martes, enero 21, 2025

El tótem de “la audiencia”

Por Rafael Serrano

“Un Tótem es un objeto considerado sagrado (…); o símbolo que sirve como emblema de un grupo de personas, como una familia, clan, linaje o tribu, como en el sistema de clanes (…). Representa la unión de un grupo, no por lazos consanguíneos, sino por pertenecer a la misma imagen totémica, que puede ser un animal, una planta o una fuerza natural (rayo, fuego)…”
https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%B3tem_y_tab%C3%BA

Una de las críticas, no la única, al periodismo realmente existente es que los periodistas, sean reporteros, editorialistas, fotógrafos, caricaturistas o parte de la “comentocracia” se asumen como súbditos de las “audiencias”, de “sus” públicos; son, dicen, “sus” representantes informativos en el mundo social y político. “La audiencia” o el “público” es su tótem. Los periodistas son un clan cuyo linaje está bendecido por el “derecho a la información” y por la “sagrada” libertad de expresión. Por tanto la profesión de informar, en sus diversas prácticas, es la sustancia ontológica de su quehacer.

De ahí deriva la ideología de la “intocabilidad” o la “supremacía” ética de los periodistas y comunicadores sociales, tan parecida, por cierto, al Poder Judicial cuando convierte a la justicia en un tótem donde la ley esta por encima de la justicia, recordando que lo “sagrado” esta por encima de lo profano. Afirman que sus expresiones orales o escritas están dirigidas y “sometidas” a un público o una “audiencia” o “teleaudiencia” a los cuales dicen, retóricamente, “servir” ofreciendo información que consideran siempre “objetiva, relevante y verdadera”. Nos dicen que el soberano es “el público”, “la audiencia” y a él y a ella se “someten”, a sus métricas de audiencia, cuando las tienen.

Los análisis de contenido han demostrado que sus productos comunicativos no son necesariamente objetivos, relevantes y verdaderos. Más bien son siempre interpretaciones sobre los hechos (objetividad subjetivada) de acuerdo a una agenda (política y cultural) que generalmente proviene de los actores políticos y de las fuerzas políticas. Los estudiosos le llaman “encuadramiento dentro de una agenda establecida” para responder a acontecimiento previstos o imprevistos: “framing” y “agenda setting”. Es decir, lo que dicen los periodistas está siempre mediado, ya sea por los medios de comunicación, por los intereses políticos o por la misma subjetividad del mediador sea periodista, comentarista o busto parlante de noticias. Por tanto sus discursos y sus narrativas emitidos desde sus púlpitos mediáticos pueden estar ajenos o distantes al “público” o a los “públicos” reales; además son mensajes/narrativas muchas veces sesgados; incluso salpicados de bulos. Lo curioso es que los mediadores y sus instituciones mediáticas hablan de ese “público” como una realidad concreta cuando en realidad es, para ellos, una abstracción, una imaginación: ¿en verdad, conocen y se “someten” a “sus públicos” o sólo los hipostasian?; ¿consideran a sus públicos como una abstracción compartida y construida por sus culturas periodísticas?; ¿el verdadero tótem de los periodistas es el medio de comunicación, una institución que representa a un poder fáctico y no a “la audiencia”?

Existen pocos estudios empíricos sobre cómo los periodistas se imaginan o perciben a sus públicos. Sin embargo, ahora tenemos a la mano una investigación de campo, una encuesta reciente (2024), realizada a 486 periodistas en activo en todo México. Un estudio serio y bien hecho que parte de una pregunta: “ ¿Cómo conciben los periodistas mexicanos a sus audiencias y cómo impacta esto en su labor?”. Grizel Salazar y Rubén A. González indagan sobre las percepciones de los periodistas sobre sus públicos y “resalta(n) la manera en la que estas influyen en los roles periodísticos”. Se recomienda leerlo: Salazar, G. & González, R. A. (2024). Públicos imaginados: la concepción de los periodistas mexicanos sobre sus audiencias desde la perspectiva de roles profesionales. Comunicación y Sociedad, e8768. https://doi.org/10.32870/cys.v2024.8768

Veamos algunos hallazgos de esta investigación:

⦁ “La sociología del periodismo ha mostrado que las audiencias son, para los periodistas, una vaga abstracción, quienes prefieren escribir para una comunidad imaginada constituida por personas similares a ellos o a su círculo social, que constituye una especie de proxy de sus audiencias reales.” En este señalamiento vemos que el público o la audiencia es una proyección del “yo, periodista” y éste hace de agente proxy, como un sustituto “autorizado” para actuar a nombre de las audiencias. Es lo que se llama un periodismo subsidiario conformado por equipos informativos que hacen de intermediarios entre los actores políticos y las audiencias filtrando paquetes informativos con un discurso dominante que ofrece narrativas verosímiles para influir en una controversia, conflicto o lucha electoral y cuya estrategia es socavar a sus oponentes.

⦁ De acuerdo al proyecto Journalistic Role Performance (⦁ https://www.journalisticperformance.org) los roles que asumen los periodistas ante el poder se agrupan en tres tipos: perro guardián, cívico-perro guardián, y facilitador leal. Mientras que en su relación con las audiencias asume tres tipos de función: info-entretenimiento, cívico, y de servicio. La investigación señala que la orientación hacia “un determinado tipo de rol” se define de acuerdo al concepto que se tenga de audiencia o público. Concepto que es un producto del imaginario de la micro-cultura periodística en la que habita cada periodista: “estas diferentes concepciones de la audiencia ponen de manifiesto que, lejos de una práctica homogénea, en el país conviven diversas formas de ejercer el periodismo. En otras palabras, periodistas de distintos medios que trabajan en diferentes regiones no necesariamente comparten la misma noción de sus receptores, y –por tanto– asumen diferentes roles periodísticos.”
⦁ No existe una relación “tersa, virtuosa y fructífera” entre los periodistas y sus públicos. Más bien lo que hay es una relación compleja que refleja la necesidad de mantener o crear audiencias y eso determina el propósito o los fines comunicativos/expresivos de sus tareas informativas: “La percepción y conceptualización de las audiencias son cambiantes y contingentes a elementos presentes en el entorno mediático, pero también en el contexto político y social; por lo que tiene sentido pensar que en países extensos y diversos, como es el caso de México, pueda haber más de una “cultura periodística”, definida por diversos aspectos asociados a las condiciones regionales (…); la orientación de sus productos comunicativos (textos, narraciones u comentarios) oscila entre educar y ofrecer contenido relevante, y difundir historias emocionantes para aumentar métricas de consumo; pero ello está condicionado por región, tipo de medio, y edad de los periodistas.” Lo que existen son “… micro-culturas periodísticas dentro de los sistemas mediáticos de los países, y que en la mayor parte de los estudios se asumen como dadas.” Casi todas la micro culturas asumen su rol de “educadoras de la audiencia” ligada con noticias conmovedoras/estridentes (emocionantes) donde sigue funcionando el dicho del Toronto Star: “malas noticias son buenas noticias”. Al parecer tanto jóvenes o viejos periodistas y de todo el país asumen este rol pedagógico/estridente. Más fuerte en el norte que en el centro y el sureste del país .

⦁ Se señala que el respaldo de ciertos públicos a los periodistas que realizan su trabajo en “condiciones de violencia” advierte un deterioro en la relación del periodismo con sus audiencias; “(…) particularmente cuando la indignación por las agresiones contra la prensa no alcanza a los sectores más amplios de la sociedad”. Llama la atención que a pesar de que la violencia contra los periodistas, sobre todo a reporteros marginales o precarizados, son constantes y en aumento; y que los medios condenan y publicitan puntualmente, con profusión amplia, las legítimas protestas y demandas de los gremios periodísticos y de organismos defensores de los derechos humanos, las “audiencias” o los públicos no se inquietan ni se movilizan. Creemos que hay en esta indiferencia algo más que desinterés de la audiencia o “normalización” de los asesinatos de periodistas, tal vez también una pérdida de credibilidad en los relatores del crimen, sobre todo los más connotados que nos han impuesto una narrativa cansinamente pesimista y escéptica llena de trascendidos que convierten a los criminales en antihéroes de gran impacto mediático y fomentan una cultura donde hacerse malo finalmente tiene sus réditos positivos. Baste con revisar la abundante narrativa sobre el crimen organizado para darse cuenta del circo informativo de los Anabel Hernández y su “periodismo de investigación”. Mejor ver “Los Soprano” o “Breaking bad”, estética y narrativamente mejores y más creíbles relatos. Aventuramos una suposición o una humilde hipótesis: los públicos han “normalizado” la violencia que se origina por las relaciones entre la política y el delito, donde el periodista es un mediador sacrificable o “víctima propiciatoria”. Llama la atención que en las guerras que hoy florecen en el mundo, lo que menos se menciona o es irrelevante, sean los corresponsales heridos, desaparecidos o muertos. Lo mismo sucede con nuestros periodistas precarizados y abandonados a la buena de Dios a menos de que seas Ciro Gómez Leyva.

⦁ La investigación afirma: “(…) no tenemos información sistematizada sobre las percepciones que tienen los periodistas sobre sus audiencias, cómo han evolucionado y cómo esto influye en su labor.” Y ante la ausencia de una imagen objetiva y certera sobre sus públicos o sus “audiencias”, los periodistas construyen un perfil de sus públicos (imagen) desde su propio marco referencial: “Construir una imagen de los receptores es útil para definir contenidos, generar cambios o continuidades en las líneas editoriales y para elegir encuadres y temas. Es decir, para la producción noticiosa en su conjunto.” Es notorio que los actores comunicativos (periodistas y comentaristas) suponen que están hablando a un público imaginario pero lo piensan, lo escriben y lo hablan como si fuera real. A veces se justifica con indicadores y ratings referidos a parámetros que relacionan edad, sexo, habitat, NSE, etcétera. A veces son métricas de públicos imaginarios desde la computadora del comunicador y otras veces una proyección individual, egoísta, que escribe para sus “tres lectores”. Idealismo y solipsismo puro y duro.

⦁ El público es una entidad totémica, invisible en sus estados de ánimo, sus intereses y su grado de aceptación//rechazo o duda a lo que dicen o escriben los periodistas. Los públicos son cuasi ataráxicos, estrictamente mudos pero no necesariamente sordos. Los comunicadores presumen que la “verdadera retroalimentación” es el “poder” que tiene “el público/audiencia” de cambiar de canal o desaprobar con una manita con el dedo pulgar para abajo lo que se dice. Tal vez en las redes sociales virtuales se “escuche” más a los públicos, habrá que esperar para comprobarse; pero el diálogo sigue siendo pobre. No se conversa con los públicos; sus “diálogos”, si los hay, son muy primitivos, elementales, incipientes y generalmente terminan en un intercambio de descalificaciones e insultos en donde el periodista hace mutis. Por ejemplo, cuando despiden o anuncian la separación de un comentarista afamado se habla de que “se terminó un ciclo” y sin más se dobla página con un escueto comunicado y emotivo mensaje del desplazado o cesado. Casi nunca se acepta una crítica o error, es una ofrenda al tótem público. Un ejemplo es la reciente “limpieza” o cese de comentaristas de alto standing en todos los conversatorios de los medios tradicionales. Desde esta perspectiva, los públicos son entidades imaginarias/virtuales y no reales/presenciales. Los medios continúan siendo preponderantemente “monologantes” y finalmente: quien decide qué decir, cómo decirlo y quien despide y contrata sigue siendo el propietario/concesionario de los medios, el que tiene los Derechos Reservados…el verdadero Big Brother.

A manera de corolario remito a mis “tres lectores”, mis artículos sobre la necesaria crítica del periodismo realmente existente:
⦁ Sobre Carmen Aristegui y su “periodismo en libertad”: https://almomento.mx/los-otros-nuevos-tiempos-del-periodismo/
⦁ Sobre el nefasto papel de los seguidores del “periodismo de investigación” basado en trascendidos y mala leche: https://almomento.mx/el-crimen-y-sus-relatores/
⦁ Sobre la crisis de expresividad y de credibilidad de nuestros opinion makers: https://almomento.mx/en-tiempos-de-zopilotes-mea-culpa/
⦁ Sobre los sanedrines académicos y sus falsas profecías: https://almomento.mx/critica-de-la-razon-indolente/

Tiempo de echar a la basura el dicho de que perro no come perro. Tiempo de dignificar nuestra práctica profesional y comenzar por nos-otros, los que escribimos o usamos un espacio para expresarnos, limpiar nuestras herramientas para entender y comprender el mundo y sus realidades. Hoy más que nunca hay que escuchar a todas las voces y revertir los estragos que hacen los que se dicen orientadores de la objetividad y la verdad.

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