Luis Alberto García / Vladivostok, Rusia
Su nombre oficial en ruso es Transibírskaia Maguistral.
Terminado en trece años, es la vía ferroviaria más larga del mundo.
El trayecto del “Rossiya” empieza en Moscú y acaba en Vladivostok.
Su construcción empezó en mayo de 1881 y acabó en julio de 1904.
Fue iniciativa del zar Alejandro III para unir y defender a la nación.
Antón Chéjov, autor de la mejor definición del territorio siberiano.
En ruso se llama Transibírskaia Maguistral (Transsib) y en español Ferrocarril Transiberiano, compuesto por una extensísima red ferroviaria que conecta la Rusia europea con las provincias del Lejano Oriente ruso, con ramales hacia Mongolia, la República Popular China y conexiones con Corea del Norte.
Con una historia épica –iniciada a propuesta del zar Alejandro III- de esfuerzos colosales y sin medida para su época, la ruta principal fue inaugurada después de trece años de trabajos cimentados en mano de obra prácticamente forzada, en la que participaron de cerca de cien mil presos y militares.
Su ruta directa fue abierta el 21 de julio de 1904, con una extensión de nueve mil 288 kilómetros; pero con sus derivaciones, no se dio como oficialmente concluida sino hasta el 5 de octubre de 1916, un año y veinte días antes de que el régimen del zar Nicolás II fuese derrocado por la Revolución encabezada por Vladímir Ilich Uliánov, Lenin.
El objetivo fue unir al entonces imperio zarista, a partir de Moscú, con la costa rusa del Océano Pacífico hasta Vladivostok –puerto localizado en el mar del Japón, y cuyo significado en ruso es “Poder sobre Oriente”-, atravesando la mayor parte de la que fue el Asia zarista.
Esta vía, que cruza ocho husos horarios y cuyo recorrido demanda siete días de viaje, constituye el servicio ferroviario continuo más largo del mundo, con excepción de la ruta que se hace dos veces al mes regularmente, y que sirve de conexión entre Moscú, la capital rusa, y Pionyang, la capital norcoreana.
“En ese grandioso territorio vemos la fuerza de la estepa, la tundra y la taiga”, escribió en sus apuntes de viaje Antón Chéjov, considerado uno de los genios literarios rusos del siglo XIX, cuando concluyó su trayectoria por Siberia hasta la isla de Sajalín: “Esa grandiosidad no radica en sus árboles gigantescos y en su silencio, sino en que solamente las aves saben dónde termina”.
Así definía el escritor aquellas tierras, uno de cuyos ramales de importancia dentro de esta extensa red ferroviaria también es el Transmanchuriano, cuyo recorrido coincide con el Transiberiano hasta Társkaya, mil kilómetros al Este del lago Baikal.
Desde ahí, el Transmanchuriano se enfila al Sureste, hacia China, y sigue su recorrido hasta finalizar en Pekín; pero aún hay más: la tercera de las rutas primarias es el Transmongoliano, que coincide en su traza con el Transiberiano hasta Ulán Udé, al Este del Baikal para, desde Ulán Udé, ir al sur hasta Ulán Bator, la capital de Mongolia, tras lo cual sigue hasta Pekín.
Hay una cuarta ruta, cuyo recorrido se encuentra más al Norte, concluida tras más de cinco décadas de obras esporádicas, conocida como Ferrocarril Baikal-Amur, extensión que se separa del Transiberiano varios cientos de kilómetros al Oeste del lago Baikal, atravesándolo por su extremo Norte.
En su tramo final, esta ruta alcanza el Océano Pacífico al Noreste de Jabárovsk, en Sovétskaya Gavan, y si bien brinda acceso a la notable costa Norte del Baikal, esta rama se caracteriza también por atravesar zonas consideradas peligrosas.
La ruta principal del Transsib, recorrida por el tren No. 1, que se conoce con el nombre de “Rusia” (Rossiya en ruso), inicia en Moscú (0 km, huso horario de la capital, saliendo de la estación Yaroslavsky); sigue Nizhny Nóvgorod sobre el río Volga.
Hasta el día de hoy, la estación principal de esta ciudad curiosamente –luego del cambio de nombre de numerosas poblaciones- lleva su antigua denominación soviética, Gorki-Moskovski, aunque el nombre de la ciudad fue cambiado en 1990.
La tercera es Perm, localizada sobre el río Kama, frontera oficial entre Europa y Asia, señalada con un obelisco; luego viene Ekaterimburgo en los Montes Urales, que aparece con la que fue su antigua denominación soviética, Sverdlovsk –por Yakov Sverdlov, mano derecha de Vladímir Ilich Uliánov, Lenin-; y después Omsk, ubicada en las márgenes del río Irtysh.
El sexto lugar del recorrido continental lo ocupa Novosibirsk sobre el río Obi, seguida de Krasnoyarsk a orillas del río Yeniséi y a cuatro mil 98 kilómetros de Moscú, en tanto la octava urbe de la ruta es Irkutsk en las cercanías de la extremidad sur del lago Baikal.
La octava es Ulán-Udé, intersección con el Transmongoliano; la diez es Chitá, intersección con el Transmanchuriano en Társkaya; la décimo primera corresponde a Jabárovsk, localizada sobre las márgenes del río Amur, y por último aparece Vladivostok, a nueve mil 288 kilómetros de la capital de la nación rusa, en el Océano Pacífico.
Entre 1956 y 2001, el tren Rossiya seguía un recorrido vía Yaroslav en lugar de hacerlo por Nizhny Nóvgorod; pero otros trenes todavía circulan por la primera, o toman la trayectoria más sureña de Kazán.
La mayoría de los viajeros recorren en el Rossiya tan sólo una parte del trayecto, pues este tren realiza un servicio relativamente rápido entre 87 ciudades importantes, tales como Ekaterimburgo, Novosibirsk e Irkutsk, esta última en la Siberia occidental.
En los vagones de primera clase se exhibe un video que muestra el contexto, diseño e historia del Transsib, el Ferrocarril Transiberiano, que, para los rusos, es orgullo y una de las grandes maravillas tecnológicas del mundo, si se considera que, a finales del siglo XIX, el desarrollo de Siberia se vio dificultado por el clima y por las pésimas o nulas comunicaciones de transporte dentro del resto del país.
Aparte de la ruta siberiana –la única realmente existente- no había buenos caminos para el transporte sobre ruedas, y solamente durante unos cinco meses del año los ríos eran los principales medios de transporte.
Otra de las enormes epopeyas de aquellos tiempos consistía en que, durante la mitad fría del año, la carga y los pasajeros estaban obligados a hacer uso de trineos tirados por caballos sobre los caminos: muchos de esos senderos iban sobre ríos congelados, cubiertos de hielo para conducir a aquellos pioneros a un destino a veces incierto, en ocasiones a la muerte en el infierno blanco.