Federico Berrueto
Las oposiciones están más divididas de lo que parece. El origen es la incapacidad para entenderse más allá de los estrechos intereses y perspectivas de quienes las dirigen. Es el problema de siempre, la partidocracia, esto es, una oligarquía que se asume permanente y dueña del destino del partido. Lo mismo ocurre con los partidos negocio que con las organizaciones con representatividad. El sentido de oportunidad debiera llevarlos a su profunda transformación. No parecen entender que la clave está en el descontento y la esperanza que requieren representar.
El PAN es el partido más fuerte y con mayor capacidad canalizar el rechazo social al régimen; sin embargo, quienes le encabezan no advierten la magnitud del reto ni de la oportunidad. La confusión les hace comer de la mano de Alejandro Moreno y Rubén Moreira. A ellos se debe el convalidar con la abstención de los diputados la designación de tres representantes de la Cámara claramente parciales en el Comité Técnico Evaluador para la selección de los consejeros electorales, ingenuidad de unos, perfidia de otros.
Marko Cortés se resiste a la hipótesis de que los dirigentes del PRI estarían dispuestos a romper con el bloque opositor, incluso a formar parte de la alianza de Morena con miras a la elección de 2024. No entiende que, a diferencia de él, quienes dirigen al PRI buscan opciones a la medida de sus intereses y ambiciones personales. Así lo han hecho siempre.
El tema de ruptura está a la vista. Moreno y Moreira hicieron creer a Marko Cortés que, a cambio del apoyo del PAN para el Estado de México y Coahuila su partido determinaría la elección del candidato presidencial y el de la Ciudad de México. Cada uno entendió lo que quiso. En el PRI que el PAN propondría una fórmula negociada de designación cupular de candidatos; los del PAN que les correspondería a ellos designarlos entre los suyos, con la modalidad estatutaria a definir por su consejo nacional. La discordia está sembrada. El PAN resolvería irse por su cuenta y el PRI a aliarse con Morena. MC buscaría un candidato presidencial competitivo. El PRD el necesario aval para que el PAN representa algo más que así mismo.
La única fórmula de superar el diferendo es con la designación democrática del candidato o candidata presidencial y de los principales cargos, entre éstos, los de jefe de gobierno de la Ciudad de México y gobernador. El problema es que las dirigencias no quieren ceder; un candidato democráticamente electo invocaría el respaldo de la ciudadanía y no la de la partidocracia. No hay otra opción para la unidad y competitividad: democratizar la designación de candidatos.
Una elección primaria presenta tres desafíos: organización, costo y tiempos. Se pueden superar los tres. Del mismo activismo ciudadano o de lo mejor de la academia se podrían seleccionar integrantes altamente confiables para integrar el órgano directivo de la primaria; nombres sobran. En cuanto al financiamiento la misma movilización ciudadana muestra que hay recursos suficientes a partir de la reputación del comité ciudadano organizador. Los tiempos formales son muy estrechos y poco funcionales para la elección primaria. Una salida es que el comité ciudadano organizador inicie un proceso democrático y regionalizado para la selección de una terna de aspirantes durante los meses previos al periodo legal de precampañas, para que entre diciembre y enero tuviera lugar las elecciones finales para la selección de candidatos a los principales cargos ejecutivos.
Este no es más que una de las múltiples posibilidades de selección democrática de candidatos. Es evidente que el problema no es la organización ni el dinero, sino la voluntad de las dirigencias de los partidos para apartarse de la verticalidad y autoritarismo.
Los nuevos tiempos de la política plantea la necesidad de procesos disruptivos e innovadores de organización y representación políticas. El lopezobradorismo es un caso de éxito sobre el que se debe aprender. No fue un logro menor el resultado de 2018. El objetivo es apropiarse de los dos sentimientos más relevantes de la sociedad actual: el descontento y la esperanza. La oposición difícilmente habrá de hacerlo de continuar con la forma convencional de la política, esto significa un compromiso entre la oposición partidista y la ciudadana.