El destructor

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Fernando Irala

Vivimos en el continente y en el mundo, una etapa de regímenes destructores.
Decidido a dinamitar las bases actuales de la economía, Donald Trump ahora cumplió su amenaza anunciada de imponer nuevos aranceles a las importaciones estadounidenses de acero y aluminio, al tiempo que advirtió que estudiará implantar tarifas también en el caso de automóviles, productos farmacéuticos y chips de computación.
Trump, ya se sabe, es un empresario de éxito, pero entre otras muchas cosas ignora cómo funciona la economía y la producción, sobre todo en estos tiempos de integración internacional.
Hace ya muchas décadas que Estados Unidos perdió la capacidad de armar automóviles con piezas de fabricación totalmente doméstica, y desde fines del siglo pasado esa industria canceló cualquier intento de lograrlo.
Fue en la década de los 90 cuando una de las grandes armadoras norteamericanas, luego de gastar millones de dólares para intentar producir un vehículo sin importar ninguna pieza, dio fin al fallido Proyecto Betsy, denominado así en remembranza de la novela homónima del escritor norteamericano Harold Robbins, la cual data de 1971, y relata una trama similar en la industria automotriz.
La decadencia y bancarrota de la ciudad de Detroit, capital estadounidense del ensamble de vehículos, es la dramática evidencia de esa involución.
Ahora, el presidente norteamericano cree que puede hacer grande a América de nuevo a punta de órdenes ejecutivas y de agredir a sus principales socios industriales y comerciales.
No lo conseguirá. Pero lo que sí va a desatar es un caos que llevará a la desarticulación de las cadenas productivas, a perder ventajas comparativas en el continente, a una mayor inflación y a golpear a los sectores más vulnerables de la región, a los trabajadores y sus familias.
Como un caso puntual en el comienzo de este desbarajuste, aunque impulsada por otros fenómenos, la escasez del huevo en Estados Unidos ha llevado a este producto a alcanzar precios de escándalo, de más de cinco dólares la docena, más de cien pesos mexicanos.
Esa carestía motivo el mal chiste publicado en sus redes por la actriz mexicana Laura Flores, radicada actualmente en Florida, quien se preguntó: “¿será que habrán deportado también a las gallinas?”
Es que sí, faltan gallinas…

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