Luis Alberto García / Ihuatzio, Michoacán
* Abarcó Michoacán y partes de Guanajuato y Jalisco.
* Su capital fue Tzintzuntzan, cercana a Pátzcuaro.
* Don Gabriel García Romero, voz de los michoacanos.
* Los aztecas fueron sus principales enemigos.
* Inquietud e interrogantes sobre el pasado.
* Las yácatas son herencia e historia viva.
El doctor Gabriel García Romero y Villa Avilés, personaje de renombre reconocido en Michoacán por su cultura sólida y vasta -expresada en los asombrosos conocimientos que posee sobre su terruño y el pasado de sus ancestros-, muestra a sus años una memoria que preserva historias que él desea dejar a quien desee conocerlas.
Nos situamos en su compañía mirando el lago de Pátzcuaro en toda su amplitud, caminando entre las yácatas que se alzan frente a nosotros en Ihuatzio, junto a pirámides redondeadas hechas de piedra volcánica, sin duda los vestigios más antiguos de los purhépechas o purhembes.
Estos se distinguen por ser un grupo originario prehispánico que, entre los siglos XIII y XVI, reinó al occidente de México, en el actual estado de Michoacán, creadores de una civilización que se refleja en esas estructuras milenarias, que él considera una herencia de ese pueblo.
El doctor García, fundador y propietario de la farmacia “Moderna” ubicada frente a la Plaza Grande de Pátzcuaro, en cuyo centro se alza la escultura de Vasco de Quiroga, filántropo y protector de los indios, que actualmente son cerca de 150 mil distribuidos en numerosos municipios del estado.
En entre las exigencias que el doctor García Romero ha escuchado sobre los presupuestos requeridos para eliminar la desigualdad, están el agua y los servicios de salud para eliminar la pobreza ancestral, principalmente en Zacán, San Matías, Nuevo Zirosto, San Benito, Turícuaro Ocumicho, Peribán, Sicuicho y Sevina.
El ex director del hospital civil de San Juan de Dios, explica que hay quienes, bajo la presión de la asimilación a otras formas de vida como vivir en el extranjero, han perdido sus raíces, y lo más grave, su identidad, como algunos de sus parientes que han viajado al norte, especialmente a San José, California.
Cuenta que muchos de sus paisanos, sin ser conscientes de su pasado, han restado importancia a su raíz ancestral: “En otras palabra -dice-, se han olvidado de su origen purhépecha, y algunos, cuando empezaron a sentir inquietud y curiosidad por su identidad, volteando al pasado para interrogarse sobre él”.
Originario de la cabecera municipal de Nahuatzen, población situada entre Pátzcuaro y Uruapan, en el corazón de la meseta purhépecha, el médico graduado en la Universidad de San Nicolás de Morelia, capital de Michoacán, retrocede en la historia y explica:
Los purhépechas, pohré, p’urhepechas o p’urhes, hablan un idioma propio, el pʰuˈɽepetía, perteneciente a una etnia indígena originaria que, desde un pasado remoto, ha habitado principalmente en Michoacán, estado del país conocido en su etimología como P’urhépecherio que, traducida al castellano, significa “tierra de los purhépechas”.
Poseedor de considerable cantidad de documentos sobre ese pasado que ha compartido con su sobrino Jesús Avilés García, cronista de Comachuén, y con investigadores de El Colegio de Michoacán, detalla algo sobre esos primeros pobladores.
“También fueron conocidos como michoaques o michoacanos en su etimología náhuatl o habitantes de Michoacán (‘lugar de pescadores’), recordando así la existencia de los lagos de Pátzcuaro, Zirahuén y Cuitzeo”.
A continuación leyó los veintidós nombres de los municipios de Michoacán -en los que se concentra mayoritariamente la población de esa etnia- que, de modo parcial, conforman la región denominada Meseta Tarasca o Purhépecha: Coeneo, Charapan, Cherán, Chilchota, Erongarícuaro, Los Reyes, Nahuatzen y Nuevo Parangaricutiro.
También Paracho, Pátzcuaro, Peribán, Quiroga, Tancítaro, Tangamandapio, Tangancícuaro, Tingambato, Tingüindín, Tocumbo, Tzintzuntzan, Uruapan, Ziracuaretiro y Zacapu, esta última considerada la primera capital mítica del imperio que se erigiría años después.
Los grupos que migraron se establecieron principalmente en los estados vecinos: en Jalisco, Guanajuato, Guerrero, Estado de México, Colima y, posteriormente, en la Ciudad de México, en Chicago, Illinois, y California, en el suroeste de Estados Unidos.
En su narración, el farmacéutico y médico cirujano -dos de cuyos hijos, Rafael y Miguel, ejercen la misma profesión en la Ciudad de México- cuenta que, desde hace siglos, una de las actividades básicas de la mayoría de los purhépechas ha sido la metalurgia.
“El procesamiento de algunos metales -agrega- impidió la conquista de los mexicas, al mismo tiempo que practicaban la agricultura, la ganadería, la alfarería, la pesca y la elaboración de diversas artesanías y trajes típicos”.
Entre otros testimonios recogidos por él, menciona los que conoce, los cuales consignan que, entre los siglos XV y XVI, el imperio purhépecha, con capital en Ts’intsuntsani, Zincúcani o Tzintzuntzan, fue una potencia de primera magnitud durante la Edad del Cobre, que resuelta y valientemente resistió el empuje del imperio mexica.
“Su imperio -expresa memorioso don Gabriel- abarcaba la parte sur del estado de Guanajuato, gran parte del estado de Michoacán y la región norte de Guerrero hasta el sur del Estado de México, y dado que era gobernado por clanes enseñoreados en varias casas establecidas en diferentes puntos, podría hablarse de una confederación de éstos”.
Añade que esto se hizo a partir de cierta época de su historia, hasta la invasión de los españoles de sus territorios en la década de 1520, con defensores cuyo éxito militar y económico del pasado se debió, en parte, a que los purhépechas eran hábiles trabajadores no solamente del cobre, sino también del oro.
Para el doctor García Romero, ese factor sin duda ayudó a mantener su independencia de los mexicas, pues los purhépechas antiguos, eran además hablantes de una lengua aislada que no guarda relación histórica con ninguna otra, mostrando así una más de sus señas características de identidad.