poner en marcha ese plan en 1894 por su hijo Alejandro III antes de que éste fuese asesinado y dar paso a la autocracia de Nicolás II, que ordenó construirlo con mano de obra de presidiarios y militares.
En enero de 2018, un día después de que los termómetros llegasen a cifras tan bajas, los medios digitales del mundo publicaron la imagen de la joven Luzmila Martinova con las cejas y las pestañas congeladas que causó furor en las redes sociales, aunque donde se tomó, en Yakutsk, solamente llegaron a 42 grados bajo cero, veinte menos que la registrada en Oimiakón, el pueblo más frío de la Madre Tierra.