jueves, abril 25, 2024

El nuevo orden futbolístico mundial surgió en Rusia

Luis Alberto García / Moscú

*Las selecciones siempre dominadoras fueron eliminadas.

*Uno tras otro, se fueron Brasil, Alemania, Argentina y Uruguay.

*Ciao a Italia en 2017;  Auf Wiedersehen a Alemania en 2018.

*Con su presencia, los semifinalistas provocaron sorpresas.

*Francia, Croacia, Bélgica e Inglaterra no eran claras favoritas.

 

 

Conforme a la lógica y los números, siempre se había dicho que, en el futbol mundial, casi nunca se cambiaba de jefes, y que mandaban las cuatro o cinco potencias de siempre, las que  todo aficionado que se respete debía conocer, por tratarse de conjuntos fenomenales y sin discusión a la hora de las verdades.

En los pleitos verbales y entre los apostadores –mayores y menores- siempre aparecían Brasil, Alemania, Argentina, Uruguay e Italia, todos representativos con trofeos mundiales –la Copa Rimet o de la FIFA- en diferentes años y torneos mundialistas desde que éstos se crearon en 1930.

En 1966, 1998 y 2010 ese orden fue modificado sin mayores sobresaltos, cuando obtuvieron el trofeo mundial las selecciones de Inglaterra, Francia y España; pero luego se vio cómo era restaurada la vieja hegemonía.

A menudo, demasiadas selecciones prometedoras han visto cómo una parte de sus anhelos y deseos incumplidos se convierten en miedo, o simplemente en fatalidad, dejando pasar las ocasiones de hacer historia.

La alteración de ese orden mundial, para dar lugar a uno nuevo, se encarnó en 2018 en la persona del francés Kylian Mbappé, que se impuso en presencia a la del brasileño teatral Neymar Santos, percatándonos de que, en el futbol, se están produciendo cambios continuos que ni siquiera salen a la luz ni producen ruido.

Así pasó en 1815, cuando, mediante una Santa Alianza, un nuevo orden político y social fue impuesto por las monarquías, tras la derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo, y lo mismo –toda comparación guardada- aconteció en una Rusia en la cual, desde fines del siglo pasado, manda el presidente Vladimir Putin, apoyado temporalmente en su delfín, Dimitri Medvédev.

Se desmoronó así el antiguo régimen futbolístico universal, permitiendo el paso a otro que sustituye al viejo y dominador de brasileños, alemanes, argentinos y uruguayos –de Italia ni se diga, fue eliminada el año anterior-, cuyos equipos fueron incapaces de ganar y avanzar, como se vio en Moscú, San Petersburgo, Kazán, Sochi, Ekaterinburgo y otras canchas que atestiguaron ese crepúsculo de los dioses (“Gotterdamerung” en alemán).

Pero habría de llegar el “Gotterdamerung” de una Alemania a la que Joachim Low hizo reina del mundo en Brasil 2014, con Manuel Neuer, Mazut Ozil, Toni Kroos, Sami Khedira, Matts Hummels, Thomas Muller y otros personajes que ya pertenecen a la mitología balompédica germana, quienes, ante Corea del Sur, en la Kazán Arena, no supieron ni pudieron superar la fase de grupos inicial, ni con el miedo que sus nombres podían infundir.

La historia más emocionante fue escrita por los asiáticos, que salieron como víctimas propiciatorias, y terminaron dando el campanazo del torneo al derrotar (2-0) a un escuadrón que ha sido multicampeón del mundo, con acción en 110 partidos -66 ganados- y 226 goles anotados.

Y en lo que fue considerado un auténtico milagro, rebasados los 90 minutos del juego, escenificado el 27 de junio, Kim Youn Gwon y Son Heung Min liquidaron a Alemania, dedicada hasta ese día a colectar puntos (220), a lo largo de 18 eventos mundialistas.

Los adivinos llegaron a pronosticar que el ganador absoluto saldría de grupo de países que, salvo Francia e Inglaterra, en su día campeones por una vez demasiado efímera, vivieron mucho tiempo alejados de la posibilidad real de gloria; pero ahora ya sabemos que el grupo de Didier Deschamps sería el soberano entre 2018 y 2022.

Salvo los brasileños y su veneración por los dioses de su Olimpo, nadie debería entristecerse por ello, ni siquiera cuando su selección, favorita, entre las mejores, al ser eliminada con un gol triunfal de Kevin de Bruyne –revelación de Bélgica- demostró que había belleza hasta cuando fallan las piernas más caras.

No obstante la recuperación evidente de la verde amarela –enseñada en una eliminatoria sudamericana sobradamente fácil-, Leonardo Agenor Bacchi, a quien nadie conoce por su nombre real, sino como “Tite”, llevó magníficamente a sus bien valorados discípulos.

Incrustó a Philipe Coutinho, Gabriel Jesús, “Paulinho” y Fagner en los sitios debidos, no obstante la “neymar-dependencia” a que, como en 2014, se vio sujeta la pentacampeona, como eje de una ruta sideral, en torno al cual todos debían girar celestialmente.

Se creyó que Brasil haría mucho mejor papel, debido a que los títulos de 1958, 1962, 1970, 1994 y 2002 hicieron pensar que, en Rusia, vendría una nueva premiación dorada, que sería posible llegar hasta la sexta cumbre;

Para todos los ex campeones mundiales mencionados en el segundo párrafo de esta crónica, tal vez haya sido un derrumbe temporal, pero al fin derrumbe, tras el cual solamente quedó pedacería, recuerdos de antiguas glorias.

La fanaticada quedó convencida de que esas caídas desencadenaron estruendos fastuosos, dramáticos y emocionantes, semejantes a fuegos artificiales que debieron esperar en Río de Janeiro, Berlín, Buenos Aires, Montevideo y no se diga Roma, donde, el 17 de noviembre de 2017,  parece que se acabó el mundo, cuando Suecia sacó a los italianos del torneo ruso.

A fin de cuentas, lo único que acabó el 15 de julio de 2018 fue el XXI Campeonato Mundial de futbol, con las selecciones antes dominadoras eliminadas y la presencia de semifinalistas sorprendentes, en los que nunca se podía de creer que llegaran hasta donde llegaron, en especial Croacia, a la que sobró ánimo y corazón para merecer algo mejor.

Al concluir la justa, la inevitable cruda deportiva provocó una inusual placidez, como cuando la revista “Forbes” da a conocer la lista de gente más rica del planeta, y nunca aparece un pobre en las primeras posiciones y, ni qué decir, uno acaba desconfiando: fue como si alguien sin dinero, pero con un proyecto y un sueño, escala hasta la cabeza y vuelve a creer en todos los imposibles.

 

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